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"Pensé que el tren iba a explotar"

Aniversario del accidente de tren de Arahal

Asunción Rivas Martín relata cómo fue el accidente ferroviario en el que resultó herida grave con daños medulares, hace justo un año

No ha recibido ni una llamada de políticos, Renfe o Adif en todo el año, y todavía se pregunta por qué el tren pasó por una vía completamente anegada

Carta de una afectada del accidente de tren de Arahal / Antonio Pizarro

La vida le cambió por completo hace un año, cuando el tren en el que viajaba para ver a su hija y su nieto descarriló a la altura de Arahal. Fue una de las heridas más graves en aquel siniestro. Sufre una lesión en la médula que le ha dejado secuelas que se mantendrán durante toda la vida. Puede andar con dificultad y con ayuda de una muleta. "Y eso ya fue una suerte, porque no sabíamos si iba a poder volver a caminar".

Es la historia de Asunción Rivas Martín, de 55 años y vecina de Lora de Estepa, una mujer que le ha dado mil vueltas a aquella maldita mañana de hace justo un año. ¿Por qué cogió el tren una hora antes de lo que lo hacía otras veces? ¿Por qué dejo pasar dos vagones para subirse al último, el que precisamente se llevó la peor parte en el accidente? Son preguntas que no deja de hacerse. Decisiones aparentemente intrascendentes que hoy lamenta.

Se subió al tren como hacía cada semana, en la estación de Pedrera. Venía a Sevilla para ver a su hija, profesora universitaria, y a su nieto de un año en el momento del accidente. "Ya en la estación, la persona que había en la ventanilla me dijo que había problemas con la vía, que estaba cortada, y que desde Arahal a Sevilla iban a poner autobuses". Aquello le generó la duda. No sabía si volverse a casa o subirse al tren. Llamó a su hija y ésta le pidió que viniera.

Asunción Rivas, con su pareja, Antonio Carmona, en su casa de Lora de Estepa. / Antonio Pizarro

Subió al tren de las nueve. Había llovido mucho durante toda la noche. Una hora y diez minutos después, el convoy pasaba por una zona completamente inundada. "Se había desbordado un arroyo y aquello era como un río, se veía agua a un lado y a otro del tren. Era un río caudaloso, con ramas y forraje. Ya los viajeros íbamos algo inquietos y nos levantamos para mirar por las ventanillas".

Junto a ella viajaban cuatro trabajadores de Renfe, a los que el revisor se acercó para comunicarles que iban a pasar por la vía, que ya se había reabierto. Diez minutos después el tren era un caos. "Sentí un golpe muy fuerte que me lanzó para arriba, di con el techo y luego caí al suelo. Ahí sentí un dolor tremendo en la cintura y me di varios golpes más. En ese momento todo era un caos, había mucho polvo, cristales, la puerta rota... Fueron momentos de confusión y de miedo. Y de mucho dolor".

Asunción ya no se podía levantar del suelo. "Tenía dolores tremendos en la cintura, en las piernas y los pies. Le pedí a una muchacha que iba a mi lado que por favor me levantara porque yo estaba muy mal. Muy mal. Me pude sostener en el asiento de ella y por fin pude respirar". Allí se quedó hasta que llegaron los sanitarios, por lo menos dos horas después porque la zona era de muy difícil acceso.

"Por los dos lados del tren se veía agua. Era como un río caudaloso, lleno de ramas y forraje"

De ese momento recuerda un intenso olor a combustible y el miedo a que el tren explotara. "Olía muchísimo a gasoil y la gente se salió del tren porque pensaban que iba a explotar. Yo, como no me podía mover, me quedé allí con un miedo enorme". Por fin pudo ser evacuada en helicóptero del 061. De aquel instante recuerda coger la mano de un guardia civil y pedirle que no la soltara hasta que partió la aeronave.

Sufrió una fractura en una vértebra. El hueso se introdujo en la médula y le provocó una lesión que le impide caminar sin ayuda de una muleta. Echa de menos sus paseos con el campo con su perro, Wally, que "era todo nervios y ahora ha cambiado totalmente", como si supiera lo que ha pasado. Siente impotencia al saber que no podrá nunca más alzar a su nieto y le duele no haber recibido ni una llamada de los políticos ni de los responsables de Adif y Renfe en todo el año.

Asunción Rivas, durante la entrevista. / Antonio Pizarro

"Los políticos se hicieron la foto el día del accidente, pero después a mí no me ha llamado nadie. Nadie se ha interesado por mi estado". Eso ha acrecentado su desamparo, pues todavía está pendiente el proceso judicial del accidente. El caso se archivó por lo penal, pero su abogado, Carlos Zambrano, lo ha recurrido para agotar esta jurisdicción antes de iniciar la civil. "Yo no quiero que vaya nadie a la cárcel, pero aquí ha habido una negligencia. Si se sabía que la vía estaba inundada, ¿por qué pasamos? El accidente era evitable".

Para Asunción, sólo le ha respondido la Seguridad Social, que le ha reconocido las lesiones y le ha concedido una pensión por incapacidad absoluta. En el momento del accidente estaba "en un limbo" profesional. No trabajaba ni percibía ninguna prestación. Estaba apuntada a un programa de empleo de la Junta, para el que fue seleccionada. La llamaron para trabajar estando en el hospital. Obviamente, tuvo que renunciar al trabajo. Y a buena parte de su vida.

"Doy gracias a Dios por estar viva"

Cinco meses después del accidente escribió esta breve carta que resume todo lo que siente en unas líneas: "Doy gracias a Dios por estar viva. Bien que se las doy todos los días. Cojo el tren el 29 de noviembre con toda la ilusión del mundo para ver a mi hija y a mi nieto, con la mala suerte de que hubo un descarrilamiento totalmente evitable, dadas las circunstancias de que la vía estaba inundada completamente. Esa visita se convirtió en un caos. Salté hacia arriba, volví a bajar, me golpeé una y otra vez. Pensaba en mi madre que había muerto cinco meses antes. Pensaba que eso no estaba pasando, en la sonrisa de mi nieto cuando me ve. Siento dolor, caos absoluto, olor a combustible y miedo. Ha pasado un año y me autoconvenzo y tengo una actitud positiva, pero el dolor persiste. ¿Debo dar las gracias? Veo una foto de mi hija y mi nieto y no tengo dudas. Pasará el tiempo, habrá un juicio, pero ¿quién me paga no poder alzar a mi nieto?. Me voy recuperando poco a poco. Por ello doy las gracias a mi hija que aún sufre el miedo de perder a su madre; a mi nieto, que me dio fuerzas con su vitalidad; a mi yerno, por aguantarme; a mi pareja, que me masajea los pies cada noche; a mi familia, por cuidar a mi perro; a mi pueblo, por hacerme sentir querida; y a ese equipo de San Juan de Dios, por hacer la recuperación más fácil. Pero no puedo darle las gracias a esos responsables de los que aún espero un poco de interés por mi estado".

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