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La alfombra roja de los Goya: una mantilla desestructurada y una cabeza de gato

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La cabeza de gato (o animal similar) que se pudo ver en la alfombra roja de los Goyas. / D. S.

Yo les tenía preparado para el arranque de este lunes una loa sobre San Valentín y sus muchas cursiladas empalagosas. Pero me veo arrastrado por la actualidad más acuciante. No, no se asusten. No les voy a hablar sobre los resultados electorales en Castilla y León, que ya saben que en esta sección la política sólo la abordamos desde la epidermis (por seguir con la cursilería). El motivo del cambio en este empiece no es otro que lo visto, escuchado y sufrido el pasado sábado en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia, que acogió la 36 edición de los Goya (ahórrense los premios a partir de ahora).

Empecemos por la gala en sí. Les confieso que no fui capaz de verla (o soportarla) entera. Caí rendido en los brazos de Morfeo cuando el presidente de la Academia de Cine llevaba cinco minutos pronunciando un discurso tan monótono y falto de emoción que por primera vez en muchas noches no tuve que recurrir a medicación alguna para conciliar el sueño. En ese momento, cuando ya había transcurrido hora y media de una ceremonia aburrida y soporífera, se me cerraron los ojos y sólo logré despertar al oír a Luz Casal cantar Negra Sombra, ese clásico de la música gallega, con letra de Rosalía de Castro y que se eleva al infinito en una de las mejores voces que ha dado este país.

La gala tuvo momentos musicales muy desiguales. Lo de Casal y la reaparición de Joaquín Sabina fue de lo mejor. No así el fallido intento de espectáculo musical del inicio, que sólo pudo salvarse por unos segundos con la actuación de Bebe. La versión de Libre, de Nino Bravo, estuvo a la altura de una fiesta de fin de curso escolar. Un arranque de lo más cutre, por mucha pirotecnia que se gastara en los minutos previos. La actuación de C. Tangana tampoco colmó la expectación creada. Defraudó. El cantante, que provocó un auténtico cisma en la Primada de Toledo con su videoclip, se vio ensombrecido por su compañera de dueto, Rita Payés, que se llevó todo el protagonismo sonoro y visual del tema Te venero (se ve que al artista le ha dado por lo místico en sus últimos títulos).

Eduardo Casanova no pasó indiferente con este modelo sin género con el que acudió a los Goyas. / D. S.

Y en cuanto a la alfombra roja, pues intentaré ser benévolo, que no quiero irritarme un lunes con tales enojos. Uno es consciente de que desde hace años, incluso décadas, este tipo de desfiles ante el photocall están más pensados para llamar la atención que para ser referentes de la elegancia (término en peligro de extinción). Por allí vimos de todo. Una auténtica fauna, con cabeza de gato incluida. Pero si he de quedarme con algún modelo, ése es el lucido por Jorge Motos, nominado a actor revelación y que eligió un conjunto de chaqueta y pantalón diseñado por Palomo Spain.

La verdad es que me pareció de lo más acorde con los nuevos tiempos, especialmente con la tendencia gastronómica de deshacer en un plato las comidas de siempre. A Jorge Motos y a Palomo Spain hay que agradecerles que hayan inventado la mantilla desestructurada, ya que las piezas que componían el traje estaban envueltas en un encaje similar a la prenda que lucen las mujeres llegada la Semana Santa.

Aunque mi siempre dilecto Paquili, bordador y artesano sevillano, me realizó una observación al respecto que constata que en la moda, como en tantos otros aspectos de la vida, todo es cíclico. Está inventado. El artista nacido en el Cerro del Águila ya llevó en 1985 un esmoquin con pantalón de encaje en unos premios de moda. Y es que después de los 80, en cuestión de innovación y romper con las reglas de lo clásico, llueve sobre mojado (aunque últimamente no caiga una gota). También debemos dejar hueco para el buen gusto, que lo hubo, pero en pequeñas dosis. Me quedo con Penélope Cruz, vestida por Chanel; y Cate Blanchett, con un elegantísimo vestido de Armani.

Jorge Motos y su traje diseñado por Palomo Spain. / D. S.

Y ahora les retomo este Rioja y Oro donde lo había dejado antes de la última gala de los Goya llegara a nuestras vidas. Si hay un día empalagoso en el calendario comercial, ése es sin duda el 14 de febrero. A éste que les escribe le entran auténticas náuseas cada vez que observa cómo los escaparates de tiendas, confiterías y establecimientos de la más variopinta necesidad se colmatan de corazones, flechas de Cupido y otras cursilerías varias. Lo cierto es que, muy a mi pesar, en este resumen semanal de la prensa rosa no podemos pasar por alto el notición que adelantaba la revista Lecturas hace escasos días y que nos habla del amor que podría estar naciendo entre dos de los famosos más importantes de este país.

