"Cuando digo que soy de las Tres Mil Viviendas me miran de otra manera"
El barrio más pobre de España
Los vecinos del barrio con menor renta per cápita del país lamentan que siguen teniendo un estigma sobre ellos cuando salen a buscar empleo
Admiten que hay mucha "miseria" y cosas que mejorar, pero la mayoría dicen vivir felices y "muy bien"
El Polígono Sur y Los Pajaritos se enquistan como los barrios más pobres de España
Son las diez de la mañana de un viernes de mayo que apunta a caluroso tras una madrugada lluviosa. Apenas hay vecinos por las calles de Las Vegas, como se conoce a la zona más deprimida del Polígono Sur. Su nombre oficial es Martínez Montañés, una barriada dividida en dos zonas, la 624 y las 854 viviendas. La segunda está mucho más normalizada que la primera, a pesar de que recientemente acaparó las noticias de sucesos cuando un hombre se atrincheró a su casa y efectuó varios disparos.
Martínez Montañés, junto con la cercana barriada de Murillo (vulgo Tres Mil Viviendas), constituyen lo que el Instituto Nacional de Estadística llama el Sevilla sub-city dist. No. 5-A, el barrio con menos renta per cápita de las ciudades con más de 250.000 habitantes. Lo que es lo mismo, el más pobre de España. Las Tres Mil Viviendas, término con el que la mayoría de los sevillanos engloban ambos barrios y a veces a todo el Polígono Sur, lleva años encabezando este listado. Sólo en un par de ocasiones lo superó Los Pajaritos, que en las últimas ediciones de este estudio se ha consolidado en el segundo lugar.
En las Tres Mil Viviendas, los ingresos medios por habitantes son de 5.816 euros. La situación ha mejorado algo con respecto al año anterior, cuando esa cifra era de 5.666 euros, pero sigue siendo una renta indigna e imposible para poder vivir. En un paseo por el barrio se aprecia la miseria y la pobreza, la falta de ayuda que necesitan muchos de sus vecinos, pero es evidente que hay una economía sumergida que no figura en ninguna estadística. Los cables cruzados de un bloque a otro y el fuerte olor a cannabis delatan la existencia de plantaciones de marihuana en el barrio, un negocio ilícito que ha sido muy lucrativo en el último lustro pero que ha entrado en declive en el último año. Tampoco es difícil encontrarse con vehículos de alta gama aparcados junto a verdaderas chatarras del automóvil.
Este barrio sufrió varios incendios en los transformadores por las sobrecargas de la red eléctrica, que se tradujo en una falta de suministro que a día de hoy todavía no se ha solucionado del todo. Sigue habiendo vecinos a los que les resulta imposible dar de alta sus contratos de suministro eléctrico porque la administración y la compañía distribuidora les exigen una serie de requisitos imposibles de cumplir para ellos.
"No se puede negar que aquí se han invertido muchos recursos públicos, pero creo que no están todo lo bien aprovechados que deberían. Hay que buscar la forma para que esos recursos puedan ayudarnos a despegar", explica Rafael Pertegal Santiago, portavoz de la asociación de vecinos Martínez Montañés, e hijo del histórico líder vecinal del barrio, Rafael Pertegal Ruiz de Henestrosa. Le acompaña Manuel Salazar, vendedor ambulante que le ayuda en las tareas de la asociación. Pertegal aprovecha para condenar la agresión que sufrió el miércoles la directora del centro de salud del barrio.
En Las Vegas hay poco ambiente. Aquí la actividad empieza a medida que avanza el día. Por la tarde, y sobre todo por la noche, hay mucha más gente en la calle. A pesar de lo que uno pudiera imaginarse, el barrio está bastante limpio. Cuentan los vecinos que Lipasam viene al menos tres veces a la semana. Debe ser éste uno de los pocos lugares en los que los vecinos no se quejan de la empresa pública de limpieza. Precisamente unos trabajadores están este viernes limpiando. "Quien diga que no salimos a trabajar miente. Lo digo por el señor Sanz", apunta uno de los empleados, visiblemente molesto con el uso político de este asunto por parte del candidato del PP durante la campaña electoral.
Sí hay suciedad, pero es porque hay varios bajantes rotos que vierten aguas fecales a la calle. Uno de ellos, el que da a la carretera de Su Eminencia, converge en un contenedor en el que se acumulan las basuras. A unos metros hay una cama elástica amarrada con una cadena. En ella, probablemente, jugarán los niños por la tarde. El parque que hay detrás de la Factoría Cultural, acabado desde hace meses, sigue cerrado y sin inaugurarse. Por la mañana se ven pocos críos por la calle. En los últimos años se ha reducido enormemente el absentismo escolar.
En la zona de Los Verdes (así llamada por el color de las fachadas) hay algo más de ambiente matinal, de alguien que quiera dar su testimonio y salir en una foto. Una anciana les mira desde la puerta de la caravana en la que vive, en la calle Perito en Luna. Apenas ve, dice, y vive ahí para estar más cerca de su hija. En la acera de enfrente hay un hombre Ricardo Jiménez, alias el Tato, que está echándole una mirada a una carretilla que un repartido ha dejado allí mientras entrega la compra en una vivienda. "¿El barrio más pobre no era Los Pajaritos? Así lo creía yo. Aquí yo vivo bien, perfectamente, no tengo problemas con nadie", dice este hombre, que cobra una pensión desde que sufrió un accidente y tiene lagunas mentales. "Me se va la cabeza muchas veces".
