Viaje sociológico de la pernocta al madrugón

Metrópolis: Avenida Kansas City

El indio de Kansas City homenajea al que acompañó a los exploradores que atravesaron el continente americano. Es un icono de una avenida que une el centro con las afueras, los trenes con el aeropuerto, los dos ‘mares’ de la ciudad

Estatua del indio con su sombra en el asfalto en la confluencia de Kansas City con El Greco.
Estatua del indio con su sombra en el asfalto en la confluencia de Kansas City con El Greco. / Víctor Rodríguez

POCAS calles en Sevilla unen de forma tan palpable el centro con las afueras, el corazón con las extremidades. La Avenida Kansas City empieza en Luis Montoto, junto al Corte Inglés de Nervión, y termina en Santa Clara, el barrio de los americanos. Se extiende desde el hotel Los Lebreros a los Polígonos Industriales de Store y Calonge. En los ciclos de la población, desde donde pernocta a donde madruga.

A falta de Betis y Sevilla, de Barça y Madrid, Kansas City-Toronto es uno de los partidos de la quiniela de este domingo, que incluye partidos de las Ligas sueca y norteamericana. El nombre de esta avenida se debe al hermanamiento de Sevilla con Kansas City, una iniciativa del alcalde Félix Moreno de la Cova, que lo fue entre 1966 y 1969 y viajó para sellar esa alianza a esta ciudad en la frontera entre los Estados de Misuri y Kansas, fundada en un asentamiento ferroviario.

Alcalde con visión de futuro, Moreno de la Cova inaugura Mercasevilla y la autopista Sevilla-Cádiz y bautiza con el nombre de esta ciudad norteamericana una vía que con el tiempo conectaría la estación de Santa Justa, el estadio ferroviario de Cruz y Ortiz para la Alta Velocidad, con el aeropuerto de San Pablo, que da nombre al pabellón deportivo y a un Polígono cuya construcción data de esa década de los sesenta y que creció a uno de los lados de la avenida. Al otro, la zona más industrial, la más ferroviaria, junto a la barriada de las Huertas abierta en canal por unas obras de Emasesa para la mejora del drenaje de la cuenca del Tamarguillo, nombre de atávicas reminiscencias.

El paseo por Kansas City desde Luis Montoto hasta Santa Clara es un apasionante ejercicio de sociología. La Avenida El Greco está levantada en unas obras que empezaron en abril y terminarán en octubre. A esa altura se levanta la estatua ecuestre de un indio que con una mano sujeta una flecha y tiene la otra sobre la frente, imitando al guía que acompañó a Meriwether Lewis y William Clark cuando cruzaron de un lado a otro el continente americano. Tenía una pluma, pero se la robaron. En Kansas City hay otra estatua y Sevilla Square es uno de los barrios más elegantes de la ciudad. El indio de Sevilla no tiene leyenda, sólo una corona de flores con una frase de la que quedan algunas letras sueltas de las palabras nunca y olvido.

Sevilla fue la primera de una larga lista de ciudades que se hermanaron con Kansas City, entre las que figuran Hannover en Alemania, Morelia en México o Metz en Francia, amén de tres ciudades africanas de Tanzania, Nigeria y Sierra Leona, tal vez por la importante población afroamericana de esa ciudad donde hace cincuenta años se produjo un histórico motín a raíz del asesinato de Martin Luther King; una población culturalmente retratada por Robert Altman, hijo de esa ciudad, en la película Kansas City, homenaje a tres saxofonistas del swing: Coleman Hawkins, Lester Young o Ben Webstern.

La música que suena en la avenida Kansas City es la de Naranjito de Triana o Manuel Torre, inmortalizados en sendas plazas del Polígono San Pablo. El callejero del barrio A es una Bienal de flamenco. “Hasta la gasolinera, cantaores; a partir de ahí, ya en el barrio C, toreros”, explica José María Díaz Gómez, un jubilado nacido en Carrión de los Céspedes que toma un café en una peña de pensionistas que lleva el nombre de Alfonso de Cossío, el catedrático de Derecho y abogado defensor de Felipe González o de algunos del Proceso 1001.

