Treinta años de beneméritas
La mujer en la Guardia Civil
Repaso a la historia de la mujer en la Guardia Civil en tres testimonios: el de la agente de más rango, el de una de las pioneras y el de una de las últimas en llegar
Treinta años a través de tres mujeres. La de más alto rango, una de la primera promoción y una de la última, que todavía está en su periodo de eventual. La Guardia Civil celebra este año el 30 aniversario de la incorporación de la mujer al cuerpo, tres décadas en las que el papel de las agentes ha ido evolucionando conforme lo ha hecho también la sociedad. Todavía no hay ninguna mujer general en España, pero la habrá más pronto que tarde. Sólo es cuestión de que pase el tiempo y las oficiales vayan ascendiendo.
La de más alta graduación en Andalucía es Susana Espinosa, comandante jefe de la unidad de Helicópteros. Bajo su mando tiene a cuarenta personas, y las cuatro unidades de helicópteros que hay en Andalucía. Es decir, es la persona que dirige desde Sevilla todas las operaciones aéreas que la Guardia Civil realiza en la comunidad, desde los rescates en montaña hasta los relacionados con la lucha contra el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar. Ella se quita importancia. "Bueno, yo estoy al mando, pero los rescates en montaña suelen hacerlos mis compañeros de Granada y los del Estrecho los de Rota".
Espinosa no se ve con el fajín. Cuando se le pregunta si cree que puede ser una de las primeras mujeres generales de la Guardia Civil, se ríe. "A día de hoy no me veo. Me conformo con seguir ascendiendo. Las habrá pronto, pero yo sólo me planteo el siguiente ascenso. Voy pasito a pasito". Con la filosofía de Simeone, la comandante lleva 22 años en el cuerpo. Pasó cinco en la Academia, de la que salió en 2001. Siempre ha estado en el servicio aéreo, primero en la plana mayor y desde 2004 como piloto.
"Su puesto es el sueño de muchos guardias civiles", apunta otra agente, y ella sonríe. "Bueno, no sé si es el sueño o no, pero yo sí puedo decir que estoy muy orgullosa". Como lo está su hija, de ocho años, que todavía no ha dicho que quiere ser guardia civil pero que sí está encantada con sus padres. Su marido también es guardia y está destinado en Ceuta. En los 22 años que lleva en el cuerpo, "evidentemente ha habido bastantes cambios".
"Al principio se veía un poco raro que una mujer vistiera el uniforme o que pudiera pilotar un helicóptero, una motocicleta o una embarcación. Hemos cambiado, y seguimos cambiando a mejor. Todavía queda mucho por hacer, pero se nota la diferencia desde que entré hasta hoy", explica. Ella dice que jamás ha tenido problemas. "También es cierto que siempre he estado en Helicópteros y aquí todos llevamos mucho tiempo y nos conocemos muy bien. Además, es una unidad en la que todos sus componentes están porque quieren estar".
Susana Espinosa es hija de militar y decidió entrar en la Guardia Civil cuando en la Academia coincidió con varias hijas de guardias. "Me atrae más la labor de la Guardia Civil que la del Ejército". Ahora, conforme va ascendiendo, tiene que dedicar más tiempo a tareas de mando que a pilotar, que es lo que realmente le gusta a cualquier piloto. "Conforme asciendes tienes la gorra de jefe y el casco de piloto. Vas teniendo otro tipo de responsabilidades y no todo es el pilotaje".
Ha podido conocer toda Andalucía desde el aire. Cuando vio La isla mínima no le sorprendieron los planos cenitales de las marismas, pero de todos los servicios se queda con los auxilios humanitarios."“Aquí en Sevilla no he podido hacer muchos, pero en Madrid sí que estuve en una ocasión en Huesca, que es donde más rescates en montaña hacemos. Sacamos a una persona que estaba bastante mal, la conseguimos evacuar y le salvamos la vida", relata.