Unos metros más adelante hay tres motos de la Policía Nacional identificando a unas personas. Un niño está sentado en una silla con un gallo de pelea en las manos. Atrás había una gallera improvisada hecha con una malla en torno a un árbol. Acaban los bloques verdes y empiezan los Marrones. Una señora, Remedios Jiménez, habla por el móvil a gritos junto a una zona de locales comerciales. "Ahora te llamo otra vez, que hay aquí unos periodistas, ¿esto que va para el tele?", pregunta, muerta de risa.
"El principal problema del barrio es la miseria, hay mucha miseria. También te digo que la miseria la traemos los humanos, no los animales. Pero nos tienen discriminados, mucho mucho. Nada más vas a arreglar un papel y dices que eres de las Tres Mil Viviendas ya te miran de otra manera. Pero bueno, Dios sabe todas las cosas. Lo único que queremos es trabajo. Y al igual que hay mucha miseria hay también mucho arte, y muchas personas buenas. Queremos que mejore todo un poquito porque la situación está fatal".
En un bar cercano está Carlos Reguera, con su moto arrancada y charlando con dos personas que están en una de las mesas. "¿Yo qué voy a decir, si llevo aquí cuarenta años? Todo el mundo sabe ya el problema que hay", dice, y lamenta que los políticos sólo aparezcan por el barrio en campaña electoral. "A partir del lunes ya verá usted si vienen por aquí o no". En la mesa de al lado desayunan churros con chocolate unas profesoras con sus alumnas. No quieren aparecer en el reportaje, pero sí una de las docentes apunta a que su trabajo en el barrio "les engancha".
A Manuel Romero Palacios le dicen el Maradona, por su melena rizada que aún conserva. Trabajador de la Ciudad Deportiva del Betis, fue Michael Robinson el que le puso el apodo. Conoce a los históricos de la prensa deportiva y a la mayoría de fotógrafos. "Este barrio es pobre, igual que media España. Hay muchos barrios pobres, pero el que tiene más fama es las Tres Mil. Pero resulta que en Marbella, que es más rico, matan a más gente que aquí, ¿cómo es eso? Te puedo decir una cosa, tengo una casa en el Cerro del Águila y mis hijas no se quieren ir de las Tres Mil. Fíjate si están a gusto y hay gente buena aquí", dice, y señala a su coche. "Lo dejo abierto y no se lleva nadie nada".
En los comerciales de los Verdes hay algunos tenderos muy humildes, como Luis Silva y Mercedes Borja. Venden ropa y con lo que sacan tienen que mantener a sus hijos y nietos. Once personas en total viven de lo poco que sacan del negocio y una pequeña pensión de ella, de unos 400 euros. Él padece un cáncer y se queja de que no puede pagar las medicinas.
A unos metros está sentada Josefa Gallardo, que al ver la presencia de periodistas les indica que se acerquen. Cuenta que lleva tres días sin luz y no hay manera de que vuelva el suministro, a pesar de las llamadas que ha hecho. Ricardo Borja pela ajos en la puerta de su frutería, por la que pasa, cargando unas persianas, Alejandro Santiago.
"Mejoraría ante todo los derechos del ciudadano, que aquí están tirados por el suelo. Si voy a una empresa y echo mi currículum, en el momento en que ven mi domicilio me dejan fuera. Y también quiero hablar de la Policía. Yo en mi vida he estado detenido, pero aquí es habitual que nos pidan la identificación a golpes", explica este hombre. "Cambiaría más cosas, como el mantenimiento del barrio, donde hay bastantes bichos, ratas e insalubridad". Teresa Amaya, cantaora profesional, se corta ante la presencia de los informadores. "¿Qué mejoraría yo? Todo".
El INE distingue la zona de la Oliva y Las Letanías del resto del Polígono Sur. Estos barrios también están entre los quince más pobres de España, aunque no encabezan el ránking. En la avenida de Las Letanías hay una zona de pequeñas tiendas en cuya puerta paran personas que no tienen mucho que hacer. Algunos están sentados en unos escalones, otros en una silla. "Esto parece el módulo", bromea uno de los vecinos, por la similitud de la escena con las que se viven en el patio de la cárcel.
Sorprende la cantidad de peluquerías y negocios de estética que hay en el Polígono Sur. Llama más la atención una tienda de semillas y objetos relacionados con el cultivo de marihuana (grow-shop) que tiene en su imagen corporativa la cara de Pablo Escobar y la frase "Plata o plomo". A la vuelta de la esquina unas señoras venden camisetas de distintas marcas en un velador. Las guardan en un carro de la compra. Al lado está el local de la Cruz de Mayo de Las Letanías, donde está la Virgen de la Misericordia, que procesiona en septiembre por las calles del barrio.
Son casi las doce y hay ya más ambiente en Las Vegas. El supermercado más cercano, El Jamón, situado frente al parque de bomberos, empieza a tener clientela. José María Pérez y Carmen de la Rubia acuden a comprar. Dicen que son dos amantes de los felinos. Se encargan de cuidar a los gatos del barrio. "Donde hay gatos, no hay ratas".
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