Actos de graduación en Sevilla: esto no es EEUU
La organización de estas ceremonias es muy dispar y corre a cargo muchas veces de los estudiantes
La falta de aforo en algunas facultades públicas obliga a alquilar espacios como Fibes
Más de 3.000 estudiantes se examinarán en la US de la Selectividad de julio
Esto no es Estados Unidos (EEUU), aunque a veces pueda parecerlo. Junio es el mes de los actos de graduación, ceremonias en las que los estudiantes celebran que han terminado -o están a punto de hacerlo- una carrera universitaria. La importancia que adquieren varía en función de la institución académica o de la facultad en la que están matriculados los alumnos, que en el caso de las universidades públicas asumen buena parte de su organización, además de hacer frente a un importante desembolso para la fiesta posterior, que incluye cena y copas. Sin olvidar la indumentaria que se elige para la ocasión. En algunas ciudades españolas la fiebre por esta cita supone un elevado coste para las familias, al emular el estilo norteamericano. Sevilla -salvo contados casos- no ha llegado a tal extremo.
En la memoria colectiva están las películas y series de televisión en las que los recién graduados lanzan sus birretes al aire. Estampa icónica de la adolescencia en EEUU. Los actos de graduación en las universidades estadounidenses -tanto públicas como privadas- suponen uno de los momentos clave en la vida de los jóvenes. Se preparan con bastante antelación y, aunque cuentan con un gran trabajo por parte de los estudiantes, la implicación de las instituciones académicas en su organización es mucho mayor que en España. Nada que ver.
En el caso americano, este tipo de ceremonia está bastante institucionalizada, incluso en etapas anteriores a la universitaria. Se cuidan mucho todos los aspectos, pues suponen un automárketing de la propia institución. Las preside el rector o director de facultad, que interviene en el acto. Momento para exaltar la vida universitaria y dar consejos para la etapa adulta. El primero en tomar la palabra, a modo de salutación, es el estudiante con la segunda mejor calificación. El de máxima nota pronuncia el discurso en nombre del alumnado. El responsable del centro invita a una personalidad destacada para que también participe. En su transcurso, suele escucharse el Gaudeamus Igitur, pero también el Pompa y circunstancia, convertido en himno de las graduaciones. Los alumnos -que desfilan previamente entre aplausos de familiares y amigos- acuden con toga y birrete, que lanzan al final del acto. La ceremonia tiene una segunda parte. Consiste, por lo general, en una cena con indumentaria de gala -a la que se acude en pareja-, que concluye con el famoso baile de graduación.
Sin protocolo general en la US
Al igual que ocurrió con Halloween, en España también se ha importado esta tradición de EEUU. Sevilla no se queda al margen, aunque no ha llegado con tanta fuerza como en otros puntos del país. La principal diferencia aquí es la falta de un protocolo general para el desarrollo de las ceremonias. Así lo indican desde la Universidad de Sevilla (US). "No hay normativa que regule los actos de graduación. Cada centro se encarga de la ceremonia", explican en la Hispalense. Sin embargo, pocas facultades y escuelas técnicas asumen plenamente su responsabilidad en esta celebración, que sale adelante gracias al empeño de los estudiantes que se hacen cargo de su preparación desde meses previos. En la Universidad Pablo de Olavide (UPO) se organizan de forma centralizada. Cuentan para ello con el Servicio de Protocolo. "Los centros asumen un coste mínimo", detallan desde la UPO.
Una excepción la protagoniza la Facultad de Derecho de la US, donde un documento recoge "los diez principios" para los actos de graduación. Entre ellos, destaca la jornada fijada para su celebración: "se realizan en viernes para facilitar el traslado de las familias que viven fuera de la ciudad, son presididos por el decano, que ha de incluirlos en su agenda institucional". Otro aspecto a tener en cuenta: "la facultad asume y paga todos los gastos derivados de los actos de graduación [...] y lo organiza junto a la administración del centro". Eso sí, también se deja claro que se trata de "un acto solemne de la vida de la facultad", pero "no es un derecho estatuario del alumno". "No es una reunión de amigos ni un acto organizado por los estudiantes, aunque en gran medida se dirija a ellos y a sus familias". "Cada estudiante podrá acudir a la ceremonia con los familiares que permita el aforo (fijados en dos)", detalla el escrito, que establece que sólo se inscribirán para el acto los alumnos que en ese momento hayan superado el 70% de los créditos del grado.
