Aulas de edad variada: el éxito educativo en la Sevilla vacía

Otros tipos de enseñanza

El Colegio Los Girasoles fue uno de los primeros en agrupar a alumnos de diferentes cursos en una clase

El centro se reparte en tres poblados de ayuntamientos distintos

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Aulas mixtas en la Sevilla vacía / Juan Carlos Vázquez

Su nombre delata la zona en la que nos encontramos. Se llama Marisma, es una de las alumnas más altas de su clase y está practicando deporte en el patio de recreo del CPR Los Girasoles. O mejor dicho, en una de las tres sedes en las que se reparte este colegio público rural, el único que reúne tales características en la provincia de Sevilla. El primer edificio al que acudimos se sitúa en la pedanía de Pinzón, perteneciente al término municipal de Utrera. Las otros dos sedes se ubican en la pedanía de Los Chapatales, de Los Palacios y Villafranca; y en la de Adriano; de Dos Hermanas. Un colegio, por tanto, distribuido entre tres localidades distintas y que agrupa en sus clases a estudiantes de diferentes edades. Es lo que se conoce como aulas mixtas, un modelo de enseñanza que ha demostrado sus ventajas en la España vacía.

Pinzón y Adriano son las pedanías más alejadas. Se tarda unos 15 minutos en ir de una a otra por una carretera no exenta de dificultades. Como Los Chapatales, se trata de pueblos de colonización levantados en los años 60 del siglo pasado, dentro de las políticas agrarias y sociales que puso en marcha el Gobierno de Franco, las cuales sirvieron de incentivo para repoblar la comarca del Bajo Guadalquivir, tan cercana a la marisma.

Las tres pedanías han sufrido las últimas décadas la sangría de la despoblación. Una pérdida de habitantes que tiene su primera consecuencia en el sistema educativo, donde cada vez más se recurre al modelo de aulas mixtas, que agrupa en una misma clase a alumnos de distintas edades. El motivo, la merma de escolares ante la bajada de la natalidad, que empieza a dejar muchas instalaciones vacías.

Atención individualizada

Eva Pierre-Louis enseña alumnos de tres a siete años. / Juan Carlos Vázquez

Para quien por primera vez imparte docencia en este tipo de aulas tiene ante sí “un universo desconocido”. La sensación es de “vértigo”. Así lo experimentó Eva Pierre-Louis, una maestra gaditana (y de apellido francés) que pasa su primer curso en la sede que el CPR Los Girasoles tiene en la pedanía nazarena de Adriano. “Para mí está suponiendo una experiencia diferente, porque hasta ahora había dado clases a niños del mismo nivel”, refiere esta docente, que abunda en que con las aulas mixtas hay que adaptarse al nivel de cada niño, con una enseñanza que, aunque a priori pueda pensarse la contrario, logra ser mucho más individualizada que en las clases convencionales. El aula que atiende ahora la integran diez menores de tres a siete años, es decir, de etapas educativas distintas, Infantil y Primaria.

En total, este colegio suma 82 alumnos, repartidos en sus tres edificios. Cada uno los agrupa en función del número de escolares matriculados. En Pinzón, que es la pedanía más poblada, están en una misma clase los niños de Infantil (de tres a seis años), a la que se suman otras tres, distribudas por los ciclos de Primaria. En una están los del primer y segundo curso, en otra los de tercer y cuarto y en la última, los de quinto y sexto. Al menos en esta sede la diferencia de edad no llega a ser tan notoria.

Más evidente resulta ya la mezcla en la sede que el CPR Los Girasoles tiene en Los Chapatales. Aquí todos los alumnos de Infantil también se agrupan en una misma aula, pero los de Primaria ya están más concentrados: primero, segundo y tercero en una clase y cuarto, quinto y sexto en otra. El mayor ejemplo de aulas mixtas lo encontramos en la pedanía de Adriano. Esta sede cuenta sólo con dos aulas. Una de ellas está pensada para niños de Infantil y primer ciclo de Primaria, es decir, de tres a siete años, que es la que atiende Pierre-Louis; mientras que en la otra se enseña a escolares del resto de cursos de Primaria (de ocho a once años).

Los beneficios

Encarnación Valdés, directora del CPR Los Girasoles. / Juan Carlos Vázquez

Como se advirtió antes, pese a que un principio una familia pueda tener perjuicio por este modelo de enseñanza, Encarnación Valdés Jiménez, la directora del CPR Los Girasoles que lleva tres cursos desempeñando este cargo, defiende que “agrupar a niños de distintas edades en un aula resuta más beneficioso que contraproducente”. Especialmente si se atiende al reducido número de escolares que hay en ellas. En la sede de Adriano hay una con nueve y otra con diez.

