Adiós a una droguería de referencia en Sevilla
Comercio
Pérez Galiano echa el cierre en la Plaza del Cristo de Burgos, tras 42 años de atención personalizada
El local está en alquiler y ya hay ofertas hasta para convertirlo en un tablao flamenco
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Un universo en 500 metros cuadrados. Como buena droguería que se precie, la de Pérez Galiano, situada en la Plaza del Cristo de Burgos (esquina con la calle Ortíz de Zúñiga), tenía de todo. Todo lo necesario para el hogar y otros menesteres domésticos. Un prototipo de comercio de cercanía del que ya carece este barrio del Casco Antiguo, donde, como en tantas otras zonas del amplio distrito, las tiendas locales dejan paso a enseñas franquiciadas, dirigidas más al cliente que viene de fuera que al autóctono.
El 18 de diciembre, festividad de la Virgen de la Esperanza, fue el último día en el que Manuel Pérez y su mujer, Matilde Antúnez, despacharon tras el mostrador del establecimiento. Llegó la fecha de la jubilación y ninguno de sus hijos querían tomar las riendas de un negocio con 80 años de historia. Sus orígenes se remontan a la antigua configuración de la calle Imagen, antes del ensanche. Allí tuvo otro nombre y propietario, Droguería Montero. A mediados de los 50, con la reforma urbanística de la vía, se trasladó a la ubicación que ha tenido hasta finales de 2024.
“Nos da mucha pena”, afirma su último propietario, quien se hizo con el negocio en la primavera de 1983. Se trataba de un “regalo” de su padre, quien adquirió el local. Los planes de Manuel en aquellos momentos nada tenían que ver con el oficio al que finalmente acabó dedicándose. “En aquel entonces me gustaban muchos los coches, por lo que hubiera abierto algún negocio relacionado con los autorrepuestos”, recuerda Pérez Galiano, quien reconoce el destino que habría soportado si se hubiera dejado llevar por sus preferencias: “me habría estrellado”.
Un consejo de los albañiles
El cambio de planes llegó al escuchar los consejos de los albañiles que estaban reformando el local para dejarlo a punto. “Nos propusieron que mantuviéramos la droguería ya existente, pues no había. Mucha gente, al ver las obras, nos preguntaba si íbamos a abrir una allí”, refiere Manuel. “Los mismos albañiles hicieron las veces de consultores de mercado”, comenta entre risas Matilde Antúnez.
Cuando han pasado 42 años de aquella reapertura, este matrimonio sevillano se congratula de la decisión tomada. Dedicarse al mundo de la droguería fue un gran acierto. La trayectoria del negocio lo avala. El nombre de Pérez Galiano se ha convertido en estas cuatro décadas en sinónimo de calidad, especialmente en lo que se refiere al suministro de pinturas, oficio en el que se le ha considerado un proveedor preferente.
Una de las claves de este éxito la detalla Matilde. “Dábamos una atención personalizada. No nos limitábamos a vender un producto. Aconsejábamos al cliente cuál tenía que comprar en función de su necesidad y cómo debía aplicarlo”. Ese trato cercano que tanto se echa en falta en los comercios franquiciados y en las grandes cadenas que colmatan en la actualidad la mayoría de los locales del Casco Antiguo.
"Un gabinete psicológico"
“Estos consejos los dábamos porque nos convertimos en esponjas. Aquí venía un decorador solicitando un producto, nos informaba de cuál era su uso y cómo utilizarlo. Así conocíamos aspectos de su labor. Nos quedábamos con ese aprendizaje y se lo transmitíamos a futuros clientes”, explica Antúnez. Tal era la cercanía que se logró con quienes compraban en esta tienda que, en boca de la comerciante, más que una droguería parecía “un gabinete psicológico”.
Manuel y Matilde presumen de haber tenido una abundante y fiel clientela estos años. Aunque también ha variado. La marcha de vecinos autóctonos de la zona y la polémica turistificación no han afectado en absoluto al negocio. Dejaron de venir residentes, pero empezaron a comprar los dueños de los negocios hoteleros. “No nos vimos perjudicados. Los propietarios de los pisos turísticos han adquirido en la droguería todo lo necesario para las reformas acometidas. Era una venta continua”, asegura Manuel.
Y no sólo solicitaban productos para la pintura, también para los problemas de humedades y los relacionados con la presencia de roedores que se originan en numerosos edificios del Casco Antiguo que acumulan muchos años de construcción.
El relevo generacional
El fin de la droguería ha llegado con la jubilación de Manuel. Los hijos del matrimonio no han querido hacerse cargo del negocio. Han optado por trabajar en los oficios relacionados con las carreras que han estudiado. La falta de relevo generacional que tanto condiciona la continuidad del comercio tradicional en el Casco Antiguo, del que cada vez quedan menos exponentes.
Un cartel advierte, en forma de despedida y agradecimiento, del cierre del establecimiento desde el pasado 18 de diciembre. En otro, se anuncia el alquiler de este local de 500 metros cuadrados, de una sola planta y una pequeña oficina en altura. Desde que lo colocó, “no le han faltado novios” a este estratégico inmueble. Las propuestas para hacerse con él han sido muy diversas. Desde una tienda de cerámica a un tablao flamenco. Por ahora, “nadie da el salto” para hacerse con la tienda donde permaneció abierta 42 años una droguería de referencia en la ciudad. Un nombre propio en la historia del comercio sevillano.
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