Triana sucumbe al último deseo de María Jiménez
Adiós a una cantante de raza
Los restos mortales de la artista recorren el barrio que la vio nacer, tal como ella pidió a sus familiares, antes de recibir sepultura entre cantes, palmas y algunas lágrimas en una abarrotada parroquia de Santa Ana
María Jiménez da su último paseo por Sevilla
Se acabó el tiempo, Andalucía
Era un deseo expreso de la artista sevillana y su barrio no ha defraudado. Los restos mortales de María Jiménez llegaban pasadas las once de la mañana a la Plaza del Altozano, puerta de entrada del barrio que la vio nacer hace 73 años. En coche de caballos, cómo ella había pedido a sus familiares, y arropada por cientos de personas que no han dudado en acompañarla en su último paseo por Triana entre vítores y palmas a ritmo de bulerías por la calle Pureza, por el Puente de Triana y, antes, por el Paso de Colón y por el barrio del Arenal. Un momento inédito en Sevilla en el que la única señal de luto la pusieron los penachos negros de los cuatro caballos que tiraban de la carroza con el féretro hasta la trianera Parroquia de Santa Ana, donde el barrio la ha despedido por sevillanas, "como ella quería", según afirmaban los trianeros y, sobre todo, las trianeras.
Entre la multitud se podían ver personas de todas las edades, e incluso de todas las parte del mundo, porque también se han visto algunos grupos de turistas, pero, sobre todo, vecinos del barrio de toda la vida como Carmen Sánchez, Pastora Álvarez y Carmen Ruíz, que aguardaban al final del Puente de Triana la llegada de los restos mortales de la que consideraban "una amiga". "Nos conocíamos de cuando éramos niñas. Hemos sido vecinas de aquí del barrio. Agradecemos mucho este detalle que ha tenido con su barrio, para que podamos despedirnos de ella. Siempre ha llevado su tierra allá por donde ha ido", dice Carmen Sánchez. "Los trianeros es que somos únicos", apostilla Pastora.
El cortejo fúnebre se abría paso por la calle Pureza, donde se pudieron ver las puertas abiertas en la Capilla de los Marineros al paso del féretro. La multitud lo acompañó en todo momento. No cabía un alma. También continuaron todo el recorrido las palmas y los oles. Hubo un silencio espontáneo que rompió una señora al grito de "¡por ella!". Y así volvieron los aplausos. Pero la locura se ha desatado al llegar a Santa Ana donde han tocado las campanas y los aplausos han sido mayores. Con todo, tras la euforia, sí se respetó la bajada del carruaje de los restos mortales. Momento en el que se hizo el silencio.
El féretro, portado por el torero Fran Rivera y el cantante Manuel Lombo, entre otros, ha llegado a la parroquia cubierto por un mantón de manila y las icónicas plumas de pavo real que protagonizaron la portada del disco Donde más duele, en el que la artista interpretó canciones de Joaquín Sabina. Dentro no cabía un alfiler. "Ella se lo merece todo. María es única. No habrá otra como ella", dice una señora mientras es empujada a las puertas de la parroquia. Nadie se quería quedar fuera.
En el interior, cientos de teléfonos móviles sujetados en alto para hacerse con la imagen de esta llegada seguían igualmente activos dentro del templo, hasta el punto de que el párroco, antes de iniciar el oficio religioso, tuvo que llamar al orden: "Por el cariño a María, por el respeto a su familia, mantengamos lo que corresponde en este momento", ha dicho a los congregados.
Ya en el altar, el féretro fue cubierto con el manto de Santa Ana, que luce la imagen en la novena y en momentos especiales, cedido por la parroquia. Junto a él una foto de la artista en primer plano a todo color y una especie de estandarte que reproducía el dibujo de las plumas de un pavo real. Al otro lado, su hijo Alejandro, en primera fila, junto a sus dos hijos menores, y su hermana Isabel. Entre el público, además del alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, se han visto otros rostros conocidos como Silvia Pantoja, Manuel Lombo o Francisco Rivera y su mujer Lourdes Montes.
Los hermanos Alpresa, muy amigos de María Jiménez, han sido los encargados de cantar y tocar por sevillanas. Unos aires muy flamencos que se han ido intercalando en un oficio religioso sin igual. Desde la guitarra que ha sonado a los inicios a los constantes cantes que se han sucedido durante la ceremonia. También se ha interpretado un emotivo Por el bulevar de los sueños rotos, de Joaquín Sabina, ante el que el hijo de la artista, Alejandro Jiménez, que presidía el funeral, sucumbió. "¡Bravo. Guapa!", gritó al término de la misma. Le siguieron sevillanas como Triana contigo vida mía o Tiempo detente, que también se han escuchado en la iglesia provocando grandes aplausos del público. La salve rociera puso el punto final dentro. Ya en la puerta el público le dedicó un emotivo Perdónala al son de una guitarra que arrancó algunas lágrimas.
No menos emotivo fue el camino de vuelta hasta el cementerio de San Fernando, pasando por la calle Betis, donde la trianera se crio en su casa familiar. Los restos mortales de la artista llegaban al camposanto pocos minutos antes de la una y media del mediodía. Allí ha sido enterrada junto a su hija Rocío, fallecida los 17 años en un accidente de tráfico. Atrás quedaban doce horas de capilla ardiente en el Ayuntamiento sevillano y otras dos de homenaje por las calle de su barrio. Así acababa el último paseo de María Jiménez por Sevilla.
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