Veladores, el colesterol de muchas calles de Sevilla
Pasear por calles como Albareda, la Puerta Real o Argote de Molina es verdaderamente complicado
Las mesas ‘amenazan’ monumentos como San Marcos, Santa Catalina o Santa María la Blanca
“No contemplamos que se reduzcan las terrazas”
Protesta de 40 entidades vecinales en Sevilla contra el exceso de veladores y apartamentos turísticos
Una cuestión de convivencia. La proliferación de veladores por toda la ciudad es una realidad que ha vivido su punto álgido tras la irrupción de la pandemia y la necesaria convivencia con el virus. La propia configuración y el urbanismo de Sevilla hace muy complicado que se puedan compatibilizar las terrazas, tan necesarias para que los hosteleros puedan rentabilizar sus negocios, con el fluido tránsito de personas o el imperioso derecho al descanso de los vecinos. Hay calles absolutamente tomadas por los bares, como Albareda o Argote de Molina; y otros espacios donde las reformas realizadas han dado sus frutos y está todo más ordenado, como Mateos Gago o San Fernando. Diario de Sevilla analiza el estado de la cuestión en este reportaje que es fruto de la observación y cuyas valoraciones se hacen exclusivamente con un criterio racional y de ocupación de los espacios. No se trata en ningún caso de criminalizar a los distintos establecimientos hosteleros, puesto que puede que muchos de los locales tengan los veladores concedidos a pesar de la inverosimilitud de muchas situaciones. La nueva ordenanza que ya elabora el Ayuntamiento promete ser más dura con las inspecciones y, sobre todo, con el cumplimiento de las mismas para que la convivencia sea fluida. Los hosteleros esperan que ningún negocio pierda parte de su terrazas, mientras que los vecinos exigen que se respeten los espacios públicos y se garantice la convivencia y los buenos usos.
El crecimiento turístico que ha experimentado Sevilla en la última década ha tenido como una de sus principales consecuencias un notable incremento del número de bares y restaurantes. No sólo en el centro. Es algo que se extiende a muchas zonas de la ciudad. No hay nuevo hotel que no cuente con algún local de restauración. Véase el caso de la Plaza de la Magdalena. O local de cualquier tipo que baje su persiana y reabra como negocio hostelero, como el caso de Novias Cira en la Plaza del Pan, entre otros muchos. Esta circunstancia ha generado que en calles o plazas en las que antes había una terraza tengan ahora que convivir varias disminuyendo el espacio libre de manera considerable. Esto se ha visto especialmente en calles peatonales. El caso más significativo es el de la trianera calle San Jacinto. Entre el Altozano y Pagés del Corro se han multiplicado los negocios de hostelería. Esta vía sufre importantes tensiones porque entre las terrazas y el carril bici apenas queda espacio para transitar. Para tratar de mitigar estos problemas, la anterior corporación municipal tuvo que restringir el horario de uso para los vehículos de movilidad personal (bicis o patinetes).
La antítesis a San Jacinto puede ser la muy atestada de turistas Mateos Gago. Dejando a un lado el resultado estético de la peatonalización, la calle es, sin duda, más amable para el peatón. Las hileras de veladores han quedado a ambos lados ofreciendo un importante pasillo central para caminar o disfrutar de la incomparable vista de la Catedral y la Giralda. La situación del turístico barrio de Santa Cruz no es, aunque pudiera parecer lo contrario, muy caótica. Los veladores existentes en Pasaje de Vila, la Plaza de los Venerables, la Alianza o Doña Elvira están relativamente ordenados y permiten transitar con cierta facilidad.
Calles sin apenas espacio para el peatón
Pero esto no es lo normal. El colesterol que los veladores son para muchas calles tiene especial incidencia en el entorno más monumental de la Catedral y la Plaza Nueva. Una de las vías más saturadas es Argote de Molina. El recuento a vuelapluma en la popular Cuesta del Bacalao, en su tramo entre Alemanes y la confluencia de Francos y Placentines, arroja un total de ocho establecimientos y 64 veladores. La acera de la derecha según se baja hacia la Catedral está absolutamente privatizada. Apenas queda un metro entre las fachadas y los distintos elementos de las terrazas. Un suplicio para el caminante que tienen que salirse a la calzada u optar por la otra acera que cuenta con una menor anchura. La gravedad se multiplica para las personas con problemas de movilidad o carros de bebé.
Junto a Argote de Molina hay otras calles que se llevan la palma, sobre todo el eje formado por General Polavieja y Albareda. Lo de esta última es indescriptible. Es mejor evitar pasar porque tendrá que echarle paciencia. En el tramo hasta Tetuán se disponen mesas y sillas, además de sombrillas y otros enseres, a ambos lados. El pasillo central es demasiado angosto para transitar y, además, hay que sortear a los camareros que sirven las mesas y a otros que cartas en mano tratan de captar al guiri. Si se cruce hacia el siguiente tramo la situación no mejora. Otro caso extremo es de la Puerta de la Carne. Es exagerado el número de veladores de una de sus aceras.
