Toma el dinero y corre
Calle Rioja
Ágora. El economista Juan Torres López puso fin a unas jornadas sobre Grecia en la librería El Gusanito Lector, que tuvo que recurrir a las sillas de una pizzería cercana.
HUBO que ir a la pizzería El Jueves a por sillas porque la librería El Gusanito Lector de la calle Feria se quedó sin espacio material para acoger a todos los que querían escuchar a Juan Torres López a la misma hora en que entrevistaban a Rajoy en la tele. Esperanza Alcaide, la librera, llenó el escaparate de libros de este catedrático de Economía Aplicada que nació en Granada, fue decano en Málaga y enseña en la Universidad de Sevilla.
El profesional de esta "ciencia lúgubre", como llaman a la Economía, cerró unas jornadas dedicadas a Grecia. Si en la cita anterior el local se llenó de niños que acudieron a un encuentro sobre mitología helénica impartido por Adela Tovani, Juan Torres convocó a la generación anterior, padres de esos niños, incluido el abuelo inconformista que contó al final que con doce años ya trabajaba en el canal de los Presos y que aprendió a leer en la cárcel.
No es la crisis. Son en torno a 130 crisis las que se desarrollaron desde los setenta, dice Torres, el radical menos sectario que uno puede encontrarse en estos tiempos de dudas e incertidumbres. Radical porque acude a las raíces de los problemas, como hace con Vicenç Navarro y Alberto Garzón Espinosa en el libro Hay alternativas, que con prólogo de Noam Chomsky lleva diez ediciones.
La ausencia de sectarismo en este intelectual le permite adentrarse sin miedos ni papeles en tabúes de la izquierda. Dice que la derecha está mucho mejor formada, "¿dónde están los centros de formación de la izquierda?"; admirador de Marx, admite que "el capitalismo ha sido el estadio de felicidad más perfecto que ha inventado el hombre, pero cayó en sus paradojas y contradicciones"; si en un primer momento criticó la hipocresía de quienes reprobaban el hurto al supermercado en comparación "con los robos de los bancos y las eléctricas", echó mano del embrague dialéctico cuando vio lo que llamó "el vídeo del empujón". "La violencia hay que combatirla con no-violencia".
El presentador de Juan Torres, que sustituía en el envite al antropólogo Ángel del Río, bromeó con el título de uno de sus libros más celebrados. Woody Allen llevó al cine Toma el dinero y corre. La globalización del dinero y las finanzas (en colaboración con Alberto Garzón) y ahora buscan cineasta para ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?, subtrama de ¿Qué hace una crisis como tú en un sitio como éste?, ambientada en el escenario de las hipotecas basura.
Juan Torres es miembro de Attac (Asociación por la Tasación de las Transacciones y por la Ayuda a los Ciudadanos). No estará en la manifestación del día 15 en Madrid contra los recortes porque tiene un compromiso internacional en Malta. Es hombre viajero y requerido en foros de medio mundo. Ha estado en Japón y admira las novelas de Murakami; la confidencialidad que ofrecía este encuentro entre libros y lectores le recordó un encuentro en una guardería de Buenos Aires en pleno proceso del corralito. Uno de sus auditorios más insólitos fue el formado por curas y monjas en un seminario de Venezuela, país donde aprovechó para visitar a una tía religiosa.
Antes de que los directores de la película El mundo es nuestro hicieran la revolución de los dos euros, Juan Torres y su socio Alberto Garzón, conscientes de que Lo nuestro es el mundo, le pusieron ese precio a una edición reducida de ¿Por qué se cayó todo... y vendieron en un tiempo récord seis mil ejemplares. El mundo es suyo y lo conoce bien. Recordó los tiempos en que los armadores griegos como Niarchos o Aristóteles Onassis eran los reyes del ¡Hola! Cree caduco el esquema de izquierdas y derechas, "prefiero hablar de los de arriba y los de abajo". La crisis hace que uno lea las novelas de Petros Márkaris como si fueran ensayos y los libros de Economía como si fueran novelas de la semana negra de Gijón.
Torres López lee a Galeano, le gusta participar en debates con ideólogos conservadores y reivindica con Chomsky romper la celda del internauta, el sutil sí, señor del me gusta, que no le gusta nada. No hay nada perdido, dice. Ecuador consiguió engañar a los mercados financieros e Islandia acudió al Derecho internacional para impugnar las deudas ilegítimas. Deuda, ese gran negocio que en alemán es sinónimo de culpa.
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