Este nivel de precisión, sin embargo, no es lo más habitual en las facultades de la US, donde tal cometido recae en su mayor parte sobre los estudiantes, sin que el decanato de los centros se implique en su organización más allá de su cometido presencial, pese a que en ese momento lo que se promociona es el talento que sale de sus aulas. Así lo narra una de las asistentes a un acto de graduación en la Facultad de Matemáticas, que se celebró en la escuela contigua de Informática por falta de aforo en el salón de actos de la primera. "Los estudiantes tuvieron que prepararlo todo. Reservar el lugar, elegir la fecha y buscar a los profesores que intervinieron. La facultad no gestionó nada", señala esta universitaria, que incide en que la ceremonia tuvo lugar a las cinco de la tarde de un viernes de junio, con máximas de 35 grados, puesto que el centro elegido cerraba a las 20:00.
En Fibes
Al menos, estos estudiantes no tuvieron que pagar nada por el salón elegido para el acto. Este curso, y no es el primero, alumnos de otras facultades se han visto obligados a poner de su bolsillo el dinero necesario para alquilar espacios externos a la US, como Fibes, para que puedan acudir, al menos, cuatro acompañantes por graduado, ya que lo habitual es que el límite se fije en dos. El desembolso por universitario osciló entre los 40 y 80 euros, según el número de titulados y de invitados.
En la universidades privadas, como ocurre en EEUU, sí se presta especial atención a estos actos, al considerarlos de primer orden. En la Universidad Loyola se repite un formato general que otorga la mayor solemnidad posible a la ceremonia. De esta forma, las graduaciones siempre las abre el secretario general y las clausura el rector o un vicerrector en caso de que tenga que delegar en alguien. Intervienen los decanos de las facultades que se gradúan, un representante del alumnado y un par de estudiantes leen el decálogo de ética profesional, que incide en los valores transmitidos en la institución académica. Al final, se canta el Gaudeamus.
La fiesta posterior
Al margen de la ceremonia oficial, hay que tener en cuenta los gastos de la fiesta posterior, que cada año van en aumento. Una estudiante de Matemáticas acudió a una cena en la que el cubierto costaba 40 euros. Se trata del precio medio, aunque hay otras que rondan los 60, en caso de que se elijan salones como los del Hotel Alfonso XIII, cuyo alquiler supera los 300 euros. Los universitarios cuentan ya para estos encuentros hasta con portales especializados. La Graduación es un ejemplo. En él se ofrece a los interesados tres tarifas. La más económica, de 25 euros por persona, incluye cena en restaurante y entrada en discoteca. La segunda, denominada Silver, se eleva a 45 euros. Supone cenar en "lugares exclusivos" , como jardines o locales reservados por completo para el grupo. La tercera, llamada Gold, cuesta 50 euros. Está contemplada para cenas de más de 100 graduados. Incorpora servicio de DJ, fotografía y vídeo. Como una boda.
Tanto se han extendido en España estos actos a la americana, que varias asociaciones de consumidores han elaborado informes de los gastos que afrontan los jóvenes (o sus familias) cuando llegan las graduaciones. El capítulo más costoso es el de la indumentaria. Vestidos largos, de fiesta, en ellas; y trajes con corbata (sin olvidar alguna que otra discutible pajarita) en ellos. Después está el referido de la cena. Las cifras globales van desde los 290 a los 670 euros, si se eligen las opciones más exclusivas. Y ello sin añadir el viaje de fin de carrera posterior, con el que se superan ampliamente los mil euros. Todo ello antes de empezar las vacaciones de verano.
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