"Me absolvían o palmaba en Bolivia"

Javier Villanueva recuerda el proceso judicial al que fue sometido en Bolivia en el décimo aniversario de su arresto Fue acusado de asesinar a una fiscal y absuelto cuatro años después

Javier Villanueva, el pasado miércoles en la calle Sierpes.
Javier Villanueva, el pasado miércoles en la calle Sierpes.
Fernando Pérez Ávila

05 de mayo 2014 - 05:03

Por Javier Villanueva parece no haber pasado el tiempo, aunque ya nadie le confunde por la calle con Sergio Ramos. Aquel chico de Santa Clara que se fue a Bolivia a hacer las Américas y fue acusado del asesinato de una fiscal antidroga tiene ahora 37 años, trabaja en el sector de la comunicación empresarial, juega a diario al tenis y trata de dejar atrás la peor época de su vida, la de los años que pasó preso en Bolivia. El pasado lunes, 28 de abril, se cumplió una década de su detención. Comenzó aquel día un calvario que terminó con su absolución y su regreso a España, cuatro años después.

Villanueva tiene reciente su caso. Ha vuelto a ver sus fotos en la prisión de Palmasola, en su apartamento durante el periodo que estuvo bajo arresto domiciliario o en la Corte el día de su absolución. Lo ha hecho porque necesitaba enviar la documentación para la demanda que tiene presentada contra el Estado boliviano ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Villanueva denunció a Bolivia por torturas, privación de libertad, detención ilegal y los daños morales causados por un proceso que los propios observadores internacionales tildaron de ilegal.

"Ahora uno de mis abogados está en Washington y se va a interesar por cómo está el proceso. Bolivia tenía dos meses para responder a nuestra demanda, pidió una prórroga de un mes y lleva ya cuatro años sin hacerlo. Entiendo que es un reconocimiento implícito de culpabilidad", dice, y añade que la demanda internacional está en una fase previa en una comisión a la espera de que sea por fin tramitada en la Corte.

Los cuatro años del proceso fueron un infierno. Fue sometido a torturas para que confesara y trasladado a la prisión de Palmasola, donde estuvo más de año y medio. Allí compartió celda con Rubén Centellas, conocido como el descuartizador de Santa Cruz. "El tipo había matado a una chica y luego la había despedazado. Cuando supimos que venía estábamos un poco asustados todos, pero creo que realmente él tenía más miedo cuando llegó".

En Palmasola bebía y comía lo que familiares y amigos le traían de fuera. "Me duchaba con un cubo de agua llena de bichitos y una botella de plástico de dos litros para echarme agua por encima. Aquello me hizo fuerte. El personal de la cárcel estaba continuamente extorsionándome. El comandante me pidió que le comprara 200 botellas de sidra y churrascos para hacer allí una fiesta. Me negué porque no tenía dinero. Eso implicaba que me hacían la vida imposible, me ponían con los presos más chungos..."

Durante su estancia en este penal hubo una fuga masiva de presos. "Me propusieron escaparme con los que habían organizado la fuga. Pero eso suponía quizás aceptar mi culpabilidad. Estaba pendiente de un proceso en el que no las tenía todas conmigo y me la jugué. Me salió bien porque realmente no tenía claro que me fueran a declarar inocente en el juicio. Máxime cuando el juez que presidía el tribunal era el padre de la víctima, cosa inimaginable en España. Sabía que o me absolvían o palmaba en Bolivia, que, si me condenaban a 30 años, no iba a salir vivo de allí". Recuerda peor aún su arresto domiciliario, con cuatro policías que le provocaban para que vulnerara esta medida continuamente.

Villanueva no ha vuelto a Bolivia. Ha visitado otros países americanos como México o Argentina, pero sabe que en Bolivia ha dejado enemigos. "Alguien podría entender mi vuelta como una provocación. Sería muy fácil meterme un kilo de coca en el coche, por ejemplo. He visto tantas cosas allí... Tengo buenos amigos y hablo con ellos por teléfono o internet a menudo, pero prefiero no volver".

Ahora trabaja con la sociedad Grafos Global, una entidad dedicada a la comunicación empresarial que es representante del grupo Origen en España. Mantiene el espíritu emprendedor que le llevó a Bolivia con apenas 23 años. "Estamos en muchos proyectos y abriendo muchas unidades de negocio porque con la crisis es difícil salir adelante con una sola especialización. Se trata de hacer campañas de promoción, de fidelizar al público de nuestros clientes. Ahora, por ejemplo, estamos en un proyecto para impulsar una campaña de apoyo al nuevo vuelo Puerto Rico-Madrid".

Su tiempo libre lo pasa con el tenis y con la familia. Su padre, aquel cirujano que hizo lo imposible por sacar a su hijo de una cárcel boliviana, sigue trabajando y disfruta ahora de sus dos nietos, hijos de Alejandro, hermano de Javier. "Días como el lunes pasado se pone algo tristón. Lo que hemos sufrido lo vamos a recordar siempre". En el tenis, Villanueva juega en el club Bernier y luchará el 18 de mayo por ascender a la Primera División española de veteranos. "Es un deporte que practico desde los cuatro años". Para el futuro, anda preparando un proyecto de película sobre su caso.

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