Un año del asesinato de Maya Villalobo en Israel: "Era la sonrisa más bonita del universo"

La joven sevillana, que hacía la mili obligatoria al tener también la nacionalidad israelí, fue asesinada durante el asalto de Hamas a la base de Nahal Oz

El enternecedor discurso del padre de Maya Villalobo: "Nos quedó pendiente ir a un partido del Betis"

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Eduardo Villalobo recuerda a su hija Maya, asesinada hace un año. / José Ángel García

Eduardo Villalobo cita a este periódico en una cafetería del mercado de Triana. Era uno de los lugares favoritos de su hija, Maya. Cada vez que venía a Sevilla, padre e hija desayunaban en este agradable café situado en un rincón de la plaza de abastos, desde el que uno puede contemplar el ajetreo del mercado desde una cierta distancia. Es el mismo sitio en el que, la mañana del 7 de octubre de 2023, Eduardo vio a través de Twitter en su teléfono móvil una noticia que decía que estaban lanzando miles de cohetes contra Israel desde la Franja de Gaza. Eran las diez de la mañana. Su hija aún estaba viva.

Maya Villalobo Sinvany, de 19 años, de padre sevillano y madre israelí, estaba haciendo el servicio militar obligatorio y se encontraba destinada en la base militar de Nahal Oz, a escasa distancia de la Franja. Su labor, junto con otras chicas de su misma edad, era la de mirar las cámaras de videovigilancia del puesto. Ni siquiera iba armada. Fue asesinada en el ataque de los terroristas de Hamas a la base. Los militares israelíes que no pudieron escapar permanecieron seis horas encerrados en la base, hasta que murieron asfixiados. Sus cuerpos se encontraron después quemados.

Pero a la hora en que Eduardo leyó las primeras noticias, Maya debía seguir con vida. La primera incursión había sido a las 6:35 de la mañana. "Yo lo primero que pensé es que iba a tener problemas para venir. Le escribí a Galit, su madre, y le dije que esperaba que no le pusieran pegas, porque si hay una situación de este tipo le podían cancelar el permiso". El permiso al que se refiere era para viajar a España el fin de semana siguiente, para celebrar el cumpleaños de Eduardo, el 13 de octubre. "Y finalmente mi cumpleaños lo pasé en el funeral de mi hija, que fue ese mismo día".

Eduardo Villalobo, en el puente de Triana, su barrio. / José Ángel García

"Octubre para nosotros siempre ha sido un mes de celebración. El 1 de octubre era el cumpleaños de Maya, el 13 era el mío y el 26 el de su madre. Y entre su cumpleaños y el mío llegó el 7 de octubre, el peor día de mi vida. El fin de semana antes había estado celebrando su cumpleaños con las amigas. Sus tres o cuatro amigas más íntimas son de la misma edad y estaban todas haciendo el servicio militar, en zonas distintas, por lo que pensaban que iba a ser difícil que se pudieran juntar. Y sin embargo, lo lograron", explica Eduardo.

Maya nació en Israel el 1 de octubre de 2004 y vivió toda su vida en aquel país, en contra de lo que se informó por error hace un año, cuando llegaron las primeras noticias de su asesinato. Pero sí tenía una bonita relación con Sevilla, donde solía venir de vacaciones y cada vez que podía. La Semana Santa casi siempre coincidía con la Pascua en Israel y aprovechaba para viajar. Y para 2024 tenía pensado estar en la Feria de Abril.

"La relación de Maya con Sevilla era estupenda. Siempre le gustaba venir. Siempre, desde chiquitilla. Y ya de más mayor disfrutaba mucho de Sevilla. Es más, puedo decir que disfrutaba de las cosas de Sevilla más que yo. En los últimos años era más cofrade que yo, y estaba deseando venir a la Feria, porque desgraciadamente no hubo oportunidad de que viniera a muchas ferias y estaba deseando venir. Porque una de sus características era que le gustaba vivir y disfrutar de la vida. Era disfrutona", recuerda su padre, que hace referencia a una serie de fotografías. En una aparece Maya de niña vestida de flamenca. En otra, más actual, está viendo una cofradía a través del canal local de Sevilla 101TV.

