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Aulas ATAL: Un puente para la integración de los alumnos inmigrantes en Sevilla

Educación

La provincia registra un nuevo récord de estudiantes extranjeros, con más de 13.000 en colegios e institutos

Hay nueve profesores que se encargan del aprendizaje del español para menores que no conocen el idioma

Aula ATAL del IES Miguel Servet, en Sevilla Este. / Juan Carlos Muñoz

El IES Miguel Servet, en Sevilla Este, es uno de los institutos públicos más grandes de Andalucía. Sus amplias instalaciones -se tarda media hora en recorrerlas por completo- acogen a 900 alumnos, una cifra bastante elevada para uno de los barrios con mayor densidad poblacional de la capital andaluza. Este centro de enseñanzas medias cuenta, desde su puesta en marcha en la década de los 90, con una importante comunidad inmigrante, de ahí que de su plantilla docente forme parte una profesora ATAL, esto es, una profesional encargada del aula temporal de adaptación lingüística. Se trata de un servicio escolar que ofrece la Consejería de Educación y Deporte a aquellos menores extranjeros con el fin principal de que obtengan un pronto aprendizaje del español y así facilitar su integración en la comunidad educativa.

Alumnado extranjero / Dpto. de Infografía

En toda la provincia de Sevilla hay nueve profesores ATAL, según detalla Sonia Sánchez, que se encarga de este menester en el Miguel Servet. Desarrolla dicha labor en este instituto desde hace 12 años. Además de este centro, desempeña tal función en otros cuatro: el IES Torreblanca, el CEIP Ángel Ganivet, el CEIP San José de Palmete y el CEIP Isbilya.

Para "optimizar el transporte", la consejería aglutina los colegios e institutos donde se presta el servicio ATAL por zonas más o menos cercanas y se las designa a un docente especializado. La media de centros por profesor se ha reducido levemente, ya que hace 10 años llegaba hasta siete. Sonia Sánchez pasa unas seis horas semanales en el Servet. Aquí atiende a cinco jóvenes, la mayoría de ellos son chinos, una de las comunidades a las que más complejo le resulta el aprendizaje del español.

El tiempo medio en que un menor extranjero que no tiene el castellano como idioma nativo tarda en asimilarlo es muy dispar. Depende de la nacionalidad y, sobre todo, del tipo de lengua materna. Una dificultad añadida para alumnos chinos y marroquíes, dos de las comunidades más importantes entre los inmigrantes asentados en Sevilla. "El objetivo mínimo es dotar a los estudiantes de herramientas lingüísticas básicas para su integración en el sistema educativo", explica Sánchez, quien precisa que, logrado dicho reto, viene "otro salto cualitativo": el manejo de la gramática y el vocabulario propio de las distintas asignaturas. "Es la fase más difícil, puesto que en las aulas ATAL pretendemos que el español no les sirva sólo como herramienta comunicativa, sino principalmente como puente hacia la integración", insiste.

La bienvenida al aula ATAL, escrita en diversos idiomas. / Juan Carlos Muñoz

La aula ATAL constituye uno de los diversos programas de la Junta para atender a los inmigrantes escolarizados, un colectivo cuya presencia ha ido cambiando en función de las circunstancias económicas, ya que las sanitarias no parecen haberle afectado, a tener de los últimos datos oficiales, en los que no se percibe una bajada por la crisis del Covid. Todo lo contrario. Las cifras más recientes confirman que los alumnos extranjeros en Sevilla baten un nuevo récord. En total, en centros públicos y concertados hay matriculados 13.227 menores procedentes de otros países. Dicha cantidad supera a la más alta que se registró la década pasada, en 2012, cuando se llegó a los 12.365.

A partir de entonces, la comunidad inmigrante perdió presencia en las aulas sevillanas, debido a dos factores: la crisis económica desatada en 2008, que había dejado sin empleo a las familias extranjeras, y la política emprendida por algunos países -especialmente de Latinoamérica- para el regreso de sus compatriotas que se habían marchado años antes. En un trienio la cantidad de alumnos extranjeros se redujo a 8.457, un volumen que ahora se supera con creces cuando todavía no se ha dejado atrás por completo la pandemia del coronavirus.

