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"Estuve siete años en la cárcel a la espera de una extradición a España"

Pasó por las prisiones puertorriqueñas y estadounidenses más duras, se "fugó" y sufrió un envenenamiento, tras ser ordenado cura en la isla sin reconocimiento oficial

Tobaja posa ante la Catedral.
José Joaquín León

04 de octubre 2008 - 05:03

Unos le conocían como el padre Manolo y otros como el cura fatulo. Manuel Tobaja Villegas (Sevilla, 1954) ha regresado a España tras sufrir una larga pesadilla. Pasó casi siete años durísimos en prisiones puertorriqueñas y de EEUU sin haber cometido delitos. Le acusaron de cuatro casos de impostura que fueron sobreseídos, firmó un acuerdo para ser extraditado que nunca se cumplió, se fugó de una cárcel al ser inducido a salir por funcionarios y, después de una detención peliculera, fue trasladado por prisiones federales con identidades falsas. Antes de esto, Tobaja había sido un cofrade muy conocido en Sevilla, director de Isbilia, un taller de restauración de obras de arte, que se metió en líos de dinero, y fue condenado a tres años y seis meses de prisión en el año 2000. Antes de que la sentencia fuera firme se marchó a Puerto Rico, donde vivió su calvario, además de convertirse en el cura de los marginados y un líder para los presos. Ahora ha vuelto. El Estado Libre Asociado de Puerto Rico, al que ha ganado una demanda por daños y perjuicios, lo dejó en libertad y lo deportó a Madrid el 16 de diciembre. Desde entonces, ha pasado más de cuatro meses de retiro en un monasterio de La Rioja y ha vivido de forma discreta en Sevilla. Héroe para unos y villano para otros. Hoy rompe su silencio, con el deseo de cerrar las heridas del pasado.

-La versión más conocida que ha circulado nos presenta a Manuel Tobaja como un estafador que huyó de Sevilla. ¿Cuáles fueron los delitos por los que le condenaron?

-Tuve algunas sentencias menores en los juzgados de lo Penal de Sevilla por varios casos de falsificación de documento mercantil, que no alcanzaban penas de cumplimiento en prisión. La única sentencia final y firme que me impusieron en Sevilla fue por un delito de falsificación en documento mercantil, dictada por la sección séptima de la Audiencia Provincial. Me condenaron a una pena de tres años y seis meses de prisión, en el año 2000. Pero cuando fue dictada, ya me había ido a Puerto Rico. No me la esperaba, me fui por otros motivos. No es cierto del todo que huyera.

-¿Y su leyenda como estafador?

-Es cierto que tuve problemas de dinero. Pero fue instigada en Sevilla por cuatro clérigos muy influyentes, cuyos nombres no revelaré. En cierto momento, se enfrentaron conmigo por lo ocurrido en Isbilia y ACIS, y comenzaron a crear una imagen distorsionada y exagerada, que desembocó en una soterrada pero auténtica persecución, hasta conseguir sus propósitos de destruirme socialmente y desterrarme del mundo de la restauración.

-¿Qué fue, realmente, lo que pasó con Isbilia y ACIS?

-Isbilia era el taller de restauración del que yo fui fundador y director hasta su clausura. Fue muy conocido en España y Andalucía, en general, y en Sevilla, en particular, ya que llevamos a cabos numerosas restauraciones, muy especialmente, del patrimonio religioso. ACIS era una asociación de carácter fundacional, sin ánimo de lucro, a la que iban destinados los beneficios de Isbilia, para restaurar el patrimonio de entidades religiosas que no pudieran pagar las cuantías de los procesos de conservación o de restauración. Todo iba muy bien, hasta que cuatro miembros de la clerecía me empezaron a exigir comisiones para concedernos las obras de los templos a restaurar. Asimismo utilizaron ACIS para "lavar" ciertas cantidades de dinero B, cuyo origen desconozco, no sé si era particular o de otra procedencia. Además, una vez realizadas de forma gratuita las restauraciones de algunos templos, comenzaron a exigir facturas falsas, a fin de utilizarlas para conseguir financiación, como si hubiesen tenido que pagar.

-¿Por qué no denunció entonces esas supuestas irregularidades?