Maya Villalobo, de pequeña, vestida de gitana para la Feria de Abril. / Fotografía cedida por la familia

Un año después de su asesinato, "el recuerdo evidentemente es muy triste". "Tanto su madre como yo estamos vacíos, hemos perdido gran parte de nuestras vidas. Quizás a mí me gustaría recordarla tal como la ha recordado una amiga, que dijo que Maya era la sonrisa más bonita del universo. Y es así como la recuerdo, porque cualquier fotografía que cojas de Maya reflejaba esa sonrisa. Y esa sonrisa decía mucho de la persona que era. Buena, simpática, alegre, que siempre estaba pendiente de los demás. Es evidente que yo soy su padre y siempre voy a destacar sus cosas buenas, pero la gente que la conocía reflejaba de ella precisamente eso".

Cuenta Eduardo que su hija estaba "en un momento ideal de la vida". "Y esa es la gran tristeza. Quería exprimir hasta el último momento cualquier cosa de la vida. En el servicio militar les daban tres o cuatro días de permiso cada diez más o menos, y esos días quería quedar con tanta gente que no le daba tiempo. Siempre estaba muy pendiente de su familia y sus amigos, que eran sus dos pilares, y quería hacer muchas cosas. No es que tuviera la sensación de que iba a perder la vida, que es lo que desgraciadamente ha pasado, pero estaba en ese momento que hemos vivido todos de jóvenes. Su mejor momento".

Maya Villalobo, en el Torcal. / Fotografía cedida por la familia

Entre esas que quería hacer, faltó acudir a un partido del Betis. "Creo que era más bética que yo. Yo soy bético, pero el típico bético que de chiquillo era bético y tal, yo he ido al España-Malta, a un Betis-Sevilla y poco más". Ser del Betis era una forma de arraigo para Maya. "Es como si dijera aquí tengo mis cosas, tengo mi equipo de fútbol, la Semana Santa, la Feria, forman parte de mí. España no era sólo el sitio al que iba de vacaciones. Yo le contaba cuando ganaba el Betis, cuando perdía no tanto, pero ella estaba informada". Es más, Sevilla era tan importante para Maya que en uno de sus viajes se trajo a sus mejores amigas con ella.

De pequeña, Maya le hizo a Eduardo un separador de libros con escudos del Betis pintados por ella. Tras su muerte, el padre decidió repartir algunos objetos de Maya entre sus amigos más íntimos, para que siempre la recuerden y que de alguna forma se mantenga viva. "Uno de sus amigos de Sevilla es muy bético y le dije que para él iba a ser el separador. Eso era lo único que era mío, pues lo demás son cosas de Maya. Por lo tanto, es lo que más me ha costado dar. Pero quiero que lo tenga él. Además, es mi ahijado. Y una de las cosas que hemos hablado es que iremos los dos al Betis. Y será también una forma de recordarla".

/ Fotografía cedida por la familia

Otra es la creación de una cuenta de Instagram (remember_maya_villalobo) en la que cualquier persona puede ver imágenes de la vida de la joven asesinada. Su padre ha hecho una serie de pegatinas con el código QR que te lleva a dicho perfil y las pega en distintas zonas de Sevilla, sobre todo en los lugares favoritos de Maya. Hay varias en Triana, en sitios muy discretos. Y otra junto al cine Avenida, donde padre e hija acudían con regularidad a ver películas en versión original.

"No soy muy espiritual ni religioso, para mí todo se acaba con la muerte, y me cuesta pensar que Maya me pueda estar mirando pero feliz de que yo haga esto o lo otro. No tengo un Dios en el que creer y al que me pueda aferrar. No estoy en esa fase. Sin embargo, hago cosas como pegar las pegatinas y le digo 'oye, que te he pegado en el puente del Cachorro para que veas Triana'. Y voy al cine Avenida y toco la pegatina y le doy un beso, así disimuladamente".

