La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
Alas nueve y media cruzaba la Virgen de los Reyes la reja de la Puerta de los Palos de la Catedral poniendo punto final a su procesión anual. Miles de sevillanos acompañaron un año más a la Virgen de los Reyes en su corto recorrido en una mañana de sol velado y bochorno. El respetuoso silencio y las muestras profundas de fervor fueron, un año más, las tónicas de una procesión que permanece prácticamente inalterada con el paso de los años, aunque el cortejo que acompaña a la patrona es cada vez mayor. La Virgen es el único atractivo en una mañana en la que todo lo demás es accesorio.
Noventa minutos tardó la patrona en recorrer las gradas bajas de la Catedral. Lo acostumbrado. Todo está muy medido, y esa es una de las virtudes de esta procesión. No cansa, no aburre. No hay que devorar pipas tirado en una acera hasta que llega el paso. No. El Día de la Virgen está inmunizado, al menos por ahora, de los excesos de la Semana Santa. Esos que sí llevan años atacando con virulencia otra de las grandes citas del calendario hispalense: el Corpus Christi.
Con puntualidad sevillana salió y entró la patrona de Sevilla y su Archidiócesis de la Catedral. A las 7:40 arrancaba la Banda la Sinfónica Municipal de Sevilla la primera de las marchas que interpretó durante la procesión. La formación que dirige Francisco Javier Gutiérrez Juan iba acompañada por los coros femeninos de la Hermandad de la Soledad de Castilleja de la Cuesta, que este año han vivido la coronación de su Dolorosa, un gesto con el que quisieron rendir homenaje a las mujeres en el 30 aniversario de su incorporación a la banda.
Pero la mañana de la Virgen de los Reyes empieza más temprano. De madrugada. Con todas esas personas que acuden a pie desde las localidades cercanas para postrarse ante la que también es su patrona. Son legión los que llegan andando. Parece que tras unos años de declive poco a poco va remontando esta bella tradición. Los devotos acuden a las misas de la madrugada y luego se les ve echando una breve cabezada en las gradas. Es loable esta peregrinación, pero no está de más recordarles a algunos de ellos que no acuden a una romería. Deberían revisar ciertos atuendos y, sobre todo, las camisetas, los pañuelos con los emblemas, los títulos y los lugares de procedencia o los palos con la mata de romero. Todo eso sobra.
A las siete y cuarto de la mañana comenzaba a despuntar el alba mientras los operarios de la delegación de Movilidad descargaban las últimas vallas que faltaban en la esquina de Placentines y Alemanes. Muchos ya habían echado las campanas al vuelo pensando que este punto no iba a estar acotado. "Cinco minutos más y no pasamos", advertía una señora. A falta de otros debates, el de si el recorrido de la procesión debe estar cerrado es el más recurrente de la jornada. Hay quien piensa, y no le falta razón, que el público está demasiado lejos de la Virgen en algunos puntos y, sin embargo en otros, está totalmente apelmazado. Las fotografías antiguas de la procesión muestran un recorrido sin vallas en el que el público arropa mucho más a la patrona. No es el de la Virgen de los Reyes un público conflictivo que haya que alejar, como sí lo los son los jóvenes maleducados que consumen Semana Santa. Todo lo contrario. La devoción a la Virgen de los Reyes es cercana. Tal vez el Ayuntamiento, a instancias del Cabildo, se debería replantear encajonar de esta manera a los devotos.
A las ocho en punto asomaban los nardos por el dintel de la Puerta de los Palos. La Virgen de los Reyes salía de la Catedral acompañada de un profundo silencio sólo alterado por los bisbiseos de las oraciones, las súplicas o las gracias. Las campanas de la Giralda repicaban mientras que los huéspedes de los hoteles de la calle Alemanes se arremolinaban en los balcones buscando la mejor instantánea. Se estrenaba en la procesión la nueva junta superior del Consejo, que prácticamente salió en pleno. Algunos lucían un broceado envidiable. Con la celeridad acostumbrada llegaba el paso de la patrona a la primera de las posas. Las campanas de la Giralda acallaron las voces de la coral que entonaba los motetes. A una pequeña le llamaba la atención el Niño y sus zapatitos de oro. "Tiene cara de simpático", le decía a su madre. Es reconfortante ver que cada año hay también más niños y más jóvenes en esta mañana. Como bien dice el popular Gregorio Serrano hay que acostumbrar a los niños a venir a Sevilla a ver a la Virgen de los Reyes desde el lugar de vacaciones. No todo son las cornetas, los tambores o el izquierdo por delante.
Muchos echaron de menos ayer a dos históricos de la hostelería sevillana. Por primera vez no estaban abiertos un 15 de agosto ni el Horno de San Buenaventura de la Avenida de la Constitución ni la calentería del Postigo, donde las colas tras la entrada de la Virgen era otra de las estampas clásicas de la mañana. En la calle Alemanes se volvió a evidenciar el exceso de señalética de la pasada Semana Santa. Unas placas que se repiten cada pocos metros y que estéticamente son horrorosas. En los últimos años cada vez más personas van acompañando a la Virgen en su recorrido. No es muy complicado hacerlo, aunque ayer se produjeron algunos tapones en la Puerta del Perdón, por el cajón de la obra del Sagrario, y en la Avenida, donde había bastante más público que otros años.
A las ocho y media se realizaba la segunda posa. Las nubes que velaban el sol no permitieron que la luz diera de lleno en el rostro restaurado de la Virgen. La patrona salía por primera vez tras la intervención realizada por el profesor Arquillo en diciembre para atajar los problemas de policromía. Delante del paso se pudo ver a la conservadora de bienes muebles de la Catedral, Ana Isabel Gamero, con su medalla de la asociación al cuello. Desde esta privilegiada ubicación habrá advertido que al palio de tumbilla le hace falta algo más que el limpiado de cada año. El tisú y los bordados están cada vez más oscuros.
La banda de música del Ejército atacaba la marcha Virgen de las Aguas en la Avenida para regocijo de los allí presentes. El paso se encaminaba hacia la tercera de las posas mientras los devotos seguían acompañándolo por el exterior del vallado. "Lo malo que tiene esto es la masificación", lamentaba un señor que por su acento evidenciaba no ser sevillano. "Esto no es nada. Vente en Semana Santa y me cuentas", le respondía un joven con guasa. Pasaban cinco minutos de las nueve cuando la Virgen se adentraba en Fray Ceferino.
Prácticamente el horario se solapaba con el del año pasado. A las 9:15, la patrona dejaba atrás la puerta de las Campanillas, donde ya se han empezado a colocar los andamios para la restauración de la fachada renacentista. A las nueve y veinte la Virgen ya estaba de nuevo ante la Puerta de los Palos. Se producía entonces el único aplauso de la mañana. La compañía del Ejército desfilaba rindiendo honores ante la vecina más antigua de la ciudad. Apenas noventa minutos habían pasado y la Virgen de los Reyes ya cruzaba de nuevo el dintel de la Puerta de los Palos poniendo punto final a la procesión más pura del calendario de la ciudad. A tus plantas se postra Sevilla. Gloria, gloria
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