Veinte años del comando chapapote
Un centenar de policías locales, bomberos, técnicos de Protección Civil y del 061 de Sevilla organizaron tres expediciones a Galicia tras la catástrofe del Prestige
"Vimos una cala de difícil acceso, en la que ni los autóctonos querían entrar, y decidimos limpiarla", recuerda uno de los agentes
Dos décadas del Prestige, una tragedia aún con muchas sombras
La catástrofe del Prestige, de la que el pasado 13 de noviembre se cumplieron veinte años, quedará siempre en la memoria de los servicios de emergencias de Sevilla, que enviaron a más de cien personas a recoger chapapote de las costas gallegas en las tres expediciones que se organizaron entre finales de 2002 y principios de 2003.
La mayoría de los voluntarios que limpiaron la Costa de la Muerte fueron policías locales de la capital andaluza, si bien en el contingente sevillano también participaron bomberos y técnicos de Protección Civil del Ayuntamiento hispalense, así como personal del departamento de emergencias sanitarias del 061.
Las tareas de limpieza que los sevillanos hicieron en Galicia se centraron en Corcubión, a escasos 13 kilómetros del cabo Finisterre. En concreto, trabajaron en una cala de difícil acceso llamada Cala del Obispo. "No nos íbamos a arrugar", recuerda Álvaro Vázquez, agente de la Policía Local de Sevilla que participó en las labores de retirada de petróleo. Lo dice señalándose el pecho con la mano, indicando la altura a la que se encontraba sumergido en la marea negra.
"Dando una vuelta de reconocimiento por la zona vimos una cala de difícil acceso, en la que la gente autóctona no quería entrar. Y decidimos limpiar aquello. Era muy difícil, se organizó de tal forma que unos pocos que tenían conocimiento de agua entraron en ella e iban empujando las balsas hacia la cadena, que iba retirándolas en distintas etapas del acantilado", cuenta este agente, que atiende a este periódico en la Jefatura de la Policía Local, donde el jueves se reunieron algunos de los miembros de aquel comando chapapote.
El germen de aquella "locura" surgió en la Unidad de Tráfico Motoristas. "Estábamos en la Jefatura (entonces en la isla de la Cartuja), en un momento de descanso, leyendo la prensa e impactados por las imágenes y la información que nos llegaba de la marea negra. Nos miramos y nos preguntamos '¿por qué no nos vamos?", explica David Guzmán.
Este agente fue uno de los organizadores, junto con José Antonio, José Luis, Manuel, Eduardo y Luis. A la mañana siguiente, los policías comentaron la idea con sus compañeros. Los que coincidían en los vestuarios con ellos se iban sumando a la iniciativa. Y así se fue orquestando la primera de las expediciones.
"La idea inicial era que fueran no más de diez o quince personas", pero el proyecto fue tan bien acogido entre la plantilla que se triplicó esta previsión. En la primera partida estuvieron 46 policías locales, diez de los cuales eran agentes en prácticas que estaban en la academia.
El Ayuntamiento de Sevilla, entonces presidido por Alfredo Sánchez Monteseirín, con José Gallardo de delegado de Seguridad, apoyó esta iniciativa y aportó material y vehículos. La mayoría de los trajes de protección eran los monos de Lipasam. Clave fue también el papel del superintendente Juan José García, por entonces jefe del cuerpo y aún hoy en activo. También fue importante el respaldo de la Asociación Centro Cultural de la Policía Local, así como de entidades públicas y privadas.
"Veinte años después, miramos aquella expedición solidaria con recuerdos imborrables por la labor que se realizó y la calidad humana de quienes participaron en ella", apunta Guzmán. Algunos de los veteranos del 'Nunca Mais' ya están jubilados, como Joaquín Casielles, Manuela, Pepe Campos o Jesús Melero, entre otros, pero la mayoría sigue en activo patrullando las calles de Sevilla.
"Había que recoger el máximo chapapote que se pudiera en el menor tiempo posible", explica Álvaro. Los agentes estaban allí en sus días de vacaciones y descanso. Estaban muy condicionados por el plan especial de Tráfico de Navidad, que los obligaba a estar en Sevilla en unas fechas concretas, de ahí que se organizaran tres viajes cortos para poder cuadrar mejor los recursos disponibles. A la expedición se sumaron después varios miembros del cuerpo de Bomberos de Sevilla, del 061 y de Protección Civil.
