Antigua calle de La Mar, que iba a dar al río

calle rioja

Historia. Reponen el antiguo rótulo de la calle García de Vinuesa, que fue alcalde de Sevilla, derribó casi todas sus puertas, incluida la del Arenal, y fue vecino de la calle que lleva su nombre

15 de julio 2024 - 16:20

Cuatro manteros subsaharianos cargados con sus mercancías caminan como sin rumbo por la calle Harinas. Uno lleva una camiseta con De Bruyne, el futbolista belga, en el dorso. Esta calle, arteria urbana que une el barrio del Arenal con el corazón del centro histórico, está entre las calles Castelar y García de Vinuesa que anteriormente llevaron los nombres respectivos de calles de La Laguna y calle de La Mar. Mañana martes, 16 de julio, día del Carmen, festividad de los marineros, en la segunda de dichas calles, bajo su actual denominación, se colocará un rótulo con la que tuvo hasta 1874. Una iniciativa del Ayuntamiento con la colaboración de la Asociación Amigos de la Cerámica Niculoso Pisano.

¿Por qué se llamó calle de La Mar? “Porque en ella estableció San Fernando la gente de la mar, dando en ella habitación a los que vinieron en la armada a la conquista de esta ciudad”, se lee en la Noticia Histórica del origen de los nombres de las calles de esta Ciudad de Sevilla, de Félix González de León. Muy cerca, al final de la calle a la izquierda, estaban las Atarazanas. “Algunos creen”, añade este autor, “que el nombre le quedó de cuando pasaba por ella el brazo del río, que entraba por la Barqueta y bajando por la alameda atravesaba por las calles que ya se han referido en otro sitio, y salía por ésta al Arenal; pero es engaño, pues el nombre lo tomó de lo que he referido”.

¿Quién le tose a González de León en un libro que siglo y medio después reeditó la editorial Extramuros? Dice a continuación: “La calle es ancha y larga, habitada en el día por la mayor parte de botineros de pieles; hay en ella un retablo en alto dedicado a la santísima Virgen y pasa desde las gradas occidentales de la Catedral, a la puerta del Arenal”.

Juan José García de Vinuesa (Montenegro de Cameros, Soria, 1814- Sevilla, 26 de octubre de 1865) fue alcalde de Sevilla en dos periodos. El primero entre 1859 y 1864. El segundo mandato lo ejerció entre el 28 de junio y el 26 de octubre de 1865, día en el que falleció contagiado del cólera que combatía entre sus conciudadanos afectados por esta pandemia. Como fue vecino de tan señaladísima calle, desde 1874 lleva su nombre. Curiosamente, el año en el que Emilio Castelar (1832-1899) se convirtió en el cuarto y último de los presidentes de la Primera República. Inmortalizado en el callejero de Sevilla con la calle que lleva su nombre (que no pocos confunden con Castellar, la calle donde nació José María Izquierdo) y con el busto de este político gaditano esculpido por el maestro Echegoyán y que puede verse en los Jardines Cristina.

García de Vinuesa fue con su longevidad el Monteseirín del siglo XIX. Es el alcalde de Sevilla con calle más próxima al Ayuntamiento y junto a sus indudables méritos tiene en su debe municipal la dudosa honra de ser el regidor que ordenó la demolición de las murallas medievales y el derribo de la mayoría de las puertas de la ciudad. Dicen que lo hizo en aras de la higiene pública y un aire más respirable, para mitigar los efectos de enfermedades como la del cólera que se lo llevó hasta el otro barrio casi una década antes de que la calle de La Mar pasase a denominarse calle García de Vinuesa.

La calle es ancha y larga, escribía González de León. Y procelosa, podíamos añadir parafraseando a Luis Carlos Peris, porque la antigua calle de la Mar, que es la continuación de la calle Alemanes, es por donde coge el tráfico rodado, taxis y coches particulares, teniendo que alternarse con el paso del tranvía (Metrocentro) a la altura de la parroquia del Sagrario.

