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Un aldabón para abrir el Alcázar

calle rioja

Galardón. El arabista extremeño Rafael Valencia fue reconocido por la Federación de Casas Regionales y Provinciales en puertas del encuentro anual 'España en Sevilla'.

Un aldabón para abrir el Alcázar
Francisco Correal

03 de octubre 2014 - 01:00

TARDÓ muy poco en utilizar el aldabón, una reproducción del que abre la puerta del Perdón del patio de los Naranjos. Rafael Valencia, galardonado por la Federación de Casas Regionales y Provinciales con ese elemento simbólico, pasó de la solemnidad a la acción. Se convirtió en el mejor guía del Alcázar. En cuestión de segundos, pasó del Salón del Almirante, a espaldas de la casa del asistente Olavide, a abrir figuradamente con el aldabón la puerta del palacio de Pedro I, rey que, como Valencia, sabía árabe. "Con él empezó a usarse el nombre de Andalucía".

El aldabón de Rafael Valencia es el pórtico de una nueva edición de España en Sevilla, el encuentro anual de las Casas Regionales y Provinciales que abre sus puertas en la Plaza Nueva el próximo día 10. José Antonio Carrizosa, director de Diario de Sevilla, glosó la figura intelectual y académica de Rafael Valencia (Berlanga, Badajoz, 1952): "La infancia es la patria del ser humano, como dijo Rilke".

Igual que las quince mil personas que forman parte de este movimiento asociativo, el profesor Valencia tiene la doble nacionalidad. "Berlanga es mi tierra natal, Sevilla mi tierra vital". Un destino en zigzag: estudió Árabe en Barcelona, dirigió el Instituto de Cultura Hispánica de Bagdad que fundó Emilio García Gómez, ejerció la docencia en Tucumán justo cuando empezaba su mandato de gobernador Palito Ortega.

Rafael Valencia le regaló a su hijo cuatro casas regionales, la ascendencia de sus cuatro abuelos. Reivindicó el mestizaje como "riqueza cultural". El mismo que está presente en el Alcázar, fortaleza de monarcas e incluso refugio de la Junta Central cuando sus miembros fueron expulsados de Madrid en 1808: "El mejor conjunto de políticos de la historia de España gobernando una nación destrozada".

Antonio Doménech, presidente de la Casa de Melilla y de la Federación, destacó que Valencia sea el primero en recibir este galardón. Un aldabón que, como recordó el premiado, abría las puertas de la antigua mezquita en esta superposición de culturas y civilizaciones. Legado de hombres y mujeres que como los componentes de las Casas Regionales y Provinciales mostraron una inquietud que les llevó a buscar mundos mejores.

El arabista, director de la Academia Sevillana de Buenas Letras, "lo que le convierte en un ilustrado" como recordó Carrizosa, nunca se ha ido de Berlanga, esa patria chica tan grande situada entre dos cuencas fluviales, entre Azuaga y Llerena. Donde descubrió la globalización cuando hizo un viaje en coche Berlanga-Bagdad que suena al París-Tombuctú del Berlanga cineasta. "No es el camino más largo que ha hecho uno de Berlanga o de Azuaga, hace quinientos años fueron un poquito más lejos".

Un trasiego, cruce de caminos que jalonan los perfiles europeo, americano y oriental de Sevilla. Una ciudad, dijo el arabista, que siempre ha vivido los vaivenes de la alabanza y el vituperio. Clichés que convirtió en materia científica cuando dedicó a los refranes de la Sevilla árabe su discurso de ingreso en la Academia que ahora preside. "Muchas veces se juega con el tópico de que vivimos en una sociedad desarticulada, que no hay integración civil, que prevalece la individualidad". Las cofradías, las casas regionales, las peñas flamencias o las academias desmienten ese supuesto.

El acto contó con la presencia institucional de dos representantes del Ayuntamiento, Javier Landa, primer teniente de alcalde y responsable del Alcázar, y Beltrán Pérez, séptimo teniente de alcalde y delegado de Participación Ciudadana, área en la que las casas regionales y provinciales se mueven como pez en el agua. "Es un movimiento que pide muy poco para lo que ofrecen a la ciudad", dijo Beltrán Pérez. "Hacen más Sevilla, hacen más sociedad, más participación".

Acudieron Luis y Manuel Valencia, hermanos del arabista, su sobrina María y su amiga y discípula Dolores López Enamorado, directora del instituto Cervantes de Casablanca, que se reencontró con su profesora Rocío Carande. El latín y el árabe hermanados bajo la asistencia de Olavide.

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