Maya, con sus padres, el día que se incorporó al servicio militar obligatorio en Israel. / Fotografía cedida por la familia

Eduardo Villalobo sigue anclado en el día del asesinato, el 7 de octubre de 2023. "Por ahora no salgo de ahí. Sé que voy a salir porque yo he decidido vivir lo más feliz que pueda. Aunque suene fuerte o duro, podría haber tomado otra decisión y se hubiese entendido. Pero si decides vivir, quiero hacerlo lo mejor posible, aunque todavía me cuesta".

El padre de Maya es profesor de Biología en la Universidad de Sevilla y su madre, Galit Sinvany, trabaja en una multinacional del sector farmacéutico en Israel. Maya era la única hija de ambos. "Una de las cosas que tenemos claro es que somos una familia, estamos separados, pero somos familia y lo seguiremos siendo. Antes de tres y ahora de dos". Aquel 7 de octubre, los padres de la chica hablaron en varias ocasiones. Galit no había podido contactar con Maya porque ésta no tenía acceso a su teléfono mientras estaba de servicio. Todavía sin alarmarse demasiado, la madre le dijo al padre que iba a ser difícil que pudiera viajar a España porque la situación era muy complicada.

Maya Villalobo, en la Velá de Santa Ana. / Fotografía cedida por la familia

Pasó el sábado y el domingo volvieron a hablar. "Galit me dice no sabemos lo que pasa, sí que se sabe que hay mucha gente secuestrada. Yo creo que hay que tomar ventaja". Y la ventaja era tratar de beneficiarse de la nacionalidad española de Maya. Así que se puso en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores, que fue en principio algo difícil al tratarse de un domingo pero que Eduardo consiguió publicando un tuit dirigido al ministro Albares. "Llamé a la Embajada, a un número de emergencia consular, incluso a otras embajadas como la de Alemania, pero no tuve suerte. Tras ese tuit, ya se pusieron en contacto conmigo".

Llegó el lunes 9 de octubre e intentó ir a trabajar, pero no se encontraba en condiciones. Ese mismo día, la Guardia Civil le llamó para comentarle la importancia de presentar una denuncia por desaparición o por secuestro, que permitiría a los agentes ponerse en contacto directo con las autoridades israelíes e incluso cruzar una orden internacional que podía ser útil en caso de que Maya siguiera viva. "Esa denuncia después ha servido para que el proceso de reconocimiento de Maya como víctima del terrorismo sea más fácil".

Inscripción hecha por Eduardo en la playa tras la muerte de su hija. / Fotografía cedida por la familia

Habían pasado ya dos días del atentado pero Eduardo seguía pensando en positivo. "No me bajaba del burro. Me decía a mí mismo tienes que pensar que Maya está bien, que ha logrado escapar porque era una niña con muchos recursos. Físicamente era bajita, pero era muy despierta y sabía desenvolverse bien. Yo pensaba que estaba escondida y que no podía salir porque la situación seguía siendo muy grave. A veces pensaba a lo mejor está herida y puede que eso le dificulte ponerse en contacto con quien sea".

A medida que iban pasado los días, Eduardo peleaba contra sí mismo para mantenerse firme. "Maya era celíaca y, claro, ya piensas si va a comer algo que no le sienta bien. Y si va a tener agua, porque aquella zona es desértica o semidesértica. Todo eso te va minando un poco, pero me mantuve firme. Y a todo el que me preguntaba le decía 'Maya está bien, no sabemos nada de ella pero está bien".

Durante esos días de angustia, se encontró a periodistas en la puerta de su casa y en la de su madre. Hábilmente, resolvió esta situación enviando comunicados a través de la Asociación de la Prensa de Sevilla. "La gente se preocupa y quiere saber, quiere información oficial o fiable de la familia. No habladurías. Y así lo hicimos". Pero es que la propia familia tenía muy poca información, a pesar de estar en permanente contacto con Exteriores. "Las autoridades de Israel estaban en lo que estaban, no iban a comunicar nada a nadie en ese momento".

