La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
alfredo sánchez MONTESEIRÍN. alcalde de sevilla de 1999 a 2011
Es la primera vez que concede una entrevista desde que dejó la Alcaldía. Alfredo Sánchez Monteseirín tiene ya 60 años. Es abuelo. Le gusta sentir en el rostro el sol leve de este enero alto. Atrás quedaron los días en que evitaba el contacto callejero con los sevillanos. Ha salido del burladero. El tiempo lima las aristas de doce años de gobierno. Sentado en la puerta de su casa ha visto pasar... De todo. Lleva consigo los datos del Banco de España sobre la situación del Ayuntamiento en 2011, su último año de alcalde. Arremete contra Zoido, guarda un prudente respeto a Susana Díaz y Pedro Sánchez, y elogia a Espadas, quizás porque el actual alcalde ha perdido el complejo a la hora de valorar su gestión de doce años en la ciudad. Monteseirín critica el carácter de los sevillanos con el pretexto de estar, simplemente, trazando una descripción. Se bebe un zumo de naranja con el precioso fondo de arquitectura regionalista de los salones del Alfonso XIII.
-Su última mañana como alcalde quiso pasarla en la Isla de la Cartuja, donde concedió una entrevista a Paco Correal.
-Fue en el Word Trade Center. He seguido yendo después mucho por allí. El sitio representa muy bien la modernidad empresarial. Es un lugar en el que me siento muy a gusto.
-Han pasado seis años desde entonces. ¿A qué se ha dedicado usted en este tiempo? Al principio no se le veía por ninguna parte. Parece que huyó de la ciudad que había gobernado doce años.
-He estado cinco años en Madrid ejerciendo como investigador en el Instituto de Salud Carlos III, de profesor de la Escuela Nacional de Sanidad, en la UNED y dando muchos cursos. La verdad es que me ha servido para hacerme un currículum profesional. En aquel momento era algo que me apetecía muchísimo.
-¿Le apetecía tanto como salir de Sevilla?
-¡Hombre, también! No voy a decir que no. Necesitaba poner distancia. Los últimos meses de Alcaldía y los primeros posteriores no fueron fáciles.
-¿Por qué?
-En la última etapa como alcalde se desveló una estrategia que nos habíamos planteado para preparar mi sucesión, llamémosla así. Eso no salió. Y después de ser alcalde, Zapatero estaba todavía en el Gobierno. Era un momento de un gran rechazo al PSOE por determinados sectores sociales, por lo que yo me convertí en la referencia local, pese a que ya no era alcalde. Fue complicado.
-Creo que antes se ha referido a la estrategia trazada para que usted dejara la Alcaldía un año antes de las elecciones de 2011.
-La idea era haber dejado el Ayuntamiento un tiempo antes, sí. Y que la persona que me sustituyera se sentara ante la ciudad como alcalde para presentarse a las elecciones como tal. Mi idea era que lo fuera Alfonso Rodríguez Gómez de Celis. Pero no pudo ser. Hubo mucha leyenda urbana sobre aquello. Yo no me presenté a las elecciones de 2011 porque no quise. Hay quien dice que el partido no me dejó. No, no, no. Recuerdo una conversación con Susana Díaz, que ya estaba en un puesto relevante en la dirección del partido, en la que me dijo: "Alfredo, si tú quieres volver a presentarte, tú eres mi candidato. Yo te voy a apoyar". Pero decidí no hacerlo.
-Ese plan incluía que a usted se le asignaba una embajada tras dejar la Alcaldía.
-Bueno… Tuve muchas propuestas. Una sí era de ese calibre. Pero fueron varias.
-¿Eurodiputado?
-Fueron muchas.
-Y al final no fue ninguna…
-Al final fue la mejor. Visto con perspectiva, fue la mejor. Yo ahora estoy con un equipo de gente magnífico. Mis políticos de la Consejería de Salud son gente que me dan confianza y reconocen mi trabajo.
-Ahora se le ve más relajado.
-Griñán me decía en su día que me faltaba un punto de soberbia. Veía que yo procuraba explicar mis proyectos una y otra vez, siempre quería justificarme. Yo era así como alcalde. Ahora, en cambio, creo que sí tengo esa soberbia, digamos que una soberbia blanca. El tiempo es ese maestro que te da las mejores respuestas.
-¿Qué le parece cuando Juan Espadas y algunos de sus colaboradores creen que no se debe estar más de ocho años en el gobierno de la ciudad?