La distribución del alumnado inmigrante

Por etapas educativas, el grueso se encuentra en la Educación Primaria, con 3.578 escolares. Le sigue muy de cerca la ESO, con 3.343. En Bachillerato y FP (enseñanzas posobligatorias) las cifras se reducen a más de la mitad: 1.032 y 1.285, respectivamente, lo que evidencia la dificultad del colectivo por permanecer en el sistema de enseñanza. La red pública sigue siendo donde más presencia tienen los estudiantes extranjeros, a bastante distancia de la concertada, un desequilibrio que se convirtió en motivo de polémica por los agentes de la comunidad educativa andaluza y con el que la Consejería de Educación, años atrás, quiso acabar al intentar poner fin a las cuotas económicas establecidas en los centros de titularidad privada con concierto público.

En cuanto a la nacionalidad, los marroquíes se mantienen como el colectivo más importante, con 1.919 alumnos este curso, seguidos de los rumanos (954), que en la década pasada estuvieron a punto de hacerse con el primer puesto. Especial mención requieren los chinos y los venezolanos, casi empatados en cifras: 554 y 546, respectivamente. De los primeros, cuya presencia aumenta cada año, debe destacarse un aspecto bastante importante, ya que es la nacionalidad extranjera con mayor escolarización en centros concertados (158, casi el 40%). Y de los venezolanos ha de apuntarse el importante aumento de su alumnado en pocos años, ya que era un grupo muy minoritario en las aulas sevillanas hasta la crisis política que empezó a sufrir su país de origen.

China es la nacionalidad mayoritaria en el aula ATAL del Miguel Servet. De los cinco alumnos que Sonia Sánchez atiende, cuatro son del país asiático y uno procede de Libia. "En los menores chinos el proceso de aprendizaje del español es más largo, debido al tipo de lengua materna con el que vienen, muy diferente a la nuestra", explica la profesora que presta este servicio. La mayoría de estos adolescentes viven con sus familias en el Polígono Aeropuerto, que acoge un buen número de bazares asiáticos. Sánchez también ha percibido cómo en los últimos cursos ha aumentado la presencia de menores venezolanos, a los que ella no asiste, porque comparten lengua con los nativos, aunque no por ello dejan de presentar otros problemas de adaptación. "Vienen de un sistema educativo muy distinto", abunda.

Los centros de refugiados

Una de las características que hace especial el servicio ATAL del Miguel Servet es su cercanía con el centro institucional de refugiados de Sevilla Este, donde residen familias que han llegado huyendo de distintos conflictos o persecuciones en sus países de origen. "El año de la guerra en Siria atendía a 12 alumnos de allí", recuerda Sánchez, que asegura este tipo de aula es testigo directo de las contiendas y crisis que se originan a nivel mundial. "Ahora esperamos a los niños afganos que ya están en Sevilla, cuyo proceso de escolarización se encuentra en marcha", refiere.

"Lo bueno de trabajar con menores de centros de refugiados es que desde esta institución se facilita mucho el trabajo", asevera Sánchez, que pone como ejemplo el contacto permanente con las familias y el hecho de que allí se impartan clases de español por las tardes, lo que supone un claro avance para estos alumnos. No en vano, existe una coordinación constante entre los profesores de ese centro y el servicio ATAL del Miguel Servet. "Una relación que llega hasta cuestiones sanitarias, pues en la pandemia del Covid, al más mínimo síntoma, el equipo médico con el que cuentan les practicaba de inmediato una PCR", subraya.

