La aventura ruso-polaca de los doce sevillanos atrapados por la guerra de Ucrania

Sevilla

"Tuvimos que estar cuatro horas entre Rusia y Polonia con las maletas a -6 grados, si llega a aparecer un oso, nos lo comemos", dice ya en Sevilla uno de los aventureros turistas

Una docena de turistas sevillanos atrapados en Moscú

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Jorge Rojas y Luis Caro relatan su salida de Rusia desde Gdansk. / M. G.

En la madrugada de este jueves, a las tres de la mañana, ya pusieron pie en Sevilla los doce turistas que quedaron atrapados en Rusia por la guerra de Ucrania. La odisea no se les olvidará en su vida. Un viaje de placer a Moscú programado en verano se convirtió de pronto en una aventura de proporciones homéricas, digna de ser contada por León Tolstoi. Como en un recuerdo de las épicas guerras entre cosacos, polacos y lituanos en A sangre y fuego, del polaco Henrik Sienkwivicz, o Taras Bulba, del ruso-ucraniano Nicolai Gogol, estos doce españoles han vivido el miedo de viajar en medio de una guerra, aunque en Rusia fueron tratados siempre bien... salvo por el cariz propagandístico de toda la información rusa que recibían de la situación.

"Tuvimos que atravesar la frontera entre Rusia y Polonia andando, de noche cerrada, y luego esperando a que nos recogieran durante cuatro horas, a -6 grados, sin agua ni comida... Si llega a aparecer un oso nos lo comemos", dice ya tranquilo y reincorporado a su trabajo Luis Caro Antequera, con la sorna que da la tierra una vez pasado el susto. Pasaron de Rusia a Polonia solos, sin más compañía que ellos mismos y su instinto de supervivencia. Una romería tétrica de 1,5 kilómetros y algo más de 20 minutos hasta la oficina fronteriza polaca.

Folleto informativo ruso sobre el conflicto con Ucrania. / M. G.

"La información de la guerra es totalmente sesgada. Nada más llegar la intérprete nos pasó la propaganda oficial rusa. 'Para que comprendáis lo que está sucediendo en el conflicto con Ucrania', nos dijo la intérprete", relata sobre la forma en que los recibieron al aterrizar en Moscú.

Folleto informativo ruso sobre la guerra que les dieron en el hotel. / M. G.

El permiso de Asuntos Exteriores

Todo empezó el jueves 24 de febrero. Cuando tomaron el vuelo desde Madrid a Moscú aún no había empezado el conflicto bélico. Cuando aterrizaron en la capital rusa ya se había producido la invasión de Ucrania por orden de Vladimir Putin. "¿Cómo habéis viajado, no sabéis que hay guerra?", nos dijo la intérprete rusa que nos recogió al llegar al hotel. "No pensábamos que Putin iba a llevar a efecto su amenaza y viajamos con permiso del Ministerio de Asuntos Exteriores español, nos dijeron a través de la agencia de viajes que no había problemas en viajar".

El viaje estaba programado desde verano por este grupo de doce amigos sevillanos, de los cuales Jorge Rojas y Luis Antequera se han erigido en los portavoces de los aventureros ante los medios de comunicación interesados en su situación.

"Parece que tienen el patíbulo donde Iván el Terrible cortaba cabezas, justo delante de San Basilio, para que la gente recuerde lo que puede pasar", cuenta Luis Caro.

La situación en Rusia es de información propagandística, como en todas las guerras. "Siguen en ese estado de miedo, se les ve. El metro de Moscú es espectacular, como dijo Stalin, la gente del pueblo tiene que tener también sus palacios. Pero la gente vive en el pánico, nuestra guía no nos podía dar pista cuando le preguntábamos si podíamos movernos de Moscú. 'Tengo que consultar, tengo que consultar'. Allí nadie da un paso sin permiso de un superior", relata este representante de muebles sevillano.

La caducidad del visado

Una de las cosas que les impactó fue que los recibieron con folletos informativos sobre el conflicto recién estallado. "Cuando aterrizamos en Moscú acababa de empezar la invasión de Ucrania. Y aun así en tres días hemos conocido muy bien Moscú. Cuando allí se supo que el Gobierno español iba a mandar armamento a Ucrania empezó a joderse la cosa… Ella vino a advertirnos, ella no opinaba, decía qué teníamos que hacer. Y aquello está totalmente manipulado desde el Gobierno".

Quiere destacar que pese a ese estado de información sesgada y de tensión, el trato por parte de los rusos ha sido correctísimo. "Nos han tratado en todo bien, no nos han tratado como a europeos, porque el europeo no está muy bien visto allí. Hay una mayoría de consenso con Putin, que piensa que Ucrania no lo ha hecho bien y necesita un escarmiento, pero ya están viendo que se les va a colapsar el país, económicamente y en todo los sentidos. En el aeropuerto se notaba la avalancha de salida. Pero no hemos estado mal en el trato, con la inquietud de que se nos acababa el visado el día 28 de febrero, porque teníamos el vuelo a las cinco de la mañana de ese día. Y el gobierno ruso te daba 72 horas para arreglarlo. Si te detienen por la calle y la visa no está en vigor, te multan, pero pasadas las 72 horas te llevan al juzgado directamente… como para visitar las cárceles rusas".