-Tengo una opinión publicada al respecto. Los mandatos deberían ser de cinco años en vez de cuatro. Estaría bien la limitación a dos mandatos. Diez años en total. Y respecto al modo de elección de los alcaldes, creo que lo mejor es la segunda vuelta entre los dos candidatos más votados. El procedimiento que defiendo es muy, muy democrático, porque gobierna quien prefiere la mayoría. Y el alcalde se ve reforzado y se desautorizan las críticas que apuntan a que los acuerdos de los partidos violentan la voluntad expresada en las urnas, cosa que no es cierta.
-¿Cómo valora el tiempo que lleva su compañero de partido, Juan Espadas, al frente de la Alcaldía?
-Juan Espadas está haciendo un trabajo muy bueno en unas circunstancias políticas bastante complicadas. Tiene un gobierno de muy pocos concejales. Tiene otra dificultad añadida: fue apoyado por una serie de grupos políticos, pero en algunas de sus decisiones importantes tiene que contar con el apoyo de otros grupos. Y eso no es fácil. Los ayuntamientos de España, en general, están absolutamente encorsetados por el Gobierno central. Ha habido un intervencionismo importante, una especie de aplicación del 155 en la Administración local. Una de mis propuestas a la Ejecutiva Federal del PSOE en el ámbito de las administraciones públicas es la necesidad de que la reforma constitucional asigne un estatus a los ayuntamientos para que no estén tan intervenidos económicamente como ahora. Hay que derogar la Ley de Sostenibilidad de Montoro, que es un desastre para los ayuntamientos. Esa ley se hace para controlar los gastos. El Estado no ha conseguido controlar sus gastos, las comunidades autónomas lo han hecho y los ayuntamientos tienen superávit por efecto de tanto control. ¿Por qué los ayuntamientos tienen que seguir encorsetados cuando ya han hecho los deberes?
-A quien le encantaría es a mi madre. Como su padre la tiene en varios municipios… "Don Justo Monteseirín González, maestro". Sé que hay algunas entidades de muy diverso tipo, gracias a Dios, que están en ello… Yo quiero que eso sea algo que surja de abajo hacia arriba. Y sé que en su momento quien tiene que decidirlo, por supuesto, es el Pleno del Ayuntamiento.
-Zoido denunció que se encontró un Ayuntamiento en ruina al llegar a la Alcaldía.
-Ésa es una gran mentira. Ni ruina, ni despilfarro. No lo digo yo, lo dice el Banco de España. Estoy harto de poner sobre la mesa una y mil veces los datos que demuestran que esa denuncia es una gran falacia. El propio Espadas lo ha dicho más de una vez. El Banco de España establece la verdad del Ayuntamiento de Sevilla en 2011, pero se repitió esa mentira… El déficit de Sevilla era entonces de 446 millones de euros, muy por debajo del de Madrid, de 7.411 millones; Barcelona, 1.178; Valencia, 899, Zaragoza, 876 y Málaga, 709. Hay gente que reconoce hoy la labor de mi gobierno, pero que ve esa labor empañada por las falsedades que se han contado de mi gestión económica.
-Quizás influyeron para esa percepción tantos desfases económicos en sus grandes obras: las setas, los pasos subterráneos, etcétera.
-Los desfases estaban perfectamente justificados. No se trataba de que los modificados de las obras supusieran un sobrecoste que generaban las empresas después de haber ganado el concurso a la baja. Nuestro caso era que cuando hacíamos una obra, aparecían una serie de necesidades, el clásico poyaque que encarecía el proyecto. En las setas, la sustitución de un material por otro por necesidades de la obra supuso un incremento de coste, pero no un sobrecoste. No se pagó más por lo mismo, se pagó más por otra cosa. En este tipo de obras hay que huir de lo que en Medicina llamamos de broma el retroscopio. Una vez que ya sabemos cuál es la situación del paciente se dice lo que se tenía que haber hecho. ¡Eso no vale! En aquellos años se exigía de un alcalde que hiciera muchas cosas que fueran productivas, que generaran empleo y economías. Esa era una obligación de cualquier gobernante. Y se cumplía contando también con la colaboración privada.