-Me habían dado trabajos, y yo colaboré en el blanqueo durante un tiempo. Para ellos el negocio era redondo. Pero cuando me negué a seguir con aquel "juego", me cerraron las puertas de todo.

-Cuando le acusaron de estafas, se llegó a decir que la Iglesia sevillana le había colocado en una 'lista negra' para que no le encargaran restauraciones. ¿Qué opina del trato que le dieron las autoridades eclesiásticas?

-En primer lugar, pienso que no existe una lista negra. No puedo afirmar que me sintiera, oficialmente, maltratado por la Iglesia sevillana. Sólo critico la instigación de cuatro eclesiásticos. Pero nunca hubo una declaración pública, ni siquiera una intervención judicial en mi contra, por parte de la Iglesia como institución. Incluso, cuando ocurrió todo lo de Puerto Rico, nunca se pronunció al respecto.

-También tuvo varias denuncias en los tribunales. Sería por algo…

-Debo reconocer en público que cometí irregularidades, que me llevaron a verme cara a cara con la Justicia, aunque no fue como para que me excluyeran de una forma tan radical. Me equivoqué. Sé que hice daño a algunas personas, y desde aquí quiero pedirles perdón.

-¿Y qué le pareció la reacción cuando se supo que estaba en la cárcel en Puerto Rico?

-Lo ocurrido en Puerto Rico, y la visión que aquí se dio y se ha seguido manteniendo, fue para mí algo doloroso, puesto que se quiso hacer de mí un personajillo grotesco.

-Ahí ya quedó totalmente arruinada su imagen pública…

-Sí, sobre todo porque algunos, desconocedores del fondo de lo ocurrido, han utilizado mi caso para presentarme como un pícaro. A raíz de saber que estaba en la cárcel, se propagaron bulos y falsedades. Hasta se ha publicado que en una restauración cambiamos la imagen de un Nazareno por otro, algo increíble porque en Isbilia trabajaban profesionales de primer nivel, que hoy siguen en activo.

-Algún amigo le quedaría.

-Los amigos de verdad han estado pendientes, en todo momento, de brindarme su apoyo incondicional. La verdad es que no eran muchos. Uno de ellos fue a visitarme a la cárcel en Puerto Rico. Pero hay que mirar el hecho positivo de que allá, en la isla, he ganado un grupo grande de amigos. Me llaman y escriben. Puerto Rico estará siempre presente en mi vida.

-Dice que no huyó. ¿Por qué se fue tan lejos?

-Aunque se afirmó que me fui huyendo de la Justicia española, esto no es verdad, porque aún no había una sentencia firme. El motivo de mi marcha a Puerto Rico fue doble. Primeramente, entrevistarme con una persona implicada en el asunto del "lavado" de dinero en ACIS. Hoy sé que fue una ingenuidad. Nunca debí pensar que me ayudarían a aclarar ese asunto. El segundo era la ilusión de buscar un nuevo lugar donde vivir y trabajar, empezando de cero, olvidándome de la pesadilla que vivía en Sevilla.

-En Puerto Rico no se encontró con una vida mejor, sino la cárcel.

-Esta historia es bien compleja, y no tan simple como se ha presentado aquí. Primeramente, fui imputado por cuatro cargos de "impostura", según el artículo 191 del Código Penal, entonces vigente en Puerto Rico, y por otros tantos de "apropiación ilegal", por los artículos 165 y 166 del aludido Cuerpo Legal. Todo ello ocurrió entre febrero y marzo de 2001, a cuenta de mi ordenación como sacerdote. Me decían "el cura fatulo". El día 9 de mayo del mismo año, las sentencias me fueron sobreseídas y archivadas, por falta de evidencias; además se firmó un acuerdo por el que me culpé de un delito menor para ser entregado a las autoridades federales de Inmigración y Naturalización, con el fin de ser extraditado a España, una vez que mi sentencia de Sevilla ya era firme.

-Pero no se entiende que, en ese caso, se quedara preso, sin ser reclamado y sin condena.

-El acuerdo, una vez firmado en Bayamón y refrendado por el Tribunal de San Juan, nunca se cumplió por el Estado. Me dejaron encerrado en prisión. Era como estar perdido en el limbo. ¿El motivo? Es increíble. Creo que hubo intervenciones de "altura" para presionar y que no se cumpliera el acuerdo.

