De Tetuán a Sierpes en un Citroën

Rafael de Cózar Sievert

Poeta, catedrático de Literatura, fue doble vecino de San Lorenzo. Alquiler en Pascual de Gayangos. Con propiedad, en Castillo Lastrucci.

De Tetuán a Sierpes en un Citroën
De Tetuán a Sierpes en un Citroën
Francisco Correal

11 de noviembre 2012 - 05:03

EL primer recuerdo de Sevilla lo lleva a su abuela Isabel, que cuando cumplió 18 años bailó con Alfonso XIII. No es el único vínculo con la Monarquía de Rafael de Cózar (Tetuán, 1951). Con su nombre de pila, su amigo Arturo Pérez-Reverte lo inmortaliza en la novela El caballero del jubón amarillo, de la saga de Alatriste, donde retrata a otro Rafael de Cózar cuya esposa, María de Castro, le pone los cuernos con Felipe IV.

Tras un breve paréntesis estudiantil en un piso del Paseo de Colón, este poeta nacido en el norte de África se va primero de alquiler a una calle, Pascual de Gayangos, con nombre de arabista, y después se compra un piso en la calle Imaginero Castillo Lastrucci, que evoca a un artista unido al epicentro de su Sevilla soñada, la plaza de San Lorenzo, escala en el vía crucis laico que empezaba en La Carbonería y seguía por San Laureano hasta la Alameda.

En Pascual de Gayangos vivía solo "pero tenía 17 llaves repartidas entre mis amigos", incluido un amigo pianista que le pidió meter un piano que no cabía en su pensión. "Yo hice la tesis sobre el postismo y los movimientos de vanguardia de posguerra con música de fondo de Rachmaninoff". Hasta que el amigo consiguió una beca en la Sorbona y soñando con salir en Le Monde salió en El Caso.

Los tres primeros cursos de Filosofía y Letras los hizo en Cádiz. Para terminar la carrera hizo un casting de ciudades por toda España en un Citroën descapotable con dos amigos, un médico y un profesor de Griego. Eligió Sevilla viendo medio lleno el poema de Alberti: "Toledo era más bonita, pero parecía un museo, y Granada también, pero Sevilla lo tenía todo: cerca del mar y de Madrid".

El paseo se llena de recuerdos. Conde de Barajas es donde se supone que nació Gustavo Adolfo Bécquer, "aunque Montesinos siempre lo puso en duda". En Teodosio estaba la sede del Partido Comunista. "A mí me ofrecieron el carné de la CNT, pero les dije que con carné dejaba de ser anarquista". Castillo Lastrucci modeló la Virgen del Dulce Nombre. Es "ateo por la gracia de Dios, como Buñuel", pero le gusta la Semana Santa y sobre todo el Rocío. Solía aparecer por los caminos de la romería en la misma Suzuki en la que fue a casarse en Bormujos escoltado por siete moteros.

La Sacristía es ahora un hotel. Parrita es Casa Paco. "Yo estuve a punto de comprar un puticlub en la Alameda para rehabilitarlo. Al final, me fui a Bormujos a una de las casas que hizo en el pueblo Aníbal González". Pasa junto a la casa donde vivía su amigo Juan Eslava Galán, con el que volverá a compartir triunvirato para presentar en diciembre la nueva novela de Pérez-Reverte. "Juan pidió permiso al Ayuntamiento para poner una placa que dijera que su casa fue un antiguo lupanar que frecuentaba el general Queipo de Llano".

Esta Sevilla de Cózar no es la de su amigo, el creador de Alatriste que lo retrató espadachín teatrero y cornudo. "Pérez-Reverte es de costumbres fijas, de comer en Becerra y dormir en el hotel Colón. Comimos en Casa Román para celebrar el éxito de La piel del tambor". Para novelesca, la familia de Rafael de Cózar. Sus padres hacían submarinismo. Él, perito agrónomo, dirigió un centro en Marruecos. Ella, Conchita Sievert, era hija de un médico que en 1923 hizo con éxito el primer trasplante de córnea de conejo a un humano. Una hermana de su madre, la tía Cecilia, fue espía sin saberlo, vivió su particular Casablanca con un Bogart de rigodón.

Isabel Tejera Huelin, la abuela paterna del poeta y catedrático de Literatura, es su primera referencia sevillana. Estaba casada con un juez que fue destinado a Moguer y fue amigo de Juan Ramón Jiménez. La abuela supo mezclar orgullo y decadencia con una clase de la que todavía se jacta su nieto. "Vivía de alquiler en un piso de Mateos Gago con dos hermanas solteras, una especialista en Bolsa, otra beata que me llenaba el bolsillo de escapularios. Rezaban el rosario en latín y mis amigos de la Facultad me decían: 'Rafaelito, por favor, vamos al rosario de tu abuela'. Era Galdós puro, Pío Baroja a los pies de la Giralda".

Atraviesa la Alameda con la lluvia y pide un coñac en el bar Aguilar, un clásico en la zona, regentado por taberneros de Manzanilla. Cózar tiene en su casa tres barriles de cuatro arrobas con vino de las bodegas Cardenal de Cózar. Fuera de la guasa, en su árbol genealógico hay un Rafael de Cózar, su tatarabuelo, que catalogó la estirpe en 1833. Fue gobernador de Matanzas, en Cuba, e hijo de uno de los médicos que atendieron a Goya en Cádiz en uno de sus procesos febriles. De ahí puede que proceda un cuadro familiar que los especialistas atribuyen al de Fuendetodos o a alguno de sus discípulos. "Mi madre lo mandó analizar al museo del Prado pero los estudios con carbono 14 costaban un ojo de la cara".

Ya no escucha Rachmaninoff en Pascual de Gayangos. Currista y bético, alguna vez vio a Lopera entrar en el Gran Poder. Los tres mosqueteros volverán a reunirse en el Lope de Vega. Juan, Arturo y Rafael, que desde que le dieron el premio de la jubilación, cuarenta años después de llegar a Sevilla, está que no para: lo llaman como ponente al congreso de la Fundación Caballero Bonald o a repasar los cuarenta años de vida del grupo Gallo de Vidrio. Natalia, la mujer de Cózar, espera un desagravio literario de Pérez-Reverte, a quien le gusta pasear por Sierpes con su amigo de Tetuán que cambió al arabista por los arabescos.

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