El ‘tesoro’ de Rodrigo de Triana y una misión de paz
Una familia mexicana que da la vuelta al mundo en velero hace escala en Sevilla con un encargo especial: confirmar que la recompensa que nunca cobró el primer hombre que avistó Tierra en el Nuevo Mundo sigue en la capital
La parada es un homenaje más a todos los navegantes y, en especial, a Vital Alsar el cántabro que depositó este 'tesoro' en 1988 en la Catedral de Sevilla
La historia tiene todos los componentes para hacer de ella una novela superventas sin necesidad de recurrir a la ficción. El relato engancha y alimenta, capítulo tras capítulo, toda una experiencia vital. Así se llamaba precisamente el principal protagonista del argumento: Vital Alsar. Un navegante cántabro que murió en México hará un año dentro de unos días y que cruzó en los 70 varias veces el Pacífico en una balsa sin motor. Es sólo uno de los méritos que fue recopilando durante medio siglo de aventuras en el que surcó los mares con un trapo blanco como bandera sumando descubrimientos en materia náutica, un propósito científico que se convirtió de manera natural en un canto al pacifismo y un homenaje al ser humano y sus límites.
Eclipsado injustamente durante mucho tiempo, el personaje ha dejado su huella, materializada en su museo en Santander. Pero su legado va mucho más allá y ya hay un encargado de continuar con él. Y aquí aparece otra pieza clave en esta historia cuyo hilo se abre en marzo de 2019 en México y, a tiempo real, acaba de tener una pausa por unos días en Sevilla.
Hace justo una semana el velero Aldivi llegó a los pantalanes del Club Náutico con una familia mexicana a bordo: un matrimonio y tres hijos de 12, 10 y 6 años que dan nombre a la embarcación: Alexa, Diego y Vital. El nombre del pequeño da ya una pista que une a Alsar con esta intrépida tripulación, que está dando la vuelta al mundo en familia. La historia de Alejandro Irigoyen, su mujer, Bernadette Sánchez, y sus tres hijos ya daría para todo un serial pero, además, hay un ingrediente más: una misión especial en Sevilla, donde atracaron para buscar un tesoro que salda una deuda contraída hace más de 500 años.
El débito no es otro ni más ni menos que la recompensa que debió cobrar tras descubrir América el primer tripulante que avistara tierra en el Nuevo Mundo y que fue el marinero Rodrigo de Triana. Sobre el personaje hay muchas incógnitas, desde su lugar de nacimiento hasta su nombre verdadero, pues parece que fue Juan Rodríguez Bermejo. Pero de lo que hay pocas dudas es de que nunca cobró los 10.000 maravedíes prometidos por la Corona y que, desde hace 33 años, están depositados de manera simbólica en el fondo de un cofre de madera que Vital Alsar, acompañado por miembros de la Liga Naval y de la Casa de Cantabria en Sevilla, dejó en la Capilla de la Antigua de la Catedral. En realidad lo que contiene son monedas de varias partes del mundo y trozos de cacao de las Indias.
Aquello fue un acto íntimo del que apenas hay documentación ni recuerdo. Y que formó parte de una iniciativa personal de Alsar, en la previa del V Centenario del Descubrimiento de América, para rendir homenaje a todos los navegantes que participaron en aquella gesta y, especialmente, a su paisano Juan de la Cosa, primer cartógrafo español y dueño de la Santa María, nao que nunca regresó y que el cántabro reconstruyó y bautizó como La Marigalante. En ella recreó esa vuelta a España desde América a finales de los 80 que tuvo como parada Sevilla, antes de llegar a Santoña, cuna del ilustre cartógrafo, donde fue recibido por una multitud. La réplica volvió al Puerto hispalense en la Expo de 1992.
¿Y qué fue de aquel cofre?
El argumento vuelve a la familia mexicana que acaba de zarpar rumbo a Santander, donde participará el día 17 de septiembre en el homenaje que Cantabria está preparando a Vital Alsar al cumplirse un año de su muerte. Irigoyen conoció al navegante cuando tenía seis años y, al final, acabo convirtiéndose en un segundo padre para él. Cuando hace dos años y medio el mexicano inició su vuelta al mundo en velero fue nombrado heredero de ese legado por la paz y recibió un encargo especial: comprobar que la recompensa pagada a Rodrigo de Triana seguía en Sevilla.
