Una andaluza de oro estrena un galardón de primera
La Fundación Persán destina más de un millón de euros al año a la integración laboral de cientos de inmigrantes y desfavorecidos
Sevilla/La Fundación Persán es un oasis de esperanza para cientos de desempleados que quieren ganarse la vida por sus propios medios. Sin ánimo de lucro, esta entidad busca devolver la dignidad a las personas por medio de un trabajo. Su presidenta, Concha Yoldi (Sevilla, 1954), conoce bien los contrastes de la sociedad actual y lo fácil que es pasar de la cima a la sima con tan sólo perder la principal fuente de bienestar: el empleo. Su condición de presidenta del Consejo Económico y Social de la Universidad de Sevilla le permite, además, no perder contacto con la juventud y con una institución que valora desde muy niña. “Los Yoldi somos ya seis generaciones formadas en la Universidad de Sevilla, una institución a la que quiero mucho y de la que estoy muy orgullosa. Mi abuelo paterno ganó la primera cátedra de Química Inorgánica. Y en la Universidad de Sevilla conocí a Pepe, mi marido”.
El premio que recibió en el día de ayer se debe en buena medida a su labor al frente de la fundación, de la que ella es alma máter. “La fundación nace en 2006 después de mucho tiempo de maduración. Y después incluso de que tuviéramos que esperar a un cambio de legislación para poder ayudar a la búsqueda de trabajo, una competencia hasta no hace mucho reservada en exclusividad a la Junta. Comenzamos ayudando a inmigrantes y después nos abrimos a otros colectivos”. Del Ayuntamiento de Sevilla y la parroquia de Los Remedios procedieron las dos primeras ayudas.
La gran clave en el proceso de inserción laboral son las entrevistas previas: el gran filtro. La Fundación Persán busca empleo para campos muy diversos: cocineros, cuidadores de niños o personas mayores, limpiadoras, manipuladores de alimentos, empaquetadores, trabajadores del campo, etcétera. Ahora mismo hay un motivo especial de orgullo: el funcionamiento del centro de educación especial donde se atiende de domingo por la tarde a viernes a doce jóvenes. Desde los 12 años están encauzados para que aprendan a organizarse, estudiar e incluso acceder a un grado universitario.
Yoldi posee la Medalla de Andalucía concedida por la Junta. Nunca ha dejado de ayudar de forma directa a instituciones como la Iglesia de Sevilla, comedores sociales, etcétera. Defensora de la igualdad en todos los ámbitos, de la libertad de las mujeres para alcanzar los máximos cargos en la sociedad, usuaria de las redes sociales, con fuerte arraigo en las tradiciones de su tierra, de hábitos y aficiones sencillos y de escasos lujos.
Yoldi se caracteriza ante todo por su sencillez en su forma de ser y en la gestión. Se trata de una andaluza que ejemplifica a la perfección el aserto que reza que cuanto más importante es una persona, más fácil es acceder a ella. Quizás una de sus mayores satisfacciones es el escaso número de incidencias a la hora de buscar empleo a las personas que se acercan a la fundación. Por eso es fundamental la entrevista previa. La base de datos de los demandantes de empleo es de alta fiabilidad.
No se da importancia, no se parapeta tras los visillos de la influencia. A Yoldi se la puede ver cómo disfruta haciendo un guiso para un encuentro familiar y al día siguiente está recibiendo a Felipe VI en las instalaciones de Persán. Esta empresaria y alta directiva disfruta con esos contrastes. Su mayor seguridad se la proporciona la familia.
Recibe cientos de peticiones de ayuda de gente necesitada, parroquias que se han quedado sin recursos, instituciones benéficas que ya no dan más de sí. Una vez fueron a buscarla a Persán para solventar una situación extrema. El peticionario oyó cómo uno de sus colaboradores le anunció su llegada. Y ella musitó: “Si podemos, se le ayuda”.
Lleva a gala ser la hija de Conchita, que así es conocida su madre, y de don Francisco Yoldi Delgado, un químico que se forjó en la empresa familiar de Persán, fundada por el abuelo materno de Concha y la familia Santos.
Con la Fundación Persán se ha volcado, entre otros fines, en la búsqueda de trabajos dignos para las mujeres. Ella siempre destaca que la ley sólo ofrece contratos marcados por la falta de garantías y unas indemnizaciones muy pobres para las empleadas del hogar. En la fundación se forma a las mujeres, se les orienta, se les ofrece material de trabajo y se las cuida.