Calles de la Granaína, de la Cantiña o de las Mineras; plazas del Martinete o de los Tarantos. Junto a la avenida del Greco hay calles con nombres de cuadros de Murillo, que está en el año de su cuarto centenario, liberado de los grilletes de las pinacotecas, aunque los museos más conocidos de la ciudad de Kansas City son los de jazz y de béisbol.

Al comienzo de la Avenida hay un expositor con la leyenda Conozca la Biblia. Hay calles que se llaman Tiberiades, Gólgota o Monte Tabor. Ésta da a un gigante de trece plantas en fase de construcción. En la curva de Kansas City aparecieron el hotel Ayre, la Tesorería de la Seguridad Social la estación de Santa Justa y El Mirador, Media Markt.

En las fachadas de algunos bloques han pintado grafitis gigantescos. En uno de ellos, debajo aparecen la hoz y el martillo. “Los pintaron estudiantes, uno de ellos era ruso”, dice el parroquiano de un bar. El dibujo está en la plaza Gallega de la Moneda, nombre de un cuadro de Murillo.

Hay un buzón de Correos junto al pabellón de Deportes San Pablo. La carta se la puede mandar a los Efesios o a los Tesalonicenses. Éfeso y Tesalónica son las calles que delimitan las instalaciones deportivas. Una señal prohíbe el tráfico por la Avenida 28 de Febrero e invita al desvío por calle Alcalde Manuel del Valle, el que inauguró el pabellón de deportes dos décadas después de la alcaldía de Moreno de la Cova.

Tras los cantaores, los toreros. El primero, Curro Cúchares, que crea los cánones de la tauromaquia y de cuya muerte en La Habana –está enterrado en San Bernardo– acaba de cumplirse el segundo centenario. Después aparece Pepehíllo. Estaría a gusto entre estos nombres, en días de sanfermines, Ernest Hemingway, que se estrenó como reportero jovencísimo en el Kansas City Star.

Esta avenida es la pista del aeropuerto, de lo que dan cuenta el café-bar Boeing 747 o el Centro de Estudios Aeronáuticos. También es la salida para Córdoba o antes para Carmona, en cuya cárcel murió Julián Besteiro, honrado con el nombre de la glorieta de José Laguillo previa al puente sopre la vía junto a Santa Justa.

En los pares, la Avenida Santa Justa tiene 96 números. Enfrente, los concesionarios de automóviles: Renault, Mercedes Benz. El edificio Gran Vía es una ciudad dentro de un bloque. Debajo, bares bulevares: Sal Gorda, Inédito, La Jarana. El fotógrafo Miguel Ángel León le echa gasolina a la moto en la gasolinera que marca el límite de Kansas City, como la frontera con Misuri. Vivió en Teodosio, Torneo y Pastor y Landero. A su esposa, Elisa Arroyo, fotógrafa del Parlamento, le tocó en sorteo una vivienda de VPO “de diseño y sostenibles, de la época de Sánchez Monteseirín”. Hubo dos renuncias en estas viviendas de Kansas City y ahora viven en la misma calle que la suegra del fotógrafo, que es vecina del indio con flecha y sin pluma mientras ellos, con la altura de su bloque, son del Séptimo de Caballería.

Origen ferroviario como la historia de la ciudad matriz

Trenes de Alta Velocidad, aviones a baja altura. A Kansas City se puede llegar desde el centro en el 32 y se baja uno en la parada de Céfiro, calle con el nombre de la añorada librería de calle Virgen de los Buenos Libros de Luis y Eduardo. Desde Alcosa atraviesa la avenida entera el 28, que hace escalas en la Avenida de Chiva y la calle dedicada al escritor Alfonso Grosso. La estación de Santa Justa y el pabellón de San Pablo son dos de los hitos arquitectónicos de la calle. Junto a la barriada de las Huertas, un cartel recuerda el parque infantil que con los Presupuestos Participativos se hizo en la Avenida 28 de Febrero. En Kansas City, fusión de flamenco con jazz y blues, destacan la curva donde estaban los campos de San Benito, que la alinea con la pista, y los scalextric que permiten sortear la vía del tren. Una historia ferroviaria, como Kansas City.

stats