En otro punto de la ciudad, la Avenida de la Buhaira es especialmente complicada. Especialmente en la acera por la que discurre el carril bici. El peatón corre el riesgo de ser atropellado por un ciclo o por los camareros que salen apresurados bandeja en mano de los locales que se suceden uno tras otro. Tampoco se libran del peligro los usuario de las terrazas, que muchas veces se quedan a centímetros del carril bici, cuando no lo invade.
Situaciones inverosímiles
Un paseo por el centro sirve para comprobar cómo hay veladores en lugares completamente inverosímiles: un local en la calle Zaragoza (frente a Madrid), tiene meses en una acera de poco más de un metro. En la esquina de Alfonso XII con Almirante Ulloa pasa lo mismo. Como en la esquina del Duque o en Jesús de la Vera Cruz o en la esquina de Monsalves con El Silencio. La situación de la peatonal calle Regina es también compleja. En la calle San Pablo se dan varias circunstancias escandalosas. Un bar situado frente a El Corte Inglés ha situado su terraza y apenas deja espacio para caminar. Eso sí, se atribuye la potestad de prohibir aparcar motos en la acera. Unos carteles pegados a los naranjos dan buena fe de ello. Todo sea por la terraza. En la acera opuesta y ya llegando a la Puerta de Triana, frente a un supermercado, la acera es estrecha, pero esto es impedimento para colocar tres mesas altas con sus sillas y sombrillas que, además, permanecen ahí aunque el negocio esté cerrado. Continuando hacia Reyes Católicos acaba de abrir un local que ya ha decorado el amplio espacio de la delantera con hasta doce mesas con sus sillas, sombrillas y unas exuberantes plantas.
La situación no es mucho mejor en las plazas de la ciudad. A las atestadas del Salvador, la Alfalfa o la Pescadería hay que sumar la completamente privatizada de la Puerta Real o la de San Lorenzo que gracias a las prebendas adoptadas por la pandemia ya está copada en buena parte con la consiguiente degradación de su bello pavimento de ladrillo en sardinel y chino lavado. Cerca, la peatonalización de la Gavidia y Baños también ha deparado un incremento del número de veladores, aunque el espacio sigue siendo lo suficientemente amplio como para transitar sin apreturas.
La afección al patrimonio histórico
Algunas de las terrazas son especialmente lesivas con el patrimonio histórico. Es habitual el acoso que sufre la mudéjar parroquia de San Marcos, acosada por todo tipo de elementos; o el palacio de los Marqueses de la Algaba, en la trasera de la Feria. O la recientemente rehabilitada iglesia de Santa Catalina. En el estrecho tramo de la calle Alhóndiga suele haber veladores apoyados directamente sobre la fachada del histórico templo. La Policía Local, tras las denuncias de los vecinos, ha acudido recientemente a quitarlos, aunque se han vuelto a ver al día siguiente. La iglesia de Santa María la Blanca, concretamente en la histórica puerta de la calle Archeros, también ha sufrido agresiones de este tipo. Transitar por esa esquina es sencillamente muy complicado.
Muy polémica fue la llegada de veladores a la Plaza de San Francisco, auténtico salón de la ciudad; o a una hamburguesería de la Campana. Finalmente fueron retirados tras las protestas y se llevaron por delante los que la confitería llevaba montando toda la vida. Muchos se preguntarán por qué aquí se actuó de esta manera y en otros sitios iguales o más conflictivos el Ayuntamiento es mucho más permisivo.
La nueva ordenanza
Para ordenar todas estas situaciones, se está redactando la nueva ordenanza, que previsiblemente entrará en vigor en febrero, y en la que va a introducir distintas medidas sancionadoras y disciplinarias. Por ejemplo, el alcalde, José Luis Sanz, ha explicado que se regularán las formas de ocupación de la vía pública, adaptándose a la vigente normativa de accesibilidad que establece sendas peatonales accesibles de 1.80 metros como mínimo. También se reglará el mobiliario que compone la terraza de veladores (tipología, colores o toldos). Se potenciará la labor inspectora reforzando la plantilla actual con dos inspectores para realizar tareas de control por la tarde y en horario nocturno. Se aumentará el importe de las sanciones y se revocarán licencias cuando se acumulen dos o más multas por incumplimientos. Además, se regulará la forma de consumo tradicional en los bares considerados singulares estableciendo horarios.
Una de las medidas estrella que promete la nueva ordenanza de veladores en la que trabaja el Ayuntamiento es la puesta en marcha de un sistema de información que podrá ser consultado de manera telemática por todos los ciudadanos. Esta herramienta será muy útil para que se pueda conocer directamente qué elementos y en qué numero están autorizados en cada establecimiento, y cuáles de ellos no tienen autorización por parte del Ayuntamiento. Servirá para un uso racional de todos estos enseres y para que los propios hosteleros también puedan identificar a los locales incumplidores.
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