El adiós a Pascual González: El último aplauso para el trovador

Faltaban pocos minutos para la una de la tarde cuando un fuerte aplauso sonó en las inmediaciones de la parroquia de San Benito. Era el último reconocimiento a Pascual González, compositor, cantante y poeta que falleció el pasado domingo y que ayer recibió el último adiós en la Calzada, el barrio que lo vio crecer y que inspiró una de las sevillanas más conocidas de su amplio repertorio y que tuvo la dicha de interpretar el pasado Martes Santo a las plantas de su devoción de cuna, el Señor de la Presentación.

La túnica bordada de esta imagen sagrada fue la que cubrió el féretro que contenía los restos mortales de quien reinventó las sevillanas en los años 80, la época en la que este género musical conoció su edad de oro. Fue colocada al entrar el cortejo fúnebre en el templo, totalmente lleno para despedir a Pascual González. Desde una hora antes de que comenzara la misa de exequias había personas esperando a que se abrieran las puertas de la parroquia, donde se vigilaba que todos los asistentes accedieran con mascarilla.

La eucaristía estuvo presidida por el párroco de San Benito, José Antonio Maya, y en ella también participó el delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, Marcelino Manzano, hermano de San Benito. El hermano mayor de esta corporación, José González, y el teniente, José Luis Maestre, recibieron a los dolientes al llegar al templo, en cuyo altar mayor ya habían sido colocadas las numerosas coronas de flores y ramos que distintas entidades, colectivos, familiares y amigos habían enviado a la capilla ardiente que acogió el Ayuntamiento desde el domingo.

A esta cita no faltaron importantes compañeros del mundo de la canción, como María del Monte, María José Santiago, Joana Jiménez, Manuel Lombo, Los del Río, Álex Ortiz y el compositor Manuel Marvizón. También acudieron Carlos Herrera, en cuyo matinal radiofónico se escuchó Aromas de Sevilla, obra de Pascual González, y el futbolista Rafael Gordillo, con quien el compositor compartía su amor por el Betis, el equipo al que también dedicó una célebre canción, que sonó el pasado domingo en su honor en el Benito Villamarín.

Por parte del Ayuntamiento de Sevilla estuvieron presentes el delegado de Gobernación y Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera; el portavoz del grupo municipal del PP, Juan de la Rosa;y el concejal de este partido Ignacio Flores.

En poco más de un año el mundo de las sevillanas ha perdido dos referentes de un género que conoció su mayor apogeo en los 80: El Mani y Pascual González. Así lo recordaban ayer muchos de los asistentes al funeral del trovador de la Calzada, un barrio que despidió a uno de sus hijos más reconocidos y de cuyos versos se ha apropiado la ciudad a la que tanto pregonó. Quizás sea ésa la mayor prueba de su éxito y el mejor reconocimiento, el haberse sabido querido hasta el último momento de vida.

Sevilla reza cantando fue el título de uno de sus trabajos más famosos y que ayer se coló en la homilía del párroco de San Benito, quien retrocedió hasta San Agustín para recordar que “el que canta, reza dos veces”. “La música eleva el espíritu y nos lleva a Dios”, aseguró el sacerdote en su predicación en la que destacó del difunto tanto sus cualidades artísticas como personales:“Era una persona agradable, que sabía escuchar y transmitir”.

Desde que el pasado domingo se conoció la noticia de su fallecimiento, ha circulado por redes sociales y whatsapp el vídeo en el que Pascual, junto a los miembros de Cantores de Híspalis, interpretó la sevillana El puente te está esperando a las plantas del Señor de la Presentación. Era el segundo Martes Santo sin cofradías en la calle por la pandemia. A pocos metros del compositor se encontraba el cura de San Benito, quien le preguntó por su estado de salud. “Él me ayuda”, fue la respuesta de cantante, una contestación que José Antonio Maya recordó ayer como símbolo de fe de una persona que nunca disimuló su creencia, sino todo lo contrario, hizo gala de ella en toda su trayectoria artística.

De hecho, como recordó el sacerdote, su propio nombre, Pascual, “es un acto de fe” por la esperanza puesta en la resurrección, en la Pascua. De ahí también el evangelio elegido para esta misa, en el que se interpela a las santas mujeres con la célebre pregunta:“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”.

Terminada la ceremonia religiosa, fue retirada la túnica carmesí del Señor de la Presentación que cubría el féretro. De nuevo, los miembros de Cantores de Híspalis, el grupo que Pascual fundó, portaron a hombros el ataúd hasta la puerta, donde ya lo esperaba el coche fúnebre. El mismo recorrido, desde el altar mayor hasta la calle, que el compositor tantas veces había realizado los Martes Santos en que, cubierto con el antifaz morado y envuelto en la capa blanca, almidonada, del color de la nieve, iba en busca del viejo puente que siempre lo ha estado esperando.

Una vez fuera, sonó el aplauso de despedida. El último reconocimiento a quien logró que las sevillanas traspasaran el ámbito local para que triunfaran a nivel internacional. Carlos Ruiz, miembro del mítico grupo, recibía los últimos pésames de los compañeros de profesión. Se hacía otra vez el silencio, sólo roto por el ruido del tráfico en la antigua calle Oriente. El coche fúnebre se marchaba, buscando esos caminos de Dios que el trovador cantaba en sus sevillanas. La luz de febrero anticipaba un nuevo tiempo. La primavera que siempre brotó de los labios de Pascual.