Las actuaciones pendientes en los Jardines de Murillo
Inmuebles infrautilizados y falta de vigilancia son problemas de una zona verde a la que, por contra, se destinan partidas para conservación
Uno de los mayores escaparates de la ciudad que requiere más atención. Los Jardines de Murillo y el Paseo de Catalina de Ribera, junto a los espacios limítrofes del barrio de Santa Cruz, conforman un pilar central del patrimonio sevillano. Son un lugar de paseo para los sevillanos y de tránsito y visita obligada para todos los turistas que visitan la ciudad, puesto que son la puerta de entrada a la zona más monumental. Esta gran zona verde, uno de los jardines históricos de la ciudad, se creó entre finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. Su estado de conservación, a pesar de que periódicamente se invierte dinero en mejoras, sigue siendo muy mejorable. El vandalismo, la suciedad y la pérdida de funcionalidad de algunos de sus elementos son la tónica general, por lo que los vecinos reclaman vigilancia. A ello hay que sumar la falta de aprovechamiento de dos inmuebles que deberían tener otro uso: la guardería y la antigua casa del guarda.
El Ayuntamiento invirtió en el año 2018 casi 50.000 euros en diversas mejoras en los Jardines de Murillo. Fue una actuación centrada, fundamentalmente, en los elementos de cerámica y en dotar a las fuentes de una nueva red para la recirculación del agua. A pesar de ello, y a que se ha iniciado también el arreglo de la tapia del Paseo de Catalina de Ribera, que presenta un estado muy deficiente y peligroso, estas intervenciones no tapan que esta zona verde, que fue declarada Bien de Interés Cultural en el año 2002, requiere de un esfuerzo mucho mayor. Sobre todo, como sucede en la Plaza de España, es vital que se establezca una vigilancia continuada.
Así lo reclaman los vecinos de Santa Cruz, por boca de su presidenta María José del Rey: “Podrían y deberían estar mucho mejor. Aunque parece que se está invirtiendo más, es necesario que haya más repoblación de vegetación y que se pongan más papeleras. También hay problemas últimamente con la botellona, por lo que está más sucio. En general hace falta más atención. La vigilancia es fundamental porque todo se deteriora con mucha facilidad. Lo ideal sería que hubiera un vigilante para garantizar el mantenimiento, la limpieza y el orden”.
El presidente de Adepa, Joaquín Egea, prácticamente reproduce las palabras de del Rey, y advierte de que más que gastar dinero sin control hay que saber conservar: “El estado actual es lamentable. Como sevillano me parece una vergüenza. Hay que conservar el patrimonio, no se trata de reconstruir o reponer constantemente. O se pone vigilancia o esto no tiene solución. Se puede y se debe hacer, sobre todo por las noches. Con 50.000 euros se hubiera podido vigilar toda esta zona. No se puede pagar una vigilancia a todas horas para la comisaría de la Gavidia que es una ruina y no para esto. No tiene sentido”.
Hay dos tareas que pueden considerarse prioritarias y son la recuperación tanto del edificio de la guardería, como la antigua casa del guarda. La guardería, situada en la esquina con la calle Antonio el Bailarín, es una de las últimas obras de Talavera, que la construye entre 1932 y 1937 en un estilo racionalista. El plan del Alcázar ya propuesto llevarse de allí esta guardería, que podría encontrar acomodo en un edificio más acorde, y dedicarlo a centro de visitantes del Real Alcázar. También podría ser un espacio dedicado a los propios jardines y a la evolución histórica del barrio de Santa Cruz.
Otro inmueble que el Ayuntamiento está luchando por recuperar es la antigua casa del guarda, otra construcción de Talavera en la que vive una familia. En agosto de 2017, se ordenó su desalojo en un plazo de tres meses por una situación de “ocupación ilegítima del dominio público” y considerarse “extinguido cualquier derecho para la ocupación” de esta casa de estilo regionalista, fruto de la transformación del antiguo evacuatorio de este jardín histórico. Casi tres años después, todo sigue igual. “Es una de esas cuestiones que explican perfectamente lo que pasa en Sevilla”, lamenta Egea.
En el año 2014, como publicó este periódico, el Ayuntamiento estudió un proyecto para realizar en esta casa un nuevo museo para recordar a la comunidad hebrea sevillana medieval. La Casa del Sueño era la propuesta presentada por el arqueólogo sevillano Fernando Amores y por la museóloga israelí Renée Sivan, para recodar el pasado sefardí de la ciudad de Sevilla y restituir la memoria de los judíos sevillanos. Esta idea sigue durmiendo el sueño de los justos.