Esta calle que tendrá dos rótulos, el de hoy y el de antaño, es un laboratorio perfecto para pasear por el siglo XIX, ése en el que desarrollan su carrera política Castelar y García de Vinuesa. En 1850 llega desde Valdepeñas Leocadio Morales Prieto, que en la ciudad manchega tenía una bodega donde elaboraba el vino y después lo vendía en Sevilla. Con perspectiva comercial, se apuntó al milagro de convertir el agua en vino y abrió en la calle de La Mar un almacén de vinos y licores que en un siglo y tres cuartos de historia ha mantenido la tradición vinatera a lo largo de cuatro generaciones: su hijo Eduardo, sus nietos Leocadio y Eduardo y su bisnieta Reyes Morales, que además de farmacéutica se hizo cargo de la taberna en 1998. La calle reforzó su presencia manchega con la llegada en 1908 de la bodega Salazar, originarios de Almagro, la cuna de las berenjenas y del corral de Comedias que todos los años alberga el festival de Teatro Clásico.

Casi una década después de la instalación junto a la catedral del bodeguero manchego Leocadio Morales, García de Vinuesa es elegido alcalde de Sevilla. Desde 1849 ya era concejal de su Ayuntamiento. En la esquina de la calle con Harinas está la farmacia del barrio. En la cerámica puede hacerse uno una idea de cómo era la puerta del Arenal, derribada el 3 de mayo de 1861, en el ecuador de la época de García de Vinuesa como alcalde de Sevilla.

La Farmacia es de 1870, dos décadas después que Bodega Morales. Es decir, la calle puede presumir de tener una farmacia y una farmacéutica. Este establecimiento nace el año que muere Bécquer, que alguna vez debió entrar en Morales a curar las penas prosaicas con el poético moyate; el año que asesinan a Prim y viene desde Italia para ser rey de España Amadeo de Saboya.

La farmacia del Arenal, la farmacéutica de los vinos (y excelentes tapas) de Morales y una acepción insólita de la palabra botica. Hay que volver a González de León. La calle Nueva de La Laguna, que fue el nombre original de la actual Castelar, nace en 1612, todavía en vida de Cervantes. Se crea “en un sitio inmundo, y de una laguna pantanosa de que tomó el nombre la calle, que es una de las más hermosas de la ciudad”. En esa calle nace el germen de lo que sería el andalucismo como formación política, con dos alcaldes de Sevilla, Luis Uruñuela (1979-1983) y Alejandro Rojas-Marcos (1991-1995), vecino de la calle Castelar.

Durante un tiempo, en dicha calle, cuenta González de León, estuvo ubicada “la casa y oficinas de la capitanía general de esta provincia”. Ya no estaba, y se libraba de algunas habladurías por lo que el autor cuenta a continuación: “En este sitio, antes de labrarse esta calle estaban situadas las casas públicas de mujeres prostituidas, a cuyas casas llamaban Boticas. Cuidaban de ellas ministros destinados al intento, que separaban las enfermas para evitar el contagio”. Aquí no intervino García de Vinuesa. “El celo (no diré si bien o mal entendido) de muchos predicadores contra este establecimiento consiguió derribarlo”. “La calle es muy ancha, muy larga, y tirada a cordel; pasa de norte a sur…”.

Bajo los dos rótulos de García de Vinuesa y Antigua calle de La Mar se coloca Guillermo con su puesto de incienso. En una de las perpendiculares, más callejón que calle, está la discoteca Groucho, todo un clásico. La segunda presencia en Sevilla del primogénito de los hermanos Marx. La otra, con sonrisa pícara y mostacho, está en la calle Pérez Galdós en el bar Sopa de Ganso. La calle se abre a la Mar, o sea, al río Guadalquivir. Antes, termina en Arfe, apellido del orfebre leonés que hizo la Custodia que sale los Jueves de Corpus.

No hay comentarios
Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último