Con muy pocas pistas, el pasado domingo por la mañana el puente de Las Delicias se abrió para dar paso al Aldivi. La operación, que de manera rutinaria se anuncia en los canales de servicio público, despertó el interés de esta redactora que, intuitivamente, indaga en busca de una historia que contar. ¿Quién llega a bordo de ese velero? Bastó teclear su nombre en Google para descubrir la aventura de Irigoyen y su familia y contactar con él para narrar un proyecto denominado Soltando amarras. Y el contacto resulta providencial para los mexicanos que, antes de atracar incluso, encontraron aliados para cumplir con su misión.
La búsqueda del tesoro se complicó ante la ausencia de documentación de aquel evento del 23 de febrero de 1988. Irigoyen ni siquiera sabía cuál fue el día exacto de aquel acto en la Catedral de Sevilla y se sorprendió al observar que la fecha (23-2-1988) suma también 33. El 3 fue el número de la suerte que acompañó siempre a Vital Alsar y eso le dio confianza para creer que todo iba por buen camino. A pesar de que el momento, aún agosto y descansos de personal por vacaciones, no acompañaba, mil y una gestiones permitieron dar con el intercesor adecuado y el canónigo Luis Rueda confirmó que el baúl con las monedas se encuentra depositado en unas oficinas del Cabildo catedralicio, justo en la Plaza del Cabildo. Y entre todos se acordó una cita el pasado martes para ver el cofre y depositar en él algunas monedas más y dos banderas, una de México y otra de la paz, símbolo del legado de Alsar que ahora difunde este navegante por el mundo.
La emoción que transmitió la familia y el relato de su aventura conmovió y abrió las puertas de una ciudad hospitalaria que ha guiado a los mexicanos por los pasos de Colón y su tripulación y por los que recorrió también Alsar para homenajearlos. Trabajadores de la Catedral facilitaron que el matrimonio y sus tres hijos visitaran la Capilla de la Antigua, lugar de veneración de los navegantes y que se eligió para el acto simbólico de Alsar, y también las principales huellas colombinas presentes en el templo antes de regresar al barco con el deber cumplido.
Los niños incluso se abrazaron al cofre en recuerdo de su abuelo Vital Alsar y Alexa, la mayor, prometió regresar a Sevilla dentro de 33 años para confirmar que el cofre y todo lo que significa no va a desaparecer. Y el camino hasta el Náutico, de regreso al Aldivi, sirvió de prólogo a otra historia no menos interesante que explica por qué y cómo una familia como los Irigoyen decide embarcarse en una aventura que los mantendrá casi cuatro años surcando mares y océanos.
Lo difícil fue zarpar
Vital Alsar fue un hombre libre y del mar y creía que la navegación ofrece la posibilidad de pensar, de reflexionar y de encontrarse a uno mismo. Y eso le pasó a Alejandro Irigoyen. Cuando tenía 25, navegando por primera vez en un velero por el Pacífico, decidió que cuando cumpliera los 45 emprendería la aventura de circunnavegar la Tierra con su familia. Lo había ideado antes de casarse incluso y de tener hijos, pero su hoy mujer, cuya experiencia con el mar se limitaba a bañarse en la orilla, siguió sus pasos y aceptó abandonar una vida cómoda embarcándose con 36 años.
Más de 3.000 millas recorridas
El viaje de la familia Irigoyen Sánchez comenzó en Acapulco en marzo de 2019. En Puerto Vallarta prepararon el barco para la expedición y luego siguieron navegando por las islas Marquesas, Hiva Oa, Nuku Hiva, Ua Pou y Tahuata, Toamotu, Tahití, Moorea, Bora Bora, Huahine, Raiatea, Tahaa, Tonga, Samoa, Fiji, Vanuatu, Papúa Nueva Guinea, Estrecho de Torres, Indonesia, Malasia, Singapur, Tailandia, Sri Lanka, Maldivas, Djibuti, Eritrea, Sudán, Egipto, Turquía, Grecia, Italia, Sicilia, Islas Eolias, Cerdeña, Córcega, Elba, Cinque Terre, Portofino, Roma, Génova, a Costa azul, Cadaques, Barcelona, Islas Baleares, Gibraltar y Sevilla, a donde llegaron el 29 de agosto. Ahora navegan rumbo a Cantabria y luego volverán a bajar por toda la costa de Portugal hasta Canarias.