-Usted disfrutó como alcalde de los años de la abundancia. El dinero en la Gerencia de Urbanismo entraba a chorros por las licencias y tasas, los convenios, los intereses financieros…
-Y sobre todo usé una fórmula legal que consistía en que una parte de lo que se aportaba para los nuevos desarrollos urbanísticos de la ciudad pudiera utilizarse ya en la llamada ciudad consolidada. El dinero de los nuevos desarrollos no se quedaba bloqueado hasta que esos desarrollos se produjeran, sino que se podía usar ya.
-Para las setas…
-Para un montón de cosas. Para las setas, para la Avenida…
-Una Avenida sin sombra.
-(Silencio) Lo más importante de la Avenida es lo que no se ve, el nivel subterráneo. Nos encontramos redes eléctricas en la Avenida que eran de 125 voltios. ¡En la Avenida! Usted es muy joven para saber lo que son las corrientes de 125 y de 220. Nos encontramos también unas tuberías muy deterioradas. Nadie se había atrevido a tocar aquello. Era la típica obra que debes hacer por responsabilidad, que te ha tocado hacer, y que te luce poco.
-¿Cómo ve Sevilla ahora?
-Yo ahora estoy gozando de la ciudad. Tras la crisis, tras los años de fuerte preocupación social, estoy gozando de ver a la gente en los paseos por la ciudad. La gente te para, te dice… Muchos te dicen: "Tenía usted razón".
-¿Y en qué tenía usted razón?
-En muchas cosas. Desde luego, en las peatonalizaciones. En las obras de los barrios, en los equipamientos, en las viviendas, en las setas inclusive… Mucha gente se ha dado cuenta de que el objetivo que se buscaba con las setas se va consiguiendo. Había que hacer algo que dinamizara la zona norte de la ciudad. Mire, Carlos, mi padre era muy del centro. Como vivíamos en la Macarena, llegábamos muchas veces hasta la Plaza del Pan. Venir al centro era para mí venir a esa zona de la calle Feria, la Encarnación, la calle Puente y Pellón… eso era el centro. Me daba tanta pena ver la degradación de esas calles. Buscábamos algo nuevo, que tuviera atractivo propio, no podía ser cualquier cosa. Y que ese algo hiciera de locomotora del desarrollo de esa parte de la ciudad. Hemos creado un Soho.
-¿No se pasó usted en la apuesta por el impacto? ¿No pudo buscar una locomotora menos ruidosa?
-Tenía que ser impactante. Asumo la responsabilidad del impacto de las setas. La decisión en la práctica no es mía, esas cosas no las deciden los alcaldes, sino los grupos de expertos de altísimo nivel, el jurado del concurso de ideas. Como ocurrió con la Torre Sevilla. Uno fija el objetivo, pero a partir de ahí son otros los que plantean el cómo.
-Hay dos grupos municipales, Participa Sevilla e Izquierda Unida, que son vistos como la izquierda radical. Usted gobernó seis años en coalición con la IU de Torrijos.
-No sé cómo son estos grupos de ahora. Yo ahora me fijo más en las personas que en los partidos donde están encuadradas. El portavoz de IU me parece un joven sensato, no lo veo en esa radicalidad que dicen. ¿Que habrá gente que no es sensata en esos partidos? Pues seguramente que la habrá, como en todos lados. Y habrá también gente con sentido común.
-¿Y cómo ve el PP?
-Lo veo de la misma manera. Hay gente que es moderada y centrada, y otra gente que está completamente en una actitud radical.
-Parece que Beltrán Pérez, al que usted conoce bien, será el candidato del PP a la Alcaldía…
-Bueno… Quienes tienen que tener opinión sobre Beltrán son los militantes del PP y sus electores. Yo en eso voy a ser siempre muy respetuoso. Sí, es verdad que lo conozco bien, pero ya está.
-¿Cómo ve el PSOE actual? Ha aludido usted al periodo en el que le tocó sufrir en Sevilla el rechazo social que generaba el partido en toda España.
-Ha entrado en una buena senda después de una situación complicada. Estamos recuperando nuestro sitio. Tanto en la Ejecutiva Federal como en Andalucía veo buenas perspectivas. En el caso de Sevilla habrá que ver si Ciudadanos termina de pegarle el bocado electoral al PP, habrá que ver si recuperamos votos que se fueron a Podemos…
-¿Usted cree que Espadas repetirá como alcalde?
-Sí, absolutamente.
-¿Por qué?
-Porque yo creo que las cosas va bien desde el punto de vista político. Ahora bien, también lo digo: tiene que ser la lista más votada. Eso es verdad.
