La burbuja hostelera en el centro histórico. Un bar por cada 60 vecinos
Comercio
La población del Casco Antiguo ha perdido un millar de habitantes en tres años, mientras que los negocios de restauración han aumentado en más de 400
El auge turístico propicia la apertura de estos establecimientos
Turismo y hostelería. Visitantes y bares. Dos sectores estratégicos en la economía sevillana que los últimos años viven condicionados por el fuerte empuje del primero. Los datos más recientes del Ayuntamiento hispalense demuestran que la actividad hostelera se ha incrementado durante un trienio casi un 80% en el Casco Antiguo, el que recorren a diario miles de viajeros. Se trata de un segmento que en los años más severos de la crisis vivió una burbuja que, lejos de pinchar, se hincha cada vez más. Desde el colectivo se defiende que, una vez superada la debacle financiera, hay una mayor “profesionalidad” en este ámbito. Sin embargo, varios analistas ya han advertido del cierre prematuro de muchos de estos establecimientos y, sobre todo, de la bipolaridad: bares para turistas en el centro y para nativos en la periferia.
España es un país de bares. Del norte al sur la hostelería se convierte en un segmento estratégico. Tanto para el ocio como para la economía. El sector ha experimentado un notable auge la última década. Las calles de Sevilla han sido testigo de ello. Establecimientos reinventados para esquivar la crisis y para aprovechar el tirón turístico de una de las ciudades que más viajeros recibe. Sin embargo, este auge no siempre viene acompañado de una estabilidad. Se abren muchos bares, pero también son bastantes los que tienen escaso recorrido en el conjunto nacional. La Federación Española de Hostelería (FEHR) alertaba recientemente de que desde 2010 más de 18.000 negocios hosteleros han echado el cierre en todo el país. Un dato, no obstante, superado por el de las aperturas.
En Sevilla el auge hostelero es más que evidente. La proliferación de negocios comenzó como respuesta a la crisis. La pérdida de empleo llevó a muchos sevillanos que contaban con algunos ahorros a abrir bares como fórmula de inversión. Pero ahora hay otro factor que propicia las múltiples aperturas: el incremento vertiginoso del turismo, una actividad que se concentra en el Casco Antiguo, donde la restauración se ha disparado hasta copar sus calles. Ahí están los datos del Ayuntamiento que lo demuestran. Como informó este periódico, en tres años (desde 2014 a 2017) el número de establecimientos que ofrecen servicios de comida y bebida se ha incrementado un 76% en la Zona de Gran Afluencia Turística (ZGAT). Tal denominación permite la apertura de los comercios del centro en Semana Santa y varios domingos de primavera. El número de bares y restaurantes en dicho enclave supera el millar, casi el doble de los que existían antes de que se activara la mencionada catalogación.
Tales cifras permiten hablar de una burbuja hostelera en toda regla. Una concentración que no es equitativa en toda la ciudad, sino que se localiza en determinados barrios, especialmente el Casco Antiguo. La alta densidad de bares se constata en el reparto poblacional. El último padrón municipal revela que en dicho distrito viven 58.693 personas. En función de los datos de la ZGAT -extraídos del Impuesto de Actividades Económicas (IAE)-, en el centro de la ciudad hay 1.002 negocios hosteleros. Se deduce, por tanto, que hay un bar por cada 58 vecinos, una media bastante alta, especialmente si se compara con la que ofreció el gobierno de Zoido en 2012, cuando la capital andaluza contaba con 4.000 negocios de restauración, lo que equivalía a un bar por cada 180 sevillanos. El dato más reciente en este sentido lo aportó el año pasado la FEHR, que elaboró un ránking según el cual Sevilla ocupaba el número 22 por número de bares. En toda la ciudad hay dos por cada mil habitantes.
Se evidencia, por tanto, la alta densidad hostelera que posee el Casco Antiguo en comparación con el resto de la capital. La trayectoria en el tiempo resulta bastante aclaratoria. La población existente en este distrito en 2014 (año en que entra en vigor la ZGAT) era de 59.721 personas. En un trienio perdió 1.170 habitantes. En el mismo periodo el número de bares aumentó en 432. Los indicadores hacen prever que el vecindario siga disminuyendo y la restauración, creciendo. La relación inversa deja claro que el turismo se ha convertido en el mayor aliciente para abrir un negocio en el centro de Sevilla. Es la clientela de tránsito la razón para afrontar una inversión media que, según la patronal del sector, supera los 150.000 euros por establecimiento. El colectivo defiende que la amplia oferta hostelera de Sevilla se ha convertido en un atractivo para visitar la ciudad y para que ésta ocupe uno de los puestos preferentes en Europa a la hora de planear unas vacaciones o una escapada.
El binomio turismo-hostelería tiene también otros efectos secundarios que conviene analizar. Por un lado, el hecho de que cada vez se abran más negocios pensados en los visitantes que en los sevillanos obliga a éstos a desplazarse a barrios periféricos para encontrar una oferta culinaria propia y unos precios más asequibles a sus bolsillos.
Por otro, esta tendencia, junto a la proliferación de los pisos turísticos, provoca que el Casco Antiguo pierda población y negocios dirigidos a la población autóctona, al estar cada vez más ideados para los viajeros. Sirva de ejemplo la larga lista de tiendas tradicionales que han echado el cierre los últimos años.
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