Cuando un alumno accede a un aula ATAL se le realiza una evaluación para conocer su nivel de conocimientos y a partir de ahí trazar un plan de adaptación, centrado en el aprendizaje lingüístico. En este momento inicial también debe observarse el "duelo migratorio" que arrastra el menor, quien se ha visto obligado, por diversas circunstancias, a dejar atrás buena parte de su vida: su lugar de origen, su casa, parte de su familia, amigos y hasta pertenencias a las que, a su edad, se había aferrado, como es el caso de un niño georgiano que no superaba el haberse tenido que separar de su perro para venir a España.

Sonia Sánchez, profesora del aula ATAL en el IES Miguel Servet. / Juan Carlos Muñoz

Otro de los objetivos que se persigue en este servicio es el de potenciar la interculturalidad. "Estos alumnos aceptan normas sociales de convivencia, pero también enriquecen a los compañeros nativos", afirma la profesora ATAL, que pone de ejemplo la "fascinación" que causa en los estudiantes sevillanos la escritura árabe y china, de ahí que en cursos pasados, en los talleres de manualidades, se hayan realizado marcapáginas con letras de ambos idiomas. "Es un conocimiento que, de no contar con compañeros de estas nacionalidades, hubieran tenido que esperar a la universidad o acudir a otro centros para poseerlo", añade esta profesional de la enseñanza. Además, en los institutos, algunos de estos alumnos que proceden de países en guerra cuentan en primera persona cómo han vivido la situación, por lo que hacen a sus compañeros partícipes y testigos directos de la historia. "No se la tiene que contar un tercero, sino una persona que la ha sufrido en sus carnes, lo que aporta mucha experiencia a esa edad", abunda.

Para ser profesor ATAL hay que contar con una formación específica, avalada en número de horas dedicadas a la enseñanza de idiomas y la interculturalidad. Debe, además, de presentarse un proyecto y acceder a los puestos específicos de una convocatoria pública mediante concurso de méritos. Estas plazas son similares a las que se disponen en los centros educativos del Polígono Sur. Uno de los logros de los profesionales ha sido reducir la cantidad de centros que atendían, que antes llegaban a siete. En el desempeño de sus tareas también resulta imprescindible el uso de herramientas digitales, como el método CREA.

Un trabajo de todos

Pero, sin duda, una de las condiciones necesarias para que la integración del alumnado inmigrante sea realmente efectiva es la implicación de toda la comunidad educativa de los centros donde se escolarizan. Un requisito que cumple con creces el IES Miguel Servet, donde se ha prestado especial atención a este colectivo durante la pandemia. "Su directora, María Ángeles Fuentes, ha seguido muy de cerca la situación de los menores extranjeros, de tal manera que se logró que en el centro de refugiados pudieran hacer uso de los ordenadores para la enseñanza telemática", recuerda. Además, cuando el curso pasado se estableció la enseñanza semipresencial desde tercero de la ESO a primero de Bachillerato, a los alumnos de Educación Especial y a los inmigrantes fueron a los únicos, de esas etapas, a los que se les permitió la presencialidad plena para no entorpecer su adaptación.

Las clases de ATAL se intentan impartir durante las asignaturas en las que resulta imprescindible el uso del español, no así en otras como Educación Física o manualidades, donde la integración de los inmigrantes se logra de forma más natural, ya sea a través del deporte o del ejercicio plástico.

Después de 12 años desarrollando esta labor, Sonia Sánchez, una pedagoga terapéutica a la que siempre le gustaron los retos, reconoce que, "aunque a veces hay que llevarse una mochila con problemas a casa por las dificultades de integración que se originan", el suyo es un trabajo "gratificante", puesto que, a diferencia del resto de docentes cuyos logros tardan más en comprobarse, en su caso los resultados "son más rápidos". Un objetivo que se convierte en rotundo éxito cuando, además, se consigue que estos menores se "enganchen" al sistema educativo más allá de la etapa obligatoria. Es lo que ocurrió con dos jóvenes extranjeros que se titularon en una FP de administración o de Nour, alumna del aula ATAL que narró en un libro la experiencia vivida como refugiada. Una lección de superación para todos.

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