La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Un lugar que los sevillanos siempre han hecho suyo. La Alameda cumple 450 años. En 1574 el asistente Francisco de Zapata y Cisneros, Conde de Barajas, tomaba la determinación de sanear en profundidad y urbanizar este espacio bajo de Sevilla que en tiempos de los romanos recorría el Guadalquivir, y en el que se acumulaban las aguas de lluvia y residuales. Por eso, era conocido desde el siglo XIII como la Laguna o la Laguna de la Feria. No es hasta que el Conde de Barajas rescata esta gran zona cuando se empieza a conocer como la Alameda, por los álamos que se plantan. El apellido de Hércules no se incorpora hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se hace el Paseo de Colón, que pasa a ser conocido como la Alameda Nueva. Desde su urbanización, los sevillanos convirtieron la Alameda de Hércules en un espacio propio para su ocio y disfrute. Tras su gran apogeo, la decadencia de la segunda mitad del siglo XX, con las lacras de la prostitución y la droga reinando en ella, la Alameda sufrió un importante proceso transformador en los albores del siglo XXI. Esta reforma no ha restado un ápice de su carácter lúdico, pero la despojó de un plumazo de su concepción original que la convirtió en el primer jardín público de Europa.
Hace tres años, se abrió un debate al asegurar Madrid que el Paseo del Prado fue el primero en su género y que la Alameda sevillana, que tradicionalmente se había tenido como tal, sólo era una copia. Esta afirmación llevó a la capital a obtener el reconocimiento del eje Prado-Retiro como Patrimonio Mundial de la Unesco. Pero no hay que dar por cierta esta afirmación. Así, al menos, lo afirma la historiadora y divulgadora Reyes Pro, una de las personas que más ha estudiado el callejero de Sevilla, y que rompe una lanza por la Alameda sevillana: “Esto fue una operación del Conde de Barajas. Un personaje que era amigo de Felipe II y tenía un gusto por la antigüedad clásica, incluso por la ideología. Fue para acabar con la insalubridad, propio de la mentalidad del Renacimiento, pero también hay que entenderlo como una operación de propaganda de la monarquía hispánica. Sevilla era la ciudad más poblada de España y una de las que más en Europa. Era la capital del mundo. Cuesta creer que en Madrid, que entonces tenía una dimensión mucho menor, se hiciera algo así antes. La Alameda de Sevilla, este concepto de jardín abierto a los ciudadanos, se exporta incluso a América. Se exporta a otras zonas del imperio, como Lima o México. Hasta ese año de 1574 los jardines eran espacios privativos de los palacios o iglesias y conventos. Hay que pensar que el Parque de María Luisa, por ejemplo, no se abre a la ciudad hasta 1914”.
La Alameda se mantiene como espacio extramuros hasta la construcción de la muralla almorávide en el siglo XII, periodo en el que debió desecarse. A pesar de ello la mayor parte de las aguas del sector septentrional de a ciudad vertían hacia allí, desde donde un husillo las conducía al Guadalquivir, pero lo habitual era que durante los periodos de lluvia permaneciera constantemente anegada. Según explica el Diccionario Histórico de las calles de Sevilla ya en 1467 los vecinos se quejaban al Ayuntamiento de la acumulación de inmundicias. Las situaciones descritas por los contemporáneos no harían otra cosa que agravarse año tras año, hasta que el Conde de Barajas acometió la gran operación urbana.
La Alameda se abre como paseo en 1574. Se instalan tres fuentes realizadas por Juan Bautista Vázquez El Viejo y Diego de Pesquera dedicadas a temas mitológicos que recibían el agua de la llamada Fuente del Arzobispo. “Parte de ellas se conservan en la fuente de la Plaza de la Magdalena”, revela Reyes Pro. En 1578 se instalan las dos grandes columnas en el extremo sur que pasarían a darle nombre en 1845: “Se llevan las dos grandes columnas desde la calle mármoles. El traslado fue muy farragoso. Se hace a base de ingenio y fuerza. Y se coronan con las dos esculturas que Diego de Pesquera hace de Hércules y Julio César, que en realidad representan a Carlos V y Felipe II. En la reforma estética y de salubridad que hace el asistente Larumbe en 1764 se colocan las otras dos columnas en el extremo sur con los leones que portan los escudos de Sevilla y España que hace Cayetano de Acosta. También se instalan otras tres fuentes”.
El paseo de la Alameda ha sido objeto de distintas reformas desde el siglo XVI, de mayor o menor envergadura, que han ido alterando su fisonomía, aunque siempre ha mantenido su carácter terrizo (hasta el siglo XXI). Durante los siglos XVII y XVIII la Alameda podía ser alternativamente un agradable paseo o un lodazal y estercolero, ya que estaba cumpliendo funciones completamente opuestas: por una parte, se había convertido en uno de los paseos más importantes y concurridos de la ciudad; pero por otra parte, no había dejado de ser una cloaca.
