La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Procesión extraordinaria
No eran aún las doce de la noche y apenas si había terminado el rezo del rosario cuando los almonteños saltaron la reja para sacar en procesión extraordinaria a su Patrona, la Virgen del Rocío. Lo hacían con motivo de la bula pontifical que ordenó la coronación canónica de la Blanca Paloma. Ocho horas estuvo la Señora a hombros de los almonteños en su paso procesional completo con la modificación efectuada en la pasada romería, vestida de Reina con su traje de Montpensier. La Virgen regresó a su santuario al despuntar el día después de realizar el recorrido habitual de las hermandades, en esta ocasión sin los simpecados, pero con las casas engalanadas.
Durante el recorrido se sucedieron los rezos, cantos y petaladas, siempre arropada de un gentío que inundó durante toda la noche las calles de la aldea, superando las expectativas. Uno de los momentos más emotivos fue el encuentro de los jóvenes tamborileros de la Hermandad Matriz y la Virgen con la interpretación de varias piezas y la salve rociera, acompaña por la multitud.
Todo fue parecido a la romería del Rocío pero no exactamente y eso se dejó notar en muchos aspectos. Procesión sí hubo pero extraordinaria. Lejos muy lejos quedó el deseo de la Hermandad Matriz de que La Reina de las Marismas saliera al alba rememorando antiguas procesiones. Las ganas de los almonteños de estar con su patrona lo impidió y saltaron la reja cuando aún era viernes, a tenor del horario en que lo hicieron, en vez del sábado cuando estaba previsto. Eso sí, lo hicieron a pocos minutos de la medianoche, frontera que marca el fin de un día y el principio de otro.
Apenas eran las nueve de la tarde cuando los primeros almonteños decidieron aferrarse a la reja para ser los primeros en hacerse con el paso de la Virgen ataviada para la ocasión. Fue una decisión momentánea pero al mismo tiempo hacía presagiar que el salto y la salida de la Blanca Paloma no se iban a prolongar durante muchas horas. Todo a pesar de las especulaciones que se sucedieron los días previos sobre el horario de la salida de la Señora. Inicialmente estaba prevista la lectura de la bula y el rezo del rosario a partir de las once de la noche.
En el interior del santuario los devotos de la Virgen repetían los rezos sentados todavía en los bancos, que no habían sido retirados. Desaparecieron poco después, cuando comenzaron a llegar masivamente los fieles para coger sitio y posicionarse estratégicamente para ver el salto. A diferencia de la romería no se montó ningún cinturón de seguridad en el interior de la ermita para asegurar la llegada del Simpecado de la Hermandad Matriz al presbiterio, ya que la procesión extraordinaria no contemplaba este extremo.
Con un ambiente caldeado por las ansias de algunos almonteños por saltar, comenzó la lectura de la bula y seguidamente el rosario que se escuchaba en el interior del templo, lo que calmó un poco los ánimos. Sin embargo, los intentos comenzaron a sucederse sobre todo en un punto concreto de la reja, mientras que el santero hacía todo lo posible para evitar el desenlace prematuro. Apenas si se había rezado el tercer misterio cuando la situación se antojaba ya insostenible. Tanto que un almonteño saltó la reja pero fue vapuleado y devuelto al sitio que ocupaba.
Instantes después se produjo la apoteosis y ya nadie pudo contener que los primeros almonteños llegaran al paso, si bien otros permanecieron en la reja para evitar que otros saltaran, ya que dentro del presbiterio no cabían más. En un abrir y cerrar de ojos habían quitado los cirios que custodiaban el palio de la Virgen adornado con bambalinas.
Tras un momento de cierta calma empezaron a mover el paso y al poco tiempo lo había alzado para iniciar el recorrido. Eran las 23.49. A pesar de la multitud que estaba en el santuario, la Virgen apenas tardó dos minutos en asomarse al dintel de la puerta. En la explanada esperaban miles de devotos.
Así se inició la procesión de la Señora que hizo el mismo recorrido que el que realiza en su romería comenzando por la Hermandad filial de Huévar, que como el resto engalanó la casa para celebrar tal acontecimiento. Como siempre su caminar fue particular, portada a hombros de sus hijos. Primero por los alrededores del lado derecho de la ermita y la capilla votiva, donde ya encontró las primeras dificultades para avanzar entre el gentío que atestó durante toda la noche las calles y plazas dificultando su avance y provocando que en numerosas ocasiones el paso tuviera que ser depositado en el suelo por la presión que sufría.
La Virgen llegó hasta el eucaliptal al cabo de unas horas y enfiló después, tras múltiples y continuos vaivenes, hacia el Real. Una vez allí, se le rezó una salve solemne en la puerta de la casa de la camarista y recibía una petalada, al tiempo que estallaba un castillo de fuegos artificiales en señal de júbilo. Además los jóvenes tamborileros de la escuela de la hermandad tocaron para la Virgen varias piezas, en unos de los momentos más emotivos. Para entonces ya habían transcurrido varias horas y después de continuar su recorrido en dirección al templo regresó al Real, en un intento de prolongar la celebración, lo que sorprendió a la multitud que espera en la explanada la recogida. Ésta se produjo casi a las las ocho de la mañana cuando despuntaba el alba.
Casi ocho horas estuvo la Reina de las Marismas por las calles de la aldea, siempre rodeada de una multitud; la presencia de fieles superó las previsiones y los cálculos previstos por el Ayuntamiento y por la Hermandad Matriz.
La Virgen del Rocío llevó el traje que lucía hace cien años para su coronación, el de los Montpensier que le donó la condesa de París, Isabel Francisca de orleans y Borbón, que residía por temporadas en Villamanrique de la Condesa. La imagen del Niño iba vestida a juego. Poco antes de las diez de la mañana las calles de la aldea se abrieron al tráfico rodado con normalidad y se permitió el aparcamiento de vehículos particulares. A pesar de la enorme concentración de personas, según informa Efe, los servicios de emergencia sólo contabilizaron quince asistencias sanitarias por traumatismos leves, síncopes y mareos.
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