-¿A quién se refiere?

-No puedo acusar a nadie en concreto. Pero sí diré que yo había estado muy cerca de cierto conflicto de poderes entre eclesiásticos de Puerto Rico. Había conocido actitudes poco ejemplares de personas con alta dignidad y responsabilidad. Esta situación es inexplicable, desde luego. Nadie me la ha explicado, ni me la explicará nunca.

-Su estancia en las cárceles de Puerto Rico y EEUU no fue tranquila. Incluso se fugó de una prisión.

-Yo no me fugué. También fue un caso increíble. Me excarcelaron, clandestinamente, pero con apoyo de funcionarios de la prisión. Me indujeron a salir de la cárcel y después me acusaron de fuga. Se ha demostrado en los tribunales. Posteriormente, vinieron los traslados ilegales por cárceles federales de EEUU, con nombres falsos, con la intención de hacerme desaparecer. Entonces llegué a la conclusión definitiva de que había una conspiración en mi contra.

-Al final le indemnizarán.

-Todo esto dio lugar a una demanda. Un tribunal de Puerto Rico ha fallado a mi favor por daños y perjuicios, y por violación reiterada de derechos civiles y humanos, a causa de las torturas físicas y emocionales a las que me han sometido durante esta rocambolesca historia. Pero yo no tengo nada contra los puertorriqueños. Al contrario, me siento boricua de corazón.

-¿Son muy duras las cárceles de Puerto Rico?

-En Puerto Rico, la situación penitenciaria es difícil. Desde los años 80 hay un enfrentamiento entre la población penal y la Administración del Estado. Existe una demanda federal, ganada por la Asociación pro Derechos del Confinado, que establece las directrices de las prisiones estatales. Pero el Estado Libre Asociado de Puerto Rico no las cumple, y eso ha generado una penosa situación. Asimismo, hay una guerra entre bandos de presos, que mantienen un estado de cierto terror en las cárceles.

-¿Y cómo son las prisiones federales de EEUU?

-En EEUU, la situación es aún peor. Paradójicamente, se violan mucho más los derechos civiles y humanos que en Puerto Rico. Las comidas son nefastas y las condiciones generales resultan infrahumanas. Mi situación no ha sido nada fácil. Pese a todo, para mí ha significado un período de luz. Rick Warren dice que "Nunca sabrás que Dios es todo lo que necesitas, hasta que Él sea lo único que tengas". Allí no tenía nada. Y las cárceles en las que he estado como recluso han sido un buen sitio para descubrir a Dios.

-¿Le ve algo positivo a su estancia en prisión?

-Aunque parezca una paradoja, y aclarando, por supuesto, que a nadie le gusta estar privado de libertad, sí puedo decir que, para mí, ha sido una bendición. La cárcel me ha cambiado profundamente. Me siento un hombre nuevo. Tengo una nueva escala de valores. A veces el ser humano necesita pasar por una situación de desierto, no sólo para encontrarse con uno mismo; sino, en el caso de los creyentes, para escuchar la voz de Dios en nuestro corazón. Además, he vivido las situaciones angustiosas de otros seres humanos, en circunstancias extremas y dolorosas. Así he visto mi vida con relatividad.

-¿Qué le llevó a implicarse en una labor social con los presos?

-Cuando ingresé en prisión, tenía dos alternativas. Una era suicidarme y acabar con aquello. Otra darle la oportunidad a Dios de que bregara con mi situación. Y decidí convertir mis circunstancias en algo positivo y creativo. Como en EEUU y en Puerto Rico se puede litigar motu proprio, es decir, por derecho propio, sin la intervención de juristas, sino uno personalmente, me preparé en Derecho, y comencé a litigar en los casos de otros compañeros confinados. Para algunos conseguí la libertad, y para otros una reducción de sentencias o reparación por derechos violados. Después creé el Club de Lectores y el de Español, y fui tutor del Área Educativa en dos instituciones. Además, con la inestimable ayuda de algunos católicos y hermanos evangélicos, fundé el Movimiento Ecuménico Luz del Mundo, cuyo carisma es el apoyo y la ayuda a los presos y ex presos .