La fundación que preside mueve un millón de euros para fines estrictamente sociales, una joya de la corona de la asistencia social en tiempos de fuertes crisis. Otras veces se le oye destacar que ella prefiere restaurar personas antes que cuadros o campanarios. Tiene claro que el dinero se gana con la cabeza y se gasta con el corazón. El dinero sirve para ser libre siempre que previamente se tenga una forma de ser libre, porque hay mucha gente con dinero que rema a diario en las galeras de sus debilidades. Esta Yoldi es libre porque necesita poco y porque ha vivido con intensidad desde que nació en la misma fábrica de Persán, donde sus padres tenían un chalé, ya demolido. Sus aficiones son de bajo coste. Entre ellas, hacer punto por las noches mientras la televisión emite una serie.
Hay quienes recuerdan la cantidad de ropita de punto que esta Yoldi ha regalado a los hijos recién nacidos de los trabajadores de Persán. El chalequito de punto es la máxima condecoración que ella puede regalar, porque en ese obsequio se conjugan el tiempo personal dedicado y su creatividad, valores que no tienen precio y que son los que, precisamente, la gente se quiere ahorrar cuando tira de una lista de regalos predeterminada.
Vive con intensidad las fiestas, siempre desde una perspectiva familiar. Hay un hecho hermoso que revela su arraigo con las traficiones. Ella era una niña cuando sus generosas trenzas sirvieron para colocarle pelo natural a la Virgen de la Soledad de la Hermandad de San Buenaventura de Sevilla.
Cuando era la jefa de compras de Persán y tocaba recibir a un vendedor, Concha se maquillaba especialmente. Hay quien dice que, en realidad, se aplicaba “pinturas de guerra”. Aún se recuerdan sus dimes y diretes con Ramón Ybarra Llosent, que abastecía de botellas de plástico a la compañía por medio de la sociedad Cydeplas. A Concha no le convencían los envases. Aquella empresa fue comprada por catalanes y las funciones comerciales fueron asumidas por un directivo exento de seny que sacaba de quicio a esta sevillana. Hasta que un día fue el último: “Mire, ni Ramón Ybarra antes ni usted ahora me solucionan los problemas con las botellas. No nos entrevistaremos más. Pero al menos con Ramón, que es mucho más agradable que usted, me reía y me ponía al día de las cofradías, sobre todo, de la Candelaria”.
La única afición cara de esta empresaria hoy consagrada a las obras sociales son los corales que le regala su marido. Viaja en AVE como cargo de la Hispalense en clase turista, las comidas familiares se organizan en casa y las viandas de un tentadero de fin de semana de El Parralejo se preparan a mano. Nada de contratar un cáterin ni a camareros profesionales, sino patatas con chocos elaboradas por ella misma. Desde los toros a las vituallas son de casa, no se externaliza nada.
Se casó cuando aún le quedaban seis asignaturas de Económicas por cursar. Sabe dirigir a trabajadores y también rendir cuentas a un ejecutivo de la compañía. Su compromiso social le hace saber hasta qué punto las necesidades primarias se han disparado y lo seguirán haciendo por la crisis del coronavirus. Cuando son los sacerdotes quienes piden ayuda, delega en su marido. Pepe podría ser considerado como el patrono de las sotanas de la Fundación Persán.
Como presidenta del Consejo Social de la Universidad de Sevilla le asignaron un despacho. “¡Pero esto es enorme!”, dijo muy sorprendida. Concha siempre ha estado a favor de la igualdad en el mundo de las cofradías, siempre ha defendido que haya nazarenas en todas las hermandades y siempre ha tenido claro que ella jamás saldría en una cofradía, pero es partidaria de que la mujer decida en libertad. Con su ciudad y con las cofradías ejerce el espíritu crítico de quien ama de verdad las cosas.
Nunca deja de cultivar el contacto con la gente joven. Le gusta estar muy pendiente de la actualidad. Una vez regresó de sentarse a despachar con el Rey como patrona de la Fundación Princesa de Girona y se puso a cocinar. Otro día se cayó al fallar una silla en el convite de una boda y pidió levantarse sola. En un instante estaba como si nada hubiera ocurrido. Una andaluza con raza que sabe como pocas de las adversidades de la vida.
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