Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Calle Rioja
AYER me crucé en la calle Jesús del Gran Poder con el pintor Manuel Salinas. Él conoció a Paneque. Simplemente Paneque, firmó una de sus octavillas. Un héroe urbano, enjuto, con una biografía atravesada por las adversidades, y que sin embargo se convirtió en azote de traficantes y proxenetas cuando la Alameda y sus alrededores se había convertido en una de las zonas más peligrosas de la ciudad. Era Paneque amigo de los policías y defensor de los ciudadanos, parroquiano cordial en casa Joaquín. Entonces era impensable esta Alameda abigarrada llena de músicas, propuestas culturales y, sobre todo, de niños.
Ayer la Alameda se vistió de domingo (alternativo) para protestar contra la propuesta municipal de un parking subterráneo. En tiempos de Paneque, los inicios del longevo mandato de Sánchez Monteseirín, hubiera tenido más lógica, antes de la sucesión de obras que se realizaron. Como bien sabe Luis Marín Terán, arquitecto y vecino, los diseñadores del proyecto no tuvieron su mejor día cuando lo concibieron. No olvidemos, no deben olvidarlo los que ahora se oponen al parking para defender la actual Alameda, que su proyecto inicial no incluía ningún parque infantil porque sus autores lo consideraban "guetos de edad". Pobre Alameda de las sevillanas del Pali, Cinecittá de todos esos artistas del flamenco, desde Manolo Caracol a Pastora Pavón. De los toreros y las alumnas de la escuela de tonadilleras de Adelita Domingo.
Pusieron antes las meninas de Manolo Valdés que los espacios para el ocio infantil: dos parques, uno para niños y otro supuestamente para personas mayores que sin embargo es el preferido de los más pequeños. Se abrió junto al República, local que no debe su nombre al espíritu del 14 de abril que tantas simpatías despierta en esta zona, ya que inicialmente pensaron llamarle República China, pero lo veían demasiado largo. Para la noche de ayer, habría sido un nombre perfecto para recibir a esa legión de chinos entrenados por un murciano.
La polémica del parking se resume con un acertijo: cuarenta años sin niños frente a niños de cuarenta años. Llevo más de un cuarto de siglo viviendo en el entorno de la Alameda y era asiduo al cine Ideal que el verano de hace 25 años inició la última de sus temporadas. Adiós a la selecta nevería. El otro día me encontré con Carlos, el taquillero de aquel maravilloso ambigú, y me dijo que ese año aguantaron las proyecciones hasta octubre porque fue un verano muy largo. Me temo que éste, por el dichoso parking, también va a ser largo. ¿Cuarenta años sin niños? El tiempo aproximado que la Alameda permaneció como coto vedado, capo de pruebas para efímeros carnavales y mercadillos mugrientos. El lugar donde la heroica Guadalupe Tempestini se inventó hace treinta y dos años un festival del títere. Llegaron los títeres antes que los niños.
¿Niños de cuarenta años? Es la edad media de los integrantes de la nueva corporación. La Alameda era la isla de Man de Izquierda Unida, que ayer soñó con que la había reconquistado. El bulevar laico que la denominó Torrijos, aunque sea circuito preferente para los ensayos de las cuadrillas de costaleros. Frente a ese marchamo ideológico, el Gobierno del PP da la sensación de que quiere dar un golpe de mano con el parking para verificar que se ha producido ese vuelco en la gobernación del distrito en cuyo despacho la nueva delegada, Amidea Navarro, colocó una imagen del Señor de Pasión. El parking es un asunto urbanístico lastrado por un largo contencioso ideológico.
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