-¿Temió que le mataran?

-Por parte de los presos, nunca. La causa por la que me he entregado, desde mi encarcelamiento, han sido y son los confinados. Sigo participando en un programa semanal de radio de Puerto Rico, a favor y defensa de los derechos de los presos. Pero sí tuve un cierto temor, pues había personas a las que les interesaba mi desaparición física, cosa que allá no es nada difícil. Sobre todo por parte de los que estaban detrás de mi obligada "fuga". Podía esperar cualquier cosa, como de hecho ocurrió, cuando intentaron envenenarme.

-¿Qué le hicieron?

-Me pusieron veneno en la comida el 9 de noviembre de 2004, por encargo. Lo pasé muy mal, estuve a punto de morir. Aquello fue muy fuerte, durísimo, una vivencia que no le deseo a nadie. Y además le costó la vida al que lo hizo. Pedí que no se tomaran la venganza, pero otros presos lo mataron. Pese a todo, el miedo no me duró largo tiempo. Dios me daba fuerza.

-¿Puede demostrar que le ordenaron sacerdote? ¿Por qué no le creyeron y le imputaron un delito de impostura?

-Fue una historia muy compleja, relacionada con ciertos conflictos de poder en la Iglesia de Puerto Rico. Pero le contesto que sí, que es cierto. Me ordenó un obispo, y lo hicieron para que asistiera a una reunión muy importante, como sacerdote. Luego hubo mucha confusión. Intentaron desacreditarme, presentándome como un timador, y quitándome toda dignidad. Mi condena fue mediática, nunca judicial. Mis casos de impostura se archivaron.

-Ha regresado a España y ha reflexionado sobre su vida. ¿Piensa quedarse en Sevilla?

-De momento, el Servicio de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos me ha restringido la entrada, al haber sido deportado, que nunca extraditado, pues esta solicitud inicial había prescrito. No me permiten volver a corto plazo, aunque iré en cuanto pueda. ¿Quedarme en Sevilla? Pues aún no tengo decidido nada al respecto. Estoy aquí arropado por el cariño y afecto sinceros de mi hermana, su marido y otros familiares, pero el futuro está abierto. Soy providencialista.

-Y, hablando de Sevilla, ¿cómo ve ahora a las cofradías?

-Para mí, cuando tenía relación con las hermandades, todo lo concerniente al fenómeno religioso alcanzaba una envoltura de arte y de belleza que, en gran manera, eclipsaba la parte espiritual e inmaterial de las relaciones personales e íntimas con Dios. Siempre me he quedado maravillado, y aún hoy lo hago, con la belleza y el gusto exquisito que hay en Sevilla para estas cosas. Pero, después de esta experiencia, ausentándome ocho años de aquí, he podido profundizar en el sentido inmaterial de lo religioso. Cuando pierde el envoltorio físico, deja de ser un fenómeno encantador para convertirse en grandioso. He comprobado que el Reino de Dios está en el corazón del hombre. Y ahí se encuentra la auténtica belleza.

-¿Ya no se considera capillita?

-Es un mundo complejo. Le puedo decir que veré la Semana Santa con unos ojos más universales. Pero sigo llevando al Dulce Nombre, al Cristo de la Vera Cruz y a la Soledad de San Lorenzo en mi cartera, si es eso lo que quería saber.

-Para que no falte nada, hasta se ha dedicado al cine después de salir de la cárcel.

-Eso es anecdótico. He colaborado como asesor artístico en la última película de Pilar Távora, Mi madre amadísima, que se estrenará en los próximos meses. Interpreto un papelito. Por cierto, hago de cura y caso a los padres del protagonista.

-¿Qué es lo que más le ha dolido de todo lo que ha sufrido?

-En realidad, en estos momentos, no siento ya las heridas que experimenté. Pero sí hubo algo que nunca entendí, y me duele. Me refiero a que ninguna de las personas e instituciones, especialmente las religiosas, que se beneficiaron gratuitamente de las restauraciones de Isbilia ha salido en defensa de ésta, ni mucho menos de mí. Es triste que nadie haya reconocido públicamente que todo no fue malo, que mucho bueno también se hizo. Decirlo es necesario, porque la vida tiene diferentes matices.

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