-¿Qué le parece que los sectores más conservadores de la ciudad elogien a Espadas?
-¡Que lo disfrute! (risas) No todos hemos tenido esa suerte.
-Usted se trabajó esos sectores. Se sacó de la chistera, por ejemplo, el conocido como urbanismo morado para conceder subvenciones a las cofradías.
-Sí, pero… Mire, yo no tengo queja de mi relación con esos sectores a los que se prejuzga como conservadores. Yo sí he tenido problemas con sectores que no podían entender el modelo de ciudad que yo estaba impulsando porque iba en contra de sus intereses. Había quien decía que Sevilla era una ciudad acabada. Ahora hay muchas gentes que, una vez que lograron que yo dejara de estar, una vez que pararon al jugador, reconocen al menos que el balón sí ha pasado. No sé si se me entiende el ejemplo. Y al final te reconocen muchas cosas de las que se quedan y que son muy brillantes. Y no son las setas ni la torre, sino los parques, la ribera del Guadalquivir, los equipamientos… Una serie de obras infinitamente importantes que se han quedado en un segundo plano.
-¿Con qué polémica sufrió más?
-No me acuerdo.
-¿Pero sufrió alguna vez?
-Mucho. Hay que tener carácter. Hay que estar convencido, muy convencido. En la política actual se está muy pendiente del aplauso inmediato. O lo que es peor aún, se teme siempre la crítica del día a día. Así no se hace nada nunca, porque nunca es el momento de hacer nada. Si quieres sacar adelante tu modelo de ciudad, tienes que tener claro que al principio hay que aguantar chaparrones.
-Yo no incumplí ninguna obligación. Debe quedar claro porque se han dicho muchas tonterías. En aquel momento pensé que mi presencia podría dar carta de naturaleza o de normalidad a una estrategia del PP que había sido de judicialización de la vida política y que lo siguió siendo después, cuando se me había anunciado y garantizado lo contrario. Se me dijo que se iba a tener en consideración la figura institucional de quien había sido alcalde. ¡Todo lo contrario! Yo no podía estar allí cuando se habían empleado ciertas artimañas. Yo no podía legitimar un comportamiento que era, como se ha demostrado, absolutamente casposo.
-¿Qué le pasó a Zoido para sacar 20 concejales y perder 60.000 votos en sólo cuatro años?
-Muy fácil. Eso lo sabe todo el mundo. En vez de dedicarse a gobernar, se dedicó a hacer oposición contra lo que habíamos hecho antes. Intentó rentabilizar algunas cosas, pero no le salía nada. El problema de fondo es que para gobernar una ciudad tan importante como Sevilla hay que tener un modelo, ideas, un proyecto… Nosotros lo teníamos, Juan Espadas lo tiene y es coincidente con el mío. Zoido se pasó cuatro años diciendo que sí al que planteaba una cosa y al que planteaba la contraria. Lo suyo fue la pura coyuntura, el salto de mata, el vamos a salir del paso… Eso tenía que terminar como terminó. Era lógico. Una cosa es quemarse después de doce años de alcalde y otra es defraudar a la gente en cuatro. Y lo digo con todo respeto. Le debo respeto institucional a Zoido. Respeté mucho a Soledad, a Manolo del Valle, por supuesto también a Uruñuela. Incluso a Alejandro, aunque él no se dejaba, ¿no?
-Lo dice porque Rojas-Marcos no acudió a recoger la Medalla de la Ciudad, supongo.
-Lo digo porque no… Mire, lo de Alejandro es un problema de carácter. Pero le aseguro que me gustaría tratar bien a Zoido, a quien fue mi sucesor, cosa que él no hizo conmigo. Zoido creyó que la judicialización de la vida política era su principal tarea para afianzarse como alcalde. Y se ha visto su fracaso. No se puede caer en la trampa de llevarlo todo a los juzgados.
-Le quiero preguntar por dos colectivos con los que a usted no le fue especialmente bien: la Policía Local y el taxi. Siguen dando que hablar.
-Son dos colectivos muy complicados…
-¿Le dejaron un sabor amargo como alcalde?
-Sí. Sinceramente, sí. Porque no conseguí todo lo que hubiera querido en cuanto a su modernización y a su transparencia. ¡No se dejaron tampoco! No quiero generalizar ni ser injusto. Hubo sectores de la Policía y del taxi que no dejaron que sus compañeros entraran en una dinámica positiva.