Después de tres días de visita de Moscú, empezaron los problemas. Se cerraron los espacios aéreos, tanto de vuelos rusos a Europa como de Europa a Rusia. "Lufthansa anuló los vuelos una vez que Alemania se posiciona. Nos quedamos tirados. El cónsul general de España en Moscú, Iago Gil Aguado, se ha portado muy bien. Un emisario del cónsul, Antonio Fernández , que hace el trabajo administrativo, nos ha atendido en todo momento, y el cónsul nos ha podido llamar entre 45 y 50 veces desde que no podíamos salir. 'Tenéis que pensar con la mentalidad rusa, no la europea, aquí todo va muy lento y nadie da un paso sin asegurarse', nos aconsejó. Y teníamos el riesgo de que caducara el visado. Y por eso nos quedamos en el aeropuerto, que es donde íbamos a estar más seguros".

Los doce sevillanos, durante su caminata de cuatro horas entre Rusia y Ucrania. / M. G.

"Ahí empezó la odisea, con los vuelos cancelados. Yo saqué uno para Atenas, otro para El Cairo, para Estambul..., y todos los vuelos se iban suspendiendo, y eso está ahora en manos del seguro de viajes, que subsanará los gastos", relata.

Las tarjetas VISA, bloqueadas

Otro problema fue el del bloqueo económico: "El domingo día 27, las tarjetas VISA empezaron a bloquearse, las transacciones económicas estaban empezando a bloquearse. Y los bancos de aquí no podían hacer nada. No podíamos pagar en ningún sitio, ni en el Metro ni nada. El día 28 intentamos coger hotel en Moscú, y ninguno nos aceptaba ya, porque caducaba el visado. Y nos quedamos en unas habitaciones, como unos trasteros, que hay en el mismo aeropuerto de Moscú, todo el día allí tirados, para amanecer el 1 de marzo".

Fue en la mañana del martes 1 cuando el cónsul da con la tecla. "Nos consiguió una salida. Habíamos intentado ir en tren a San Petersburgo y de allí cruzar a Helsinki. Pero no nos querían vender los billetes de tren. Fuimos con la intérprete y no nos vendían los billetes. Todo esto con el cónsul mediando. Y a primera hora de la mañana del 1, había encontrado la mejor salida, un vuelo a Kaliningrado con la línea rusa Smartavia, y allí cogimos dos furgonetas, doce personas con las maletas, hasta la frontera con Polonia. Pero dieron un aviso de atentado en esa frontera, y nos desviaron a otra frontera, la región de Danzig, y nos dejaron a varios metros de la frontera con Polonia, en medio de la nada… Serían las ocho de la tarde".

Los turistas sevillanos, antes de atravesar la frontera de Rusia hacia Polonia. / M. G.

La aventura empieza a tener tintes lúgubres cuando tuvieron que pasar a Polonia a pie, de noche, con frío y sin víveres. "La terminamos de cruzar a pie en cuatro horas a menos seis grados y cargando con las maletas. Lo que pensamos es que si nos salía un oso, nos lo comíamos, no teníamos hambre… Sin agua, sin comida. Y a las doce de la noche nos recogieron cuatro taxis polacos que nos llevaron a Gdansk, una ciudad preciosa, por cierto", continúa Luis Caro.

"Los polacos nos transmitieron que ellos están también amenazados, que Putin quiere recuperar ese puerto de mar. Allí pasamos la noche", sigue el relato. "Y ya cogimos un vuelo hasta Fráncfort, un aeropuerto bestial. La única vía que había era esa, llevábamos dos días buscando salida y no había, ni por tren ni por carretera. Intentamos pagarle al chófer del microbús que contratamos para visitar Moscú lo que quisiera para que nos llevara a Polonia o a Finlandia, que era nuestra primera salida, porque Polonia tiene frontera con Ucrania, pero lo rechazó, quizá por miedo".

La triste historia de un ruso-español

En el aeropuerto de Moscú, durante las horas que estuvieron "tirados" hasta que se solucionase la salida, conocieron a un joven estudiante ruso-español. "Un chaval que conocimos allí que hablaba perfectamente español y tiene doble nacionalidad, porque su padre es español y su madre rusa. Y estaba esperando que la madre le buscara 36.000 rublos (3.600 euros aproximadamente) para contratar un vuelo y salir de Rusia. Estaba intentando salir del país porque lo habían llamado a filas... En el aeropuerto de Moscú había filas de chavales jóvenes esposados porque querían huir del llamamiento a filas", relata con voz triste. "Ya no lo vimos más a este chaval… Nos dio una pena horrorosa, no supimos más de él".

Y el derbi desde Moscú...

El viaje estaba programado desde el verano y coincidió en el calendario futbolístico con el Sevilla-Betis de Liga. "Mientras solventábamos la salida pudimos ver el derbi a través de un enlace que nos mandaron al móvil. Y allí estuvimos, en un bar viéndolo", dice Luis Caro, que al menos se llevó la alegría de que ganara su equipo en plena tensión. "Luego llegó la odisea… Y cuando pasamos más miedo fue en el taxi desde la frontera polaca hasta Gdansk, dos horas de viaje, y yo iba de copiloto del polaco y pendiente de que no se durmiera…", vuelve a recordar con cierta guasa Luis Caro Antequera, uno de esos doce amigos. "Viajamos mucho juntos". Ningún viaje recordarán tanto como este que los unió en la aventura épica entre Rusia y Polonia, que habrían firmado Sienkiewicz, Tolstoi o Gogol, el escritor ucraniano que murió en Moscú y que relató las aventuras de las guerras de los cosacos zaporogos contra el Reino de Polonia en el siglo XVI.

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