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Ulises y el síndrome de las sirenas

Homenaje al clásico. La reanudación de la lectura del 'Ulises' con el catedrático de Filología inglesa Francisco García Tortosa duró lo que dura la novela de Joyce: un día

Francisco García Tortosa y algunos alumnos de su curso, con la Giralda al fondo.

24 de octubre 2011 - 05:03

BRONCE junto a oro oyeron ferrocascos, aceradosonantes… Así empieza el undécimo capítulo del Ulises de James Joyce, el más complejo y musical, titulado Las Sirenas, acompañado de rapsodias de Liszt y rosas de Castilla. Es la lectura que deberían haber retomado los alumnos que de forma espontánea, desde el 16 de marzo, todos los jueves de 7 a 9 de la tarde, acudían a las sesiones que impartía Francisco García Tortosa, catedrático de Filología Inglesa, autor de la más completa edición de la obra del escritor irlandés y responsable junto a María Luisa Venegas de su traducción.

Los alumnos se quedaron con las ganas. También se puede decir que el segundo ciclo de este encuentro con el Ulises se había convertido en un homenaje al escritor irlandés: había durado el mismo tiempo que la novela, un día. Visto y no visto. Lector y alumnos se dieron cita el pasado jueves en la puerta de la Casa de la Provincia, pero no llegaron a entrar. Estaban como jornaleros de Marinaleda en los tiempos en que el edificio era sede de la Diputación Provincial. "No me han dado ni las gracias", se lamentaba García Tortosa. De todos los jueves de ese trimestre joyceano sólo faltó uno porque tuvo que ir a dar una conferencia a Salamanca, ciudad donde fue titular de la cátedra antes de llegar a Sevilla.

Dada la aceptación del curso, por el que García Tortosa no había pedido ni un euro a cambio, para esta reanudación consideró razonable pedir una cantidad simbólica, testimonial. Se habló de 600 euros mensuales. Sus interlocutores políticos le propusieron que se estableciera una tasa de 50 euros por mes y alumnos. "Yo no he dado clases particulares en mi vida y a mis años no me veo".

La decepción era palpable en quienes se habían dado cita con el catedrático y traductor murciano de cuna y sevillano de adopción. "Nosotros estábamos preparando un viaje a Dublín", dice Belén Jiménez, que acudió con su compañero, Pepe Linares, documentalista de Canal Sur. Las mujeres eran mayoría, síndrome de Molly Bloom. Junto a la estatua de la Inmaculada Concepción, como tunos en diciembre, empezaron a barajar alternativas. "¿Y si lo hacemos en un bar?", preguntó una señora. No le convencía a García Tortosa, y eso que no hay novela donde más se evoque a este tipo de establecimientos. "Cuando me jubilé en la Universidad, trasladé mi despacho al Starbucks de la calle San Fernando".

Se habló de la Casa de las Columnas, en Triana, entre Pureza y Betis, o del centro cívico Las Sirenas, en la Alameda, que tiene como mascarón esas sirenas tan evocadoras del Ulises con las que de niño Juan Belmonte jugaba a indios y vaqueros, según cuenta Chaves Nogales en su biografía. Por lo pronto, cada uno con su Ulises como un breviario, subieron a la terraza del hotel Doña María para reiniciar la interrumpida lectura.

La terraza desde la que Borges, con sus ojos de ciego, vio una vez el cielo de Sevilla. El argentino que le dedicó al autor del Ulises una Invocación a Joyce: "Tú, mientras tanto, forjabas / en las ciudades del destierro, / en aquel destierro que fue / tu aborrecido y elegido instrumento, / el arma de tu arte, / erigías tus arduos laberintos, / infinitesimales e infinitos".

Las vueltas de Ulises es el título de la conferencia con la que Carlos García Gual, catedrático de Filología Griega, abre el miércoles en Jerez el XIII Congreso de la Fundación Caballero Bonald dedicado a Releer a los Clásicos, en los Museos de la Atalaya de Jerez. Joyce también es un clásico al que hay que releer. ¿Pero dónde? "En el capítulo segundo del Ulises'', dice García Tortosa, "Stephen Dedalus dice que para aprender hay que ser humilde. Si huelo a políticos no entro, porque ninguno es humilde".

La presentación de esta edición de Ulises la hizo Alfonso Guerra, político, pero también memorialista y librero que cambió la librería por el puesto del mercado de la Feria.

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