Las Tres Mil, al límite por la cuarentena: los vendedores ambulantes no tienen para comer

Las familias afectadas se quedan sin ingresos para poder obtener alimentos de primera necesidad

Un representante vecinal de la zona alerta de que la "crisis sanitaria puede derivar en una crisis alimentaria"

Última hora del coronavirus en Sevilla

Un mercadillo, cuando todo iba bien.
Un mercadillo, cuando todo iba bien. / D. S.

El Polígono Sur ya estaba al borde del colapso mucho antes de que el Gobierno central decretara el estado de alarma para frenar la propagación del coronavirus. Es el barrio más pobre de España, según los indicadores de renta media por hogar, seguido de cerca por otro de Sevilla, Los Pajaritos, que ocupó el primer puesto de esta horrible lista durante tres años seguidos. Hace menos de dos meses, el 31 de enero, el relator especial de la ONU para la pobreza, Philip Alston, visitó el Polígono Sur y comprobó de primera mano la extrema necesidad en la que viven buena parte de sus vecinos.

El enviado de las Naciones Unidas plasmó por escrito lo que vio en las Tres Mil Viviendas. Se reunió con varios vecinos, a los que escuchó, y estuvo en un colegio que tiene "un alumnado 100% gitano, donde el 75% de los estudiantes abandonan los estudios antes de completar la escuela secundaria y las familias reciben muy poco apoyo, a pesar de vivir en una de las zonas más pobres del país". Como era previsible, esa zona es todavía más vulnerable después de una semana de cuarentena.

La principal actividad económica del barrio es la venta ambulante. Decenas de familias, casi todas muy numerosas y con niños de corta edad (la pirámide de población del Polígono Sur nada tiene que ver con la del resto de Sevilla y es más propia de un país subdesarrollado), se ganan la vida vendiendo todo tipo de productos tanto en los mercadillos como por las calles, en las puertas de los bares, peluquerías y mercados de abastos de la zona. Venden principalmente ropa, calzado y frutas y verduras. Con lo que sacan van viviendo, casi siempre al día. La venta ambulante da para comer y muy pocos caprichos.

Después de una semana sin ingresos, los vendedores ambulantes de las Tres Mil Viviendas están ya al límite. No tienen para comer. Y tampoco pueden seguir desarrollar su actividad. Confinados en casa, difícilmente podrán conseguir dinero para sobrevivir si el estado de alarma se prolonga durante mucho más tiempo.

Soledad Fajardo es una de esas vendedoras. Tiene 31 años y dos niños pequeños, de 3 y 1 años. En su casa son cuatro pero toda su familia se dedica a la venta ambulante desde hace años. Ella vende principalmente zapatillas y ahora estaba vendiendo muchas camisetas interiores para los niños. "Yo tiraba día a día con lo que vendía en el mercadillo. Ahora sólo me queda pedir ayuda. Y lo hago, y hay mucha gente muy buena, pero vivo en un barrio en que tampoco los vecinos pueden ayudar demasiado porque a nadie le sobra".

Dice que lo único que quiere es comida, o bonos que se puedan cambiar en un supermercado por productos de primera necesidad. Pero no dinero. "Ahora mismo se trata de comer, ya que no podemos seguir vendiendo". Y de lanzar un mensaje de alarma que no se pierda entre tanta información sobre el virus y la crisis económica que ya está generando.

El informe Foessa, elaborado por Cáritas, al que el relator de la ONU hacía referencia en varias ocasiones, ya alertaba de que un porcentaje importante de las familias de Andalucía no estarían en condiciones de soportar una crisis como la de 2008. No contemplaba un escenario arrasado por una pandemia, pero sin duda los más pobres serán los primeros damnificados.

"Tampoco podemos arriesgarnos a salir a vender. Primero por responsabilidad, porque podemos contagiarnos y contagiar a más personas. Y segundo porque nos exponemos a unas multas muy elevadas, que sólo supondrían más obstáculos para nosotros", explica la comerciante.

En el mismo caso está Hipólito Iglesias, de 30 años, otro vendedor con dos hijos pequeños. Iglesias sobrevive con la ayuda de su padre, que le está garantizando la comida estos días. "Pero él también vive de la venta ambulante y no sabemos hasta cuándo podrá darnos de comer".

El comisionado para el Polígono Sur, Jaime Bretón, anunció un plan de reparto de comida a unos 650 menores a través de varias asociaciones. Era la comida que antes se daba en los comedores escolares. De momento, los vendedores no han recibido nada.

El secretario de la asociación de vecinos Martínez Montañés, Rafael Pertegal Santiago, se mostró muy crítico con el comisionado, que esta semana pidió la intervención del Ejército para garantizar que se cumplía la cuarentena en las Tres Mil Viviendas. "No le bastaba con la Policía, que está viniendo y está multando a aquellas personas que están por la calle sin justificación. Es cierto que hay algunos incívicos, pero en general la mayoría de los ciudadanos están haciendo caso de las restricciones", expuso Pertegal. "Creo que pedir la intervención del Ejército es, además, una falta de respeto para la Policía, tanto Local como Nacional, que trabaja a diario en este barrio".

Igualmente, el representante vecinal pidió ayuda para los vendedores ambulantes del barrio, y un sistema eficiente de reparto de comida. "De lo contrario, corremos el riesgo de que la crisis sanitaria que estamos viviendo se va a convertir en el Polígono Sur en una crisis alimentaria". Ya el relator de la ONU alertaba de que los políticos se habían olvidado de los más pobres. Están a tiempo de no cometer el mismo error que tras la crisis anterior.

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