El espacio verde conocido como los Jardines de Murillo, se conformaron tras dos cesiones de suelos a la ciudad. La primera de ellas, en el año 1872, corresponde a la entrega por parte de la Corona de una zona de la Huerta del Retiro del Real Alcázar. Este espacio es el que se conoce como Paseo de Catalina de Ribera. En el año 1911, Alfonso XIII cede el resto. Para conectar el espacio con la ciudad, se crean la Plaza de Alfaro, la calle Nicolás Antonio, que conecte con la Plaza de Santa Cruz, y la Plaza de los Refinadores. Fue José Laguillo quien propone en 1917 en el diario El Liberal que los nuevos jardines se dedique a Murillo. Toda esta actuación no hubiera sido posible sin la intervención del Marqués de la Vega Inclán. Existe la creencia generalizada de que el barrio de Santa Cruz es un invento regionalista. Nada más lejos de la realidad. En guías de viajes del siglo XIX ya se valora tremendamente el barrio como uno de los lugares de imprescindible en Sevilla. “El problema es que aquí no se lee. En 1860, al futuro emperador Maximiliano de Austria cuando vino a Sevilla al primer lugar que le llevaron los Orleáns fue a Santa Cruz”, explica Egea.
Todas estas zonas que conforman el conjunto de los Jardines de Murillo han ido perdiendo parte de sus bienes patrimoniales con los años. Un ejemplo es la Plaza de Alfaro. A principios del siglo XX se le da la forma regionalista actual y pierde el pedestal con la cruz que la presidía. La fuente de suelo que se construye, imitando la que había a la entrada del Paseo de Catalina de Ribera, que su vez se inspiraba en la del Hospital de los Venerables, está hoy cercada y abandonada. También se liquidó la casa del deán López Cepero y no hay ninguna referencia a que en esta plaza se sitúa la casa de Rosina, personaje de la mítica ópera El Barbero de Sevilla.
Otro elemento que requiere una mayor atención es la Cruz de la Cerrajería, en la Plaza de Santa Cruz, que fue creada tras demoler los franceses la antigua parroquia en la que se enterró a Murillo. “La cruz es un símbolo de la ciudad. Talavera se la lleva allí. El tándem formado por el Marqués de la Vega Inclán, que desarrolla, y Talavera, que diseña, es fundamental”. Curiosamente una figura tan relevante como el Marqués de la Vega Inclán no cuenta con ningún monumento en la ciudad.
La Plaza de los Refinadores, presidida por la estatua de don Juan Tenorio, también necesita de una profunda atención, que se ha anunciado en diversas ocasiones sin materializarse. Sin perder su disposición como plaza de salón ni sus materiales, habría que eliminar los aparcamientos y dotarla de las palmeras que se han perdido por el picudo rojo.
El Paseo de Catalina de Ribera, antes de ser dedicado a la fundadora del Hospital de las Cinco Llagas, se llamó Ronda del Pino. Posteriormente se llamó Paseo de los Lutos. Cambia por completo cuando se inauguran los Jardines de Murillo en 1911. Se puso hasta un cine de verano y era el lugar ocupado por los puesto de la Feria de Abril.
Cuenta con varios monumentos. El primero, desaparecido, es la gran fuente que había a la entrada desde la calle San Fernando. El segundo es la fuente dedicada a Catalina de Ribera, “a la que le falta vida”, realizada por Talavera que cuenta con pinturas de Maireles. El tercero es el monumento a Colón en el centro. El proyecto es de Talavera y en él participaron Coullaut Valera y Lafita.
Entrando ya en los Jardines de Murillo hay una primera glorieta con capiteles y una fuente que son objeto continuo de vandalismo, que se han tenido que reponer y restaurar. A continuación está la glorieta dedicada al pintor costumbrista José García Ramos. Fue propiciada su construcción por los hermanos Álvarez Quintero y discípulos de García Ramos. El pueblo de Sevilla colaboró con una suscripción popular. Este espacio de estilo neobarroco está delimitado por arcos de entrada y muretes en los que existen paños de azulejos que recrean obras famosas del artista, realizados en su día por otros pintores coetáneos de García Ramos, entre ellos, Miguel Ángel del Pino, Santiago Martínez, Alfonso Grosso, Manuel Vigil, Diego López y Francisco Palomino, que fueron replicados por Maireles tras una restauración en los años 90 del siglo XX.
La glorieta se empezó a construir en 1917 y no se concluyó hasta mayo de 1923. Su estado de conservación, pese a la última intervención, sigue dejando que desear. El lugar es utilizado por jóvenes para beber y la sociedad se hace patente.
Además de cuidar y proteger todo este patrimonio monumental, el Ayuntamiento debe extremar la atención sobre el patrimonio botánico de los Jardines de Murillo, uno de los mayores y más completos de Sevilla.
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