El futbolista Iker Casillas (en otro tiempo marido de Sara Carbonero) y la influencer sevillana Rocío Osorno parece que son más que amigos, según la citada publicación, que asegura que la relación sentimental ya está consolidada. Este anuncio ha vuelto a poner el foco mediático en la capital andaluza, después de que Cayetana Rivera hiciera público a principios de febrero su noviazgo con el empresario Manuel Vega. Y, para qué nos vamos a engañar, el notición nos distrae en un seco invierno (dense una vuelta por el campo y lo comprobarán), que suma días a un año cuyo arranque no ha estado nada mal para el mundo del corazón (y otras vísceras).

Debemos recordar que ambos están separados. El futbolista contrajo matrimonio con la reportera Sara Carbonero, a la que también se le ha relacionado con Kiki Morente, cantaor y padre y hermano de cantaores. Al que, por cierto, se le pudo ver en el último capítulo del programa Caminos del Flamenco, que emite La 2 la noche de los martes (no dejen de verlo, aunque como un servidor, no tengan ni pajolera idea de este género musical).

De ingeniera agrícola a diseñadora

Y de Rocío Osorno poco hay que añadir que no se haya contado ya. La sevillana estudió Ingeniería Técnica Agrícola, pero pronto descubrió su interés por el diseño, una pasión que llevada a las redes sociales la involucró en la profesión de moda: influencer. Toda prenda que exhibe en sus fotos se convierte en viral (nombre horrible donde los haya). Su boda fue una de las más mediáticas de 2019, cuando contrajo matrimonio con un hombre de apellido compuesto (que tanto gusta por estos lares), Jacobo González-Robatto (conocido como Coco), portavoz y senador de Vox, y a quien, por cierto, se le ha podido ver en una promoción del partido de las tres letras en tierras castellanoleonesas con tirantes, pecho descubierto, gorra y atavío propio de la serie Peaky Blinders (a estas alturas no nos vamos a sorprender de nada en la política).

Coco, el ex marido de Rocío Osorno, con gorra, tirantes y pecho descubierto. / D. S.

Pero mi alusión a Rocío Osorno no sólo era para hacerme eco de su supuesto romance con Casillas (incluida la escapada a París), sino que, como en este rincón también echamos un vistazo (aunque sea de reojo) a la moda, no pierdan la oportunidad de entrar en el perfil que la diseñadora sevillana posee en las redes sociales para comprobar que ha vuelto una prenda que es todo un clásico: el corsé. Sí, como lo leen, ese artilugio que Mammy apretaba hasta cortar la respiración de Escarlata O'Hara en Lo que el viento se llevó y que tanto ciñe la cintura (adiós a las comodidades pandémicas) se ha colado otra vez en los vestuarios de quienes marcan tendencias y diseños. Un elemento que convirtió en icónico Madonna en sus innumerables actuaciones y al que cantó en suelo patrio Antoñita Moreno con El cordón de mi corpiño.

Aunque si quieren dejarse de apreturas y ser más prácticos, aprovechando que estamos en San Valentín (les sigo recordando mi animadversión a la fecha), pueden regalarle a su pareja (o darse un capricho si carecen de compañía sentimental) uno de los productos estrella de la temporada: el quitapelusas eléctrico. Ya sé que el nombre no es nada glamuroso, pero qué quieren que les diga, su uso está triunfando entre los denominados fashionistas (no tiene nada que ver con ser facha), es decir, los apasionados de las últimas tendencias. Es un aparato eléctrico, de pequeñas proporciones, que deja las prendas -especialmente las de lana- libre de toda pelotilla inoportuna que aparece con el paso del tiempo. Un objeto muy demandado en las plataformas comerciales y con un precio muy asequible, no más de 13 euros.

Harry y Meghan Markle luciendo el modelo diseñado por Stella McCartney el día de su boda. / D. S.

Y para terminar este repaso, como ya se acerca la primavera y con ella el mayor periodo de bodas, les traigo la última novedad en vestidos nupciales: el de Meghan Markle, que ha servido de referencia para un modelo que ha sacado al mercado Zara Novias. Se trata del conjunto que lució la esposa de Harry (nieto de la Reina de Inglaterra) tras el almuerzo ofrecido con motivo de su enlace con el hijo del Príncipe de Gales y Lady Di en 2018. Se trata de un conjunto diseñado por Stella McCartney (hija del famoso componente de los Beatles), de estilo sobrio, sin cola ni velo y con un tejido flexible que destacaba la estilizada silueta de la novia. Pues tal componenda está de última.

Así que ya saben, si están pensando pasar por el altar, miren siempre a las bodas de Inglaterra, donde, por cierto, su soberana ha anunciado que cuando su hijo la suceda en el trono Camilla Parker Browles será reina consorte. Esto pide capítulo aparte, que por hoy ya van muy bien despachados.

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