La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
tribuna de opinión
De Fernando III el Santo, rey de Castilla (1217-1252) y de León (1230-1252), conocemos casi todo lo fundamental, especialmente en su vertiente más sevillana. Además, ya desde el mismo siglo XIII, muy poco tiempo después de su muerte, acaecida en el viejo Alcázar hispalense el 30 de mayo de 1252, cronistas áulicos, historiadores e investigadores diversos, clérigos y laicos, nos han transmitido con especial interés las brillantes campañas militares fernandinas por Andalucía -sobre todo la conquista de la ciudad de Sevilla el 23 de noviembre de 1248- y las virtudes políticas, morales y religiosas de un monarca ejemplar ya en su propio tiempo, con fama popular de "santo" incluso mucho antes de ser elevado oficialmente a los altares por el papa Clemente X el 4 de febrero de 1671. Hoy en día, en pleno siglo XXI, y en un mundo como el nuestro plenamente mercantilizado y globalizado parece de justicia rescatar el "modelo socio- político" de un monarca cristiano y singular de la historia del Reino de Sevilla. En este sentido, es preciso insistir en los valores éticos de Fernando III. Y para ello nada mejor que acudir a la descripción que realiza su hijo, Alfonso X, el Sabio, quien abunda especialmente en sus muchas cualidades morales en el llamado Libro del Setenario, escrito en la ciudad de Sevilla. Para el rey Sabio, su padre fue ante todo un hombre que hablaba y razonaba con corrección y que gozaba de principios nobles y discretos en el comer, beber y dormir. Le gustaban los ejercicios físicos propios de su condición -andar, cabalgar y cazar- y también los torneos caballerescos. Asimismo, Fernando III disfrutaba con los juegos de tablas, practicando las damas y el ajedrez con su familia, a la que mucho admiraba y quería. Por último sabemos que al rey de Castilla le fascinaba la música cortesana y sobre todo religiosa, lo que aprendió, sin duda, de su madre, la reina doña Berenguela. El semblante ético y moral del rey -también del hombre- fue destacado por su hijo explicando curiosamente el significado de las letras que integran su nombre Ferrando, escrito en forma acróstica:
F, de fe.
E, de entendimiento para conocer a Dios.
RR, de reciedumbre de voluntad y obras para derrotar y castigar a los enemigos de Dios y a los malhechores de su pueblo.
A, de amigo de Dios.
N, de nobleza de corazón en todas sus empresas y con sus vasallos.
D, de derecho, fiel y leal en palabras.
O de ombre (sic. hombre) de buenas maneras y costumbres.
El perfil de un hombre extraordinario del siglo XIII, con fama de santo ya en vida en la ciudad de Sevilla, se cierra con sus devociones religiosas tan destacadas y continuadas en gran medida por su propio hijo Alfonso X. Fernando III fue muy devoto de Santa María. Y a la que dedicó todas las mezquitas mayores de las grandes ciudades que conquistó y cristianizó en Andalucía, como se reflejan también en Las Cantigas de Santa María de Alfonso X. Por ultimo, como buen hispano del siglo XIII, en plena expansión militar frente al Islam, fue un gran defensor del culto a Santiago. Pero Fernando III actúa muchas veces movido por dos principios religiosos. En primer lugar, privados, el perdón de sus pecados y la salvación de su alma; y en segundo lugar -o casi al mismo tiempo- públicos; la defensa de la Cristiandad, de los reinos de Castilla y León. En este sentido, la vindicación de San Fernando, no sólo como soberano cristiano honesto y fiel para con sus muchos vasallos y súbditos de otras religiones toleradas; sino también como rey justo, leal, humilde y sobre todo clemente y compasivo siempre con todos, con los judíos y muy especialmente con los musulmanes andaluces, los mudéjares sevillanos sometidos gozaría, hoy por hoy, de una enorme fortuna historiográfica, amen de una notable actualidad ideológica contemporánea fundamentada por el saberse y sentirse ante la sociedad política de su tiempos hasta su muerte "Rey de las Tres Religiones".
Ningún monarca cristiano anterior a Fernando III llegó a reinar sobre un territorio tan vasto y con ciudades tan importantes en las que cristianas, judías y musulmanes coexistían pacíficamente por imperativo del propio monarca. Por su magnanimidad y lealtad para con los mudéjares vencidos y también para con los hebreos, el rey de Castilla fue siempre admirado y reconocido por casi toda Europa. En este sentido, su buena fama de hombre "santo y justo" llegaría a mediados del siglo XIII, al remoto monasterio inglés de St. Albans, próximo a Londres, en donde un modesto monje, llamado Mateo Paris, subrayaba con elocuencia que: "El ilustre rey de Castilla, que se llama de toda España por causa de su eminencia, después de sus famosas hazañas y grandes conquistas, emprendió el camino de todos los mortales".
A nuestro modo de ver aquí radica lo novedoso y la actualidad del pensamiento sociopolítico de nuestro "Santo Rey Conquistador" más de setecientos cincuenta años después. A saber, en la proyección de una Andalucía en la que la coexistencia, la tolerancia y a la vez hasta la convivencia de cristianos, musulmanes y judíos, cada uno en sus respectivos ámbitos de ocupación socioprofesionales, no eran del todo completamente antagónicas, sino permisible. La paz fue posible en Andalucía, en Sevilla, reinsertada ahora en 1248 y para siempre por Fernando III en Europa Occidental. Y eso nunca deberíamos olvidarlo todos los sevillanos.
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