Las cifras tan reducidas obedecen a los límites establecidos para dicho modelo educativo. El máximo son 15 cuando se trata de niños del mismo ciclo, si el agrupamiento abarca más edades, no deben superarse los 12 alumnos por aula. Valdés, que lleva más de 20 años formando parte de la plantilla de Los Girasoles, reconoce que hasta hace poco lo habitual era agrupar por ciclos y que la modalidad “interciclos” se implantó hace varios cursos, ante la sangría poblacional que sufren las pedanías a las que atiende el colegio.

“Cuando yo empecé a trabajar aquí, en Pinzón 500 habitantes, ahora se bajado a 400. En Adriano se ha pasado este tiempo de los 100 a los 500”, recuerda la directora. Una merma que se refleja en el ingreso de nuevos alumnos. En Pinzón este curso sólo se han matriculado dos niños de tres años, en Los Chapatales otros dos y en Adriano, uno. Un cuentagotas cada vez menos fluido en esta comarca del Bajo Guadalquivir, afectada por el fenómeno de la Sevilla vacía.

La bajada demográfica

Alumnos de Los Girasoles en la sede que el colegio tiene en el poblado de Pinzón. / Juan Carlos Vázquez

La tendencia no es nueva, sino el resultado de continuas bajadas demográficas. Hasta el año 2000 cada poblado contaba con un colegio independiente. La merma de niños llevó a agruparlos todos en un mismo centro con tres sedes distintas. Con esta medida se conseguía también que los menores de las tres pedanías estuvieran atendidos por todos los especialistas, un servicio que antes no estaba garantizado al completo. En este centro, con 14 docentes, los tutores permanecen en las sedes y son los maestros que imparten las asignaturas de Música, Inglés, Francés , Religión y Educación Física los que se desplazan entre ellas.

La enseñanza en este tipo de aulas requiere de una importante adaptación curricular previa, la cual la acuerda el equipo docente. El criterio principal es establecer en cada asignatura actividades para que todos los alumnos de una clase participen con independencia de la edad. Eso ocurre en la enseñanza que imparte en estos momentos Pierre-Louis, en la que está mostrando a niños de tres a siete años las distintas partes del esqueleto humano. Usa material manipulativo para ello y también pictogramas. “A los de Primaria se les pide que escriban los nombres de todos los huesos, a los del último curso de Infantil que escriban algunos y a los más pequeños, que los dibujen”, explica la directora del colegio. La clase se imparte sobre una zona alfombrada del suelo y en forma de semicírculo. La maestra se sienta en mitad de ellos y les acerca un esqueleto a pequeña escala, de manera que los menores puedan tocarlo.

“Es una enseñanza que enriquece mucho”, refiere Marisol López, la maestra que está a cargo de la otra aula de esta sede. En ella hay alumnos desde tercero a sexto de Primaria. Es la hora de la clase de Matemáticas. Los estudiantes están divididos por parejas de distinta edad. Se les está enseñando un ejercicio de cálculo. Utilizan materiales poco usuales en los colegios convencionales para esta asignatura: espejos, dados y fichas para que los conceptos que allí se manejan resulten más comprensibles. El libro de texto se usa como un recurso más. “El niño de menos edad adquiere un nivel de aprendizaje superior al de su curso. El que tiene más años refuerza sus conocimientos y ahonda en la competencia metacognitiva, aprende a aprender: enseña a un menor y gana en autonomía”, abunda Encarnación Valdés.

Un modelo habitual en otras provincias

La maestra Marisol López durante una clase de Matemáticas. / Juan Carlos Vázquez

En esta segunda clase, además, hay tres menores con adaptación curricular. Su maestra, natural de Castilla y León, está acostumbrada a este modelo de enseñanza. En su comunidad natal la excepción, especialmente en el ámbito rural, la protagonizan las aulas con niños de la misma edad. Tambien es habitual las aulas con alumnos de distintos niveles educativos en las sierras de Huelva, Cádiz y Granada. En Sevilla hasta ahora había sido poco común.

Los estudiantes de este colegio se matriculan en el IES Maestro Diego Llorente, de Los Palacios. “Allí superan sus estudios sin problemas ”, defiende Encarnación Valdés, que insiste en “la buena implicación” de las familias del alumnado en las actividades que prepara este centro, al que llegó hace dos décadas: “Vine y me enamoré de este tipo de escuela”.

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