También cuenta la historia de un narcotraficante al que un subordinado suyo rescató en el Estrecho. "Ese hombre mandó una carta de agradecimiento. Era un narcotraficante, pero al final somos personas, y en situaciones extremas, cuando uno está malherido, no miras si eres guardia civil ni quién es quién".
En este apartado coincide con María Teresa Castilleja, Mayte, que cumplió 30 años de servicio el pasado mes de septiembre. Está destinada en la plana mayor de Policía Judicial, en la comandancia de Sevilla, en Montequinto. Es una de las agentes de la primera promoción de mujeres de la Guardia Civil.
Es la quinta generación de guardias que hay en su familia. Su hermano también lo es y entre sus antepasados hay fundadores del cuerpo, aquellos guardas rurales y carabineros que el duque de Ahumada integró en la Guardia Civil. Antes de este destino estuvo en Cataluña, en Arahal, en el Núcleo de Servicio, en el GIFA (nombre anterior del equipo antidroga, que ahora se llama EDOA).
"He participado en millones de servicios, pero de los que más me siento orgullosa es de los auxilios humanitarios. Estando en Tarragona fui a un accidente de tráfico en el que había una mujer atrapada. Yo no podía hacer nada hasta que llegaran los Bomberos a sacarla, pero le cogí la mano y le hablé. Llegó a perder el conocimiento, pero yo seguí allí dándole la mano y hablándole...".
Interrumpe un momento la narración y se emociona. "Mucho tiempo después, la mujer se presentó en el cuartel con su nieta. Dijo que llevaba dos años de cuartel en cuartel, intentando encontrarme para darme las gracias. Me dijo que creía que estaba en el cielo y estaba viendo a un ángel. Mi ayuda allí fue nada, pero ese agradecimiento es el que te llena. Eso es lo que de verdad te marca, mucho más que los kilos de cocaína que hayamos podido coger".
Tiene una hija de 13 años que quiere ser guardia civil, y a la que anima para que entre en la academia de oficiales. Ella ha vivido el enorme cambio que supuso la incorporación de la mujer. "Nunca me he sentido discriminada por ser mujer. Eso sí, había cuarteles en los que no había aseos para mujeres y había que asearse en un pequeño lavabo. O instalaciones que no estaban adaptadas, o faltaban uniformes...".
Vivió los años duros de ETA. Estaba en Calafell cuando se produjo el atentado a la casa cuartel de Vic. "No lo viví en directo, pero sí que los terroristas habían estado antes en un banco en Calafell. No recuerdo esa época con miedo. Era el día a día, sabíamos lo que había, habíamos entrado en el cuerpo con esa condición y mirar los bajos del coche cada día era nuestra rutina".
Casi treinta años después de que entrara Mayte Castilleja lo ha hecho Carmen Tirado, una agente que está realizando su año de eventual en el cuartel de Castilblanco de los Arroyos. Comenzó este periodo de prácticas el 25 de junio, pero ya ha podido comprobar lo que dicen sus compañeras sobre los auxilios humanitarios.
"A un hombre mayor de campo el coche se le gripó en medio de la carretera. Mi compañero y yo estuvimos cortando la vía y dirigiendo el tráfico hasta que llegó la grúa. Las hijas llamaban al conductor y le preguntaban si iban a por él. Y el hombre les decía que no hacía falta porque ya tenía allí a dos ángeles con él. Al final me besó hasta la mano. Ese sentimiento es tan gratificante que no puede expresarse con palabras".
Tirado tiene mucha ilusión. Dice que espera obtener un destino próximo a Sevilla, donde su novio es policía local. "Me gustaría ascender y continuar con la misma ilusión o más". Sus compañeras más veteranas le han aconsejado que disfrute y que nunca se sienta retraída por el hecho de ser mujer. "Que me ponga en mi sitio, con educación".
Es la primera guardia civil en su familia. Lo tenía claro. Se quedó fuera la primera vez que se presentó por unas décimas. "Una semana tardé en volver a coger los libros". Después de aquel disgusto, hoy se sube al patrullero de uniforme y con una enorme sonrisa.
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