Historias del barro
Sesión de terapia con alcohólicos y drogadictos
Varios alcohólicos en rehabilitación de la asociación AR La Rinconada relatan las experiencias que les llevaron a pedir ayuda especializada
Ahora que se cumplen cien años del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, cualquier lector despistado que se quede sólo con el titular de esta crónica, sin fijarse demasiado en las fotografías, puede pensar que se trata de un reportaje sobre el aniversario del fin de la contienda, en la que miles de soldados de más de una decena de países lucharon en el fango durante meses. Los protagonistas de esta historia no llevan bayoneta, mosquetones ni polainas, pero todos han vivido sus particulares Verdún, Somme, Marne o Galípoli.
Todos han salido de esas batallas con secuelas y todos viven alrededor de la trinchera que supone para ellos la terapia de rehabilitación. Son adictos al alcohol y a otras drogas, que se reúnen cada semana en la asociación AR de La Rinconada, donde se trabaja duro para no volver a caer en el barro, como ellos mismos llaman al pozo que supone el volver a beber o a consumir drogas.
AR lleva casi veinte años en esa lucha. Actualmente atiende a medio centenar de personas, incluidos las parejas y familiares de los enfermos. Lo hacen en tres grupos, en reuniones que se celebran los lunes, los miércoles y los viernes. Los del lunes están en la fase de desintoxicación. Son personas adictas que han dado el paso de dejar de consumir. Cada adicto es distinto, pero por regla general esta fase suele prolongarse durante seis meses.
No suele haber un adicto a una sola sustancia, sino a varias. Aquí se tratan principalmente a alcohólicos, pero es muy frecuente que los enfermos de alcoholismo también tengan adicciones a drogas como la cocaína. Es el caso de Juan Núñez, terapeuta de AR, que tardó varios años en darse cuenta de que su problema no era tanto la cocaína como el alcohol. “Si no consumía alcohol todo iba bien. Si me bebía dos cervezas, ya tenía ganas de meterme una raya”. Hoy se dedica a sacar del barro a otros que siguieron su mismo camino.
Todos hablan en presente. Se consideran adictos en rehabilitación. Nunca dicen yo fui alcohólico. Lo serán hasta que mueran, y cuanto antes lo asuman mejor. Saben que no pueden tomar ni siquiera una cerveza sin alcohol, y así se lo explican a los que llegan. Juan Núñez se encarga de evaluar a los miembros del grupo de desintoxicación para que puedan pasar al segundo nivel, el de deshabituación, cuya terapia se celebra los miércoles y dirige Agustín Santiago Agustín. "Capicúa", bromea.
Esta segunda fase es la de reeducación. En ella se enseña a los participantes una serie de modales o de hábitos fundamentales para que la terapia llegue a buen puerto. "Desde colaborar en las tareas de la casa hasta hablar bien delante de los niños. Se trata de ir eliminando una serie de comportamientos insanos".
El tercer grupo es el de los viernes, el de adictos y coadictos. A la reunión asisten no sólo los enfermos sino las parejas y los familiares, que sufren la adicción de su ser querido. "Son nuestros policías", dice Juan, las personas que aportan una información fundamental para que pueda evaluarse verdaderamente al adicto. Se les confronta con sus familiares para saber si lo que han dicho en los grupos de terapia es cierto o no. Las otras dos sesiones se celebran con las sillas dispuestas en círculo. Ésta no, ésta es como una clase, todos en línea para enfrentarse directamente a su familiar, mirándole a los ojos.
AR, que celebra este domingo el IX Congreso Provincial de Alcohólicos Rehabilitados, invitó a este periódico a asistir a una de las sesiones de terapia. El pasado lunes, varios enfermos que acuden a esta asociación de San José de la Rinconada relataron sus historias personales. No pasaron un rato agradable, pero saben que contando sus experiencias ayudan a dar la voz de alarma ante la existencia de un problema que la sociedad parece dejar de lado, y contribuyen a hacer visible el trabajo de una asociación que es completamente gratuita y que está muy agradecida al Ayuntamiento de La Rinconada por la cesión del local en el que se reúnen.
Todos los participantes en la reunión, incluidos los terapeutas, son adictos, principalmente alcohol, pero también a otras sustancias como la cocaína o la heroína. Coinciden en que no hace falta emborracharse para ser alcohólico. Hay quien puede serlo bebiendo sólo unas cuantas cervezas o unos vinos.
También saben que alejarse de la terapia de rehabilitación es comprar boletos para una casi segura recaída, por muchos años que uno lleve sin probar una gota de alcohol, y que para ellos volver a beber ocasionalmente puede funcionar durante dos o tres meses, pero al final acabará de nuevo atrapado en el barro.
Todos comienzan su intervención presentándose con su nombre y declarándose enfermos en rehabilitación. Como si fuera un mantra que nunca jamás deben olvidar. “Buenas tardes, soy José y soy un adicto en rehabilitación”. “Buenas tardes, José”, le contestan sus compañeros. Comienzan historias duras, de personas que perdieron sus casas, sus matrimonios, a sus hijos y casi sus vidas por su adicción al alcohol.
Una de las más fuertes es la de Emilio Medina, fundador y responsable de la asociación AR. El alcoholismo influyó decisivamente en un cáncer que le destruyó el estómago y el bazo. "No me cansaré de contar lo mal que lo he pasado. Así llevo 27 años. Yo bebía desde niño, veía a mi padre en la tasca y mi madre me mandaba a comprar vino que yo me bebía por el camino". El alcoholismo estuvo a punto de acabar con su matrimonio y destrozó su carrera profesional como representante. "Llegó un momento en que no era apto para trabajar". Desde entonces es pensionista y se dedica a sacar a la gente del barro.
Jesús cuenta que comenzó a beber en la botellona y a coquetear con la droga. "Y así llevo veinte años. Te vas metiendo cada vez más en el barro hasta que te das cuenta de que no hay forma de pararlo. Venir aquí me ha servido para abrirme en canal". Se queja de la presencia del alcohol en la vida cotidiana. En la publicidad, en las celebraciones... Es muy fácil acceder a esta droga.
"Eso es una batalla perdida", le espeta Emilio Medina. "No echemos la culpa a otros. Yo tengo amigos que ven la misma publicidad que yo, que se beben unas cuantas cervezas y no son alcohólicos", apunta Juan. Óscar teme una comida de Navidad a la que han invitado. "Creo que no voy a ir, aunque me apetece mucho. Estas fiestas son muy malas para un alcohólico", dice. Le responde Emilio: "¿Y para nosotros qué fecha es la buena?".
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