En el siglo XIX, la Alameda era un paseo romántico. En 1852 se instala en la zona norte la popular fuente de la Pila del Pato, que permanece hasta 1942. En 1865 se dio la primera concesión para la instalación de un quiosco de agua. “Balbino Marrón intenta una nueva urbanización del el espacio, que ya era una zona medio burguesa, medio alternativa en la que había bastante prostitución. De hecho la hubo desde el XVI. También comienza el apogeo flamenco, con la Academia de Realito o las Siete Puertas”, sostiene Reyes Pro.
La Alameda era frecuentada por las mugas, teatros de variedades al aire libre que vivieron su época dorada en los años 20 del pasado siglo. “La del Regaera era la más famosa. Los primeros cines de verano se instalan en la Alameda en el siglo XIX. El siglo XX se afronta entre el tipismo, en el buen sentido y la prostitución desbordada. Había cafés-cantantes. Era lugar frecuentado por toreros, como los Gallo o los Chicuelos...”, añade Reyes Pro.
En 1911, siendo alcalde el conde de Halcón, se hicieron importantes reformas, elevándose el piso del paseo y renovándose los jardines y el alumbrado. Es en la actuación de 1936 cuando se ordena el espacio en la forma que llegó hasta el siglo XXI. Otras actuaciones menores serán las de 1950, en la que se construyeron nuevos jardines y un estanque; y la de 1964, en l que se renuevan las zonas ajardinadas y parterres y se instalan juegos infantiles. “Estéticamente, la Alameda actual no tiene nada que ver con la del Conde de Barajas. Se parecía más en 1936. Ha perdido su esencia con la reurbanización de la primera década del siglo XXI. Sí se mantiene como el gran salón de esparcimiento de la ciudad. Es un espacio muy sevillano porque convive todo”, concluye Reyes Pro.
La Alameda, como espacio libre más amplio del casco histórico, siempre ha generado problemas a la clase política, que nunca ha sabido qué hacer con ella. Así lo explica el geógrafo Jaime Jover, profesor e investigador de la Universidad de Sevilla, autor de El centro histórico imperfecto. La transformación de Sevilla en el cambio de siglo, una publicación editada por la Diputación de Sevilla tras ganar el premio Archivo Hispalense en Ciencias Sociales en el año 2021: “Por ejemplo, en 1977 el Ayuntamiento plantea expropiar la manzana entre las calles Peral y Pacheco Núñez para abrir una gran vía que la conectase con la Resolana. El objetivo último era un gran aparcamiento subterráneo en la Alameda, una idea que fracasó pero volvería décadas después. Estos son los años en los que se excava la estación de metro de la Alameda que hoy se usa de tanque de tormentas. A principios de los ochenta también hubo un intento de montar un hotel en la Casa de las Sirenas. Todo esto habla de las expectativas que existían sobre el lugar y que no se cumplen hasta décadas posteriores, con la Expo del 92, el Plan Urban y, sobre todo, en la primera década del siglo XXI”.
Este investigador sostiene que las reurbanizaciones del siglo XXI han cambiado por completo la Alameda en varios aspectos: “El paisaje material ha mejorado mucho, aunque soy crítico con la intervención que se hizo, sustituyendo albero por una superficie dura que imita el color del albero. Pero la reurbanización, con otras pequeñas operaciones como los parques infantiles, se retroalimentó con nuevas inversiones privadas sobre el caserío de la zona. La contrapartida fue la expulsión de familias que vivían de siempre ahí, muchas de ellas de alquiler. El cambio en el paisaje social ha sido enorme”.
En un estudio que realizaron en 2017 sobre el comercio en la zona ya se notaba que en 2008 (años de la gran transformación) existía cierta especialización hacia el consumo para gente joven, donde los bares de copas proliferaban. “Todo esto se conjuga con las reurbanizaciones e inversión inmobiliaria y termina por revertirse esa imagen de espacio degradado”, apunta Jover.
Con todos estos cambios, y con su resurgimiento como lugar de moda, la Alameda de Hércules ha sufrido una doble gentrificación que ha renovado a sus residentes. “La primera ola expulsa a muchas familias de siempre, que son reemplazadas por una clase media urbana joven, local pero también extranjera. El cambio más evidente de estos años fue el desplazamiento del mercadillo que había todos los domingos en la Alameda hacia el Charco de la Pava. Tras la crisis de 2008 y la profundización en la especialización turística se ve como algunas de esas familias que habían llegado en la década anterior, especialmente las que tenían menos poder adquisitivo o no habían comprado sus viviendas, se ve forzada a irse a otros barrios por la presión turística. Este proceso de turistificación se engarza con la trayectoria de lugar de ocio que ya se había formado, y se fundamenta en la irrupción de la vivienda turística”, advierte Jover.
De este modo, la Alameda celebra sus 450 años, de momento sin que el Ayuntamiento haya reivindicado su importancia histórica y urbana, evocando un pasado glorioso como primer jardín público de Europa. Tal fue su éxito que el propio Lope de Vega la exaltó por su novedad y belleza como un exponente de la grandeza de la Sevilla imperial: “Y con la carroza sal/ con pajes que crujan seda,/una tarde a la Alameda/ y otra tarde al Arenal”.
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