-¿Usted se cree el anuncio de esta semana sobre la línea 3 del Metro? ¿Tenemos que confiar en que nos subiremos a ese tren?
-No tenemos que confiar, sino pelear y trabajar. ¡Eso no viene solo! Eso es fruto de un trabajo magnífico que me consta que están haciendo el consejero de Fomento y el alcalde. Y espero que mi antiguo colega, que fue alcalde de Santander, Iñigo de la Serna, actual ministro de Fomento, se ponga las pilas. No es sencillo trabajar para un proyecto que no depende sólo de ti. Lo más complicado es querer hacer lo que no depende de ti en exclusiva.
-¿Le gusta la Feria de formato largo por la que ha apostado el actual gobierno?
-Me gusta la Feria a mediodía. Y nada más que a mediodía. Me gusta llegar cuando están regando el albero, me gusta comer de cuchareo e irme a las seis. Así me gusta la Feria. La Feria la he vivido con muchísima intensidad. De alcalde tenía que estar a las doce ya activo en la Feria, estar a la una en una recepción, a las dos y media en otra, después otra.. Todo el mundo te quiere ver fresco y no cansado. Y todo el mundo quiere que bebas con ellos.
-¿Pero le gusta que se celebre de sábado a sábado?
-Mire, yo me planteé esa posibilidad por el interés económico de la ciudad. Si no lo hice fue porque pensaba que esa medida podía contribuir a agudizar la falsa imagen que se tiene de Sevilla de ser una ciudad demasiado festera, cuando no es verdad. ¡No teníamos entonces ni un día festivo en la Feria! Pensé eso: podíamos dar una mala imagen. Pero, por todo lo demás, me parece bien.
-¿Hay demasiados veladores en el centro y en determinados barrios?
-Le contesto con mi experiencia personal. Yo creo que el sector hostelero necesita una autorregulación. Cuando yo estaba de alcalde, Juan Robles hacía ese trabajo. Era la persona que si veía mi disgusto con algún exceso, acudía a hablar con quien fuera y le llamaba la atención. Eso es la autorregulación del sector.
-¿Se ha montado alguna vez en un Cabify?
-En Madrid, sí. En Sevilla, no.
-¿Le gustó la experiencia?
-No tengo opinión sobre eso. Sí creo que hay que modernizar el servicio del taxi. Algunos grupos ya lo están haciendo.
-¿Volvería usted a la política?
-No la he dejado. Sí he dejado los cargos públicos. Sigo de militante, colaboro con informes con la ejecutiva federal y con el PSOE de Andalucía.
-¿Colabora usted más con Pedro Sánchez que con Susana Díaz?
-Colaboro con los dos. Con Pedro, a través de Celis. Y con la regional, a través de la secretaría sectorial en temas de salud y servicios sociales. Es una manera de estar en política.
-¿El tranvía ampliado por San Francisco Javier le gusta o preferiría otra ruta?
-Tiene que decidir el que está ahora. Nosotros barajamos San Francisco Javier y la Buhaira. Mire, hay que ayudar al que está. Y si lo que está haciendo lo hace con tu mismo modelo de ciudad, hay que ayudarlo todavía más. No va a oír de mí ninguna declaración que no sea de ayuda. Y esto que digo vale para Juan Espadas, Susana y Pedro.
-La Gerencia de Urbanismo ha perdido gas… ¿no?
-Hay que entenderlo… Yo es que entiendo muchas cosas de las que ocurren porque he estado ahí. No me haga usted concretar. Es muy difícil, muy complicado. La Alcaldía de Sevilla es mucho más difícil que otras por la manera de ser de los sevillanos. En el fondo nos cuestan los cambios. No critico la manera de ser que tenemos, simplemente la describo. Siempre se nos acusa de noveleros, pero quizás sólo lo seamos para las cosas pequeñas. Nos cuesta aceptar que somos una gran ciudad, una ciudad del siglo XXI. Tenemos que salir de la burbuja, de nuestra endogamia. Juan Espadas, por ejemplo, está recuperando ahora la presencia internacional de la ciudad. Eso es clave. Yo me empeñé en ello y se me criticó que viajara mucho. Todavía no se alcanza a comprender la importancia de apostar por una presencia internacional permanente. También me parece bien que se esté muy pendiente de las ciudades hermanas andaluzas para superar localismos.
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