Los almacenes de Las Razas, un patrimonio histórico por descubrir
El muelle de Tablada es un singular conjunto industrial que cuenta con piezas desconocidas para los ciudadanos como los jardines de arrecife o los tinglados
El muelle de Tablada alberga uno de los patrimonios industriales más interesantes de Sevilla, lo que sin duda es una ventaja en el desarrollo de un proyecto atractivo para turistas y ciudadanos, pero también una responsabilidad que se debe tener muy en cuenta a la hora de intervenir en el espacio.
Como indica el especialista en patrimonio industrial y profesor en la Escuela de Arquitectura, Julián Sobrino, "cualquier proyecto tendrá que tener en cuenta el sentido unitario de las infraestructuras portuarias, desde el edificio de la Comandancia de Marina hasta el último de los almacenes de la avenida de Las Razas".
En concreto, en este espacio, destacan dos conjuntos de edificaciones: los llamados tinglados situados junto al río y la banda de almacenes que transcurren en paralelo a la avenida de Las Razas y que son bien conocidos por los sevillanos.
Los tinglados fueron diseñados por el ingeniero José Luis de Casso Romero para sustituir los barracones de mercancías realizados en madera que existían con anterioridad. Según las investigaciones de Sobrino, es una obra enmarcada en las reformas del Puerto de Sevilla realizadas entre 1909 y 1927, según proyecto de Luis Moliní, e iniciadas con la Corta de Tablada. Este muelle fue proyectado por José Delgado Brackenbury.
La construcción se inició en 1925 y se inspiran directamente en los antiguos tinglados del muelle de la Torre del Oro construidos y diseñados por Pedro Pastor y Landero en 1867. "Es una arquitectura de ingenieros de gran calidad tanto constructiva como ambiental, en una línea estructuralista de gran interés", indica Sobrino.
Los tinglados son un conjunto formado por diez grupos de naves triples (adosados de tres en tres) y sin cerramiento exterior. La estructura es de hormigón armado sobre pilotes de cimentación del mismo material, con cubierta de chapa ondulada. Los pórticos tienen 12 metros de luz sobre pilares de 7,5 metros de altura enlazados por un arco parabólico de 2,5 metros de flecha. Los forjados son de viguetas de cemento con voladizo al exterior sobre las que se articulan las armaduras de cubierta realizadas a partir de unas placas curvas de hormigón de 8 centímetros de espesor, tal como consta en la descripción de las fichas de estudio de Sobrino.
Respecto a los conocidos almacenes de Las Razas están íntimamente ligados a la Exposición Iberoamericana de 1929. De su diseño son responsables Vicente Tráver y José Granado de la Vega y llegaron a servir como pabellones a repúblicas americanas que no tenían medios suficiente para construir un edificio propio, algo así como la Plaza de América en la Expo 92. Eso sí, para su diseño se partió de la idea de que luego se reaprovechasen para la actividad portuaria, algo que indica la modernidad y el buen hacer de sus responsables.
Posteriormente, en 1938, los almacenes de Las Razas experimentaron una ampliación hacia el sur que corrió a cargo de José Buiza y Fernández Palacios, aunque esta vez se eliminaron (quizás por la precariedad en tiempos de guerra) las decoraciones cerámicas de Mensaque y las piezas de barro cocido que adornan las fachadas de los más antiguos.
Sin embargo, para Julián Sobrino uno de los aspectos patrimoniales más singulares de este conjunto son los "jardines de arrecife" que se encuentran en el interior del conjunto, de los que quedan algunos vestigios pese a las sucesivas transformaciones. Estos jardines son una "singularidad paisajística" directamente enraizada en la jardinería sevillana del siglo XIX.
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