Por parte de este departamento, uno de los que estuvo en Galicia fue Ramón Gutiérrez Bárcenas, por entonces subjefe de la Agrupación de Voluntarios de Protección de Civil de Sevilla. "Yo estuve del 25 de diciembre al 1 de enero. Me quedé en Muxia, alojado en los dormitorios del edificio del Servicio Local de Protección Civil".
"Aquello fue una convivencia con compañeros de toda España. El sentimiento de hermandad era muy grande. Los compañeros de Muxía se portaron fantásticamente bien con todos nosotros y nos atendieron en todo lo que pudieron. La manutención corría a costa del propio pueblo, que, en la lonja, organizó un comedor gratuito para todos los voluntarios, tanto de protección civil como ciudadanos. Los propios vecinos se encargaban de cocinar", recuerda Gutiérrez Bárcenas.
"La labor del voluntariado de protección civil fue fundamentalmente de apoyo logístico al resto de voluntarios llegados de toda España, que eran los que retiraban chapapote. Las zonas de intervención eran distribuidas por el Ayuntamiento. Se montaba una zona limpia y una zona sucia, y un equipo limpio y un equipo sucio", añade.
Los voluntarios de Protección Civil no retiraron chapapote directamente, sino que se encargaban de vestir a los que lo hacían, ponerles los guantes y aislar el traje para que sus cuerpos no tocasen el petróleo. "E igualmente, una vez terminada la jornada, desvestirles para que no tuviesen contacto con el chapapote. Mientras tanto, protegíamos la zona de trabajo y cuidábamos que no se acercasen a zonas poco seguras de la Costa de la Muerte. También se hacían los primeros auxilios si había algún herido, hasta la llegada de la ambulancia".
Este técnico cuenta que la noche de fin de año la retransmitió Telecinco desde Muxía, con Mercedes Milá como presentadora. "Coincidió con todos nosotros en el bar del pueblo", recuerda, y añade que el único reconocimiento a los voluntarios de Protección Civil llegó desde la Asociación Nacional de Agrupaciones de Voluntarios (ANAV), que les entregó una distinción. "Guardo muy buenos recuerdos de aquellos días pero me quedo con el sinsabor de que, desde la Agrupación, no pudiésemos haber hecho más".
Claudio Montero fue uno de los dos profesionales de emergencias sanitarias que participó en las expediciones. Iba con su compañero Juan Antonio Núñez. Ambos pertenecen al 061. "A nosotros nos llamó David Guzmán, con el que tenemos muy buena relación. Y nos lio. Fuimos Juan y yo como voluntarios para prestar la asistencia sanitaria, atender heridas, cortes, caídas, etc. De hecho, hubo varios policías locales que tuvieron accidentes y los solventamos allí sobre la marcha con el material de primeros auxilios que llevábamos".
"Como el sitio era de difícil acceso, también nos dedicamos también a la prevención, para evitar accidentes. Y ayudamos a que se vistieran". Se queda con el "gran trabajo" que hicieron y "la de chapapote" que quitaron sin saber qué consecuencias podía tener para su salud. "El pueblo se volcó con nosotros, éramos desconocidos, pero en horas ya éramos conocidos allí. Y hablaban de la Policía Local, 061, Protección Civil y Bomberos de Sevilla de forma impresionante. Por donde íbamos nos abrían las puertas".
La periodista Rocío Montero cubrió para Diario de Sevilla aquellos tres viajes, en los que no sólo informó sino que participó directamente en las labores de limpieza. "Me vienen a la mente muchos recuerdos. El principal es ver a todo el mundo volcándose para ayudar. Había mujeres de avanzada edad sacando petróleo del mar, los percebeiros trabajaban al límite de las rocas en medio del chapapote... Las caras de desesperación contrastaban con la enorme ilusión de los voluntarios de Sevilla, que se hacían llamar, con guasa, los MOE (Municipales de Operaciones Especiales)".
"La mayoría de los que fueron no conocían Galicia, era la primera vez que iban, pero pusieron tanto empeño y tanta ilusión que quizás fue eso lo que más me impresionó, el carácter luchador de la gente de mi tierra, Sevilla. Y nos trataron tan bien... Fue una experiencia para no olvidar jamás. No hubo un solo día en el que no me emocionara por la capacidad de los seres humanos de ayudarse los unos a los otros. A pesar del desastre, hubo un tsunami de solidaridad".
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