Martes 10. Se conoce que Maya no está en la lista de secuestrados y a Galit la llaman para que vaya a dar una muestra de ADN. "Yo soy biólogo, ya sabía que aquello no pintaba bien. No hay información, piden una muestra de ADN, no me gusta lo que escucho". Eduardo trata de seguir con su vida. "Intenté estar siempre solo, me sentía más cómodo. No me han faltado los familiares y amigos que venían a verme, pero necesitaba esa tranquilidad. Ese martes ya le dije a una amiga íntima que se quedara en casa y me acosté diciéndome a mí mismo que no sonara el teléfono. Curiosamente esos días no tenía problemas para dormir. Dormía quizás menos, pero dormía. Y serían las cuatro de la mañana cuando sonó el teléfono. No tuvieron que decir mucho, ya lo sospechaba. Fue una llamada de WhatsApp. Me llamaba el cuñado de Galit desde el número de ella".

Reencuentro de Maya con su padre en la estación de Santa Justa, en el verano de 2022. / Fotografía cedida por la familia

Eduardo era incapaz de llorar. "La cabeza hace lo que le da la gana. Necesitaba llorar pero era incapaz. Sentía cierta culpa porque no era capaz de llorar. Estaba bloqueado. Lo único que necesitaba era tener algo de Maya. Ella había estado en abril y había dejado algo de ropa que no le interesaba llevarse. Y me abracé a la poca ropa que tenía de Maya. Esa fue mi forma de llorar. Y luego vino otro momento muy difícil, decírselo a mi madre".

Un año después, a la pregunta de si se ha planteado por qué asesinaron a su hija, responde que tiene claro quiénes son los culpables, pero también de esto intenta sacar algo positivo. "Los culpables son los terroristas de Hamás que entraron allí. Tengo la suerte de que no sé quiénes son. He visto vídeos, pero no se les ve la cara. Allí entró mucha gente y no sé quién prendió fuego a la base. Eso me ha servido para no sentir odio, porque no tengo a quién dirigirlo. Aun sabiéndolo, creo que no lo hubiese sentido. Para mí es una ventaja, porque vivir una situación tan terrible con odio sería más difícil", detalla, y se muestra agradecido a tanta gente, desde la familia y amigos hasta los compañeros y, en general, a todos los que han estado pendiente de Maya.

Eduardo Villalobo camina solo por el puente de Triana, la semana pasada. / José Ángel García

Una de las cuestiones que le tortura es que no sabe cómo murió su hija. "Me han explicado lo que pasó, pero los detalles no se conocen ni nunca se conocerán. A veces me pongo en lo peor. Sé que le meten fuego a la sala, por lo visto utilizan algún componente tóxico y las chicas se asfixian y nos dicen que mueren en menos de un minuto. Pero y ese minuto, ¿y si no fue un minuto? ¿y si se quemó viva? Nosotros no hemos visto a Maya, no quisimos, decidimos no verla, pero su madre sí conserva la placa de identidad. Y estaba quemada. Y hubo soldados que escaparon, y algunas de las chicas también, y por qué ella no... Los psicólogos nos recomiendan que no pensemos eso, pero es inevitable para un padre".

Eduardo Villalobo se encuentra estos días en Israel visitando a su hija. Intentó ir a Israel en la Feria porque no quería estar en Sevilla, pues era precisamente a Feria a la que Maya tenía previsto venir. Pero el vuelo se canceló por los ataques de Irán. "Necesito ir a verla. Yo dejé una montañita de tierra y ahora es otra cosa", dice, mostrando imágenes del estado actual de la sepultura, en la que se ven flores, objetos y las piedras que suelen dejar los judíos en los lugares donde descansan sus seres queridos. "Lo normal es dejar una piedra con algún mensaje escrito en ella. Las amigas siempre dejan algún recuerdo. Sigue siendo una tumba, es muy triste, pero ya no es la montaña de tierra que yo dejé". Allí yace un trocito de Sevilla.

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