A finales de noviembre la idea es cruzar el Atlántico rumbo a Cabo Verde, sin llegar hasta allí, subir a Barbados para aprovechar los alisios que garantizán una navegación más segura, aunque más lenta, para alcanzar luego el Caribe. El último puerto antes de llegar a México será Cuba. Luego Cozumel y Progreso, muy próximo a Mérida, donde les recibirán y terminarán su vuelta en Veracruz en junio de 2022, según sus previsiones.
Estos mexicanos de Puebla están cumpliendo el sueño de todo el que ama navegar. El viaje, sin imaginarlo, coincide con un momento de la historia en el que las reglas se están reescribiendo. Y eso ahora le da más sentido aún. “Nosotros lo dejamos todo, vendimos nuestra casa, no por un afán de financiación, sino porque nos dimos cuenta de que todo por lo que luchas hoy en la sociedad termina siendo una forma de esclavitud, estamos demasiado pegados a la tierra y eso te quita libertad”, explica Irigoyen.
Su esposa, Bernadette, dice que tardó seis meses en adaptarse a vivir sin regadera (ducha) privada y agua caliente, sin lavadora, a tener que cocinar menús diarios y para largas travesías y a mantener siempre el equilibrio... Pero su carácter hizo que esas dificultades cotidianas quedaran eclipsadas por la belleza, la magia dice, que se esconde en atardecer en alta mar, en una nube, en un pez volador... cuestiones que le ayudan a abstraerse y a entrar en otra dimensión donde la convivencia y la relación humana y familiar suple a un mundo de tecnología e internet, modas y bienes materiales que no caben en los camarotes.
Lo de navegar en familia tiene su razón. “Somos mensajeros de paz, se trata de un tema de conciliación entre el medio ambiente y el ser humano, de la congruencia que debe haber entre lo que haces y quieres hacer, eso genera una paz interior que transmites a tu familia, que es un equipo, la célula primaria para crear una sociedad en paz”, explica el matrimonio. Para Bernadette Sánchez es una misión que ha ido aprendiendo conforme sumaban millas y que confirmó cuando llegaron a Turquía y vio en el pie de una estatua una frase que decía: “Paz en la casa, paz en el mundo”.
Ya han recorrido una veintena de países, hasta dentro de un año al menos sus hijos no volverán al colegio en México, donde tienen su plaza garantizada, pero han ganado una escuela de culturas, religiones, colores, sabores... que los abre al mundo y se traduce en una madurez, valores y una educación hoy poco usual.
Sumando apoyos
Antes de emprender el viaje, este navegante se preparó para poder vivir varios años en el mar. Ingeniero industrial de formación, montó una empresa de joyería que fabrica para grandes firmas y armó una historia en torno a su expedición que le ha permitido crear una marca que funciona y que le ha dado la autonomía necesaria. Y, a partir de ahí, es el relato de su propia experiencia y su capacidad de emprendimiento lo que le abre puertas y le permite seguir ingresando para culminar su proyecto.
Cada escala regala al capitán una cita con empresarios, diplomáticos o políticos que se suman de alguna manera a su #proyectosoltandoamarras. Una ayuda necesaria cuando la pandemia paró el mundo y ellos se quedaron anclados en Egipto durante casi cuatro meses sin poder tocar tierra. “Los planes que tenía se vinieron abajo, la fábrica cerró y tuvimos que seguir pagando los salarios de los trabajadores al 100%, sin ayuda del Gobierno y sin ventas. Prescindí de mi salario y no sabía hasta cuándo iba a seguir teniendo dinero para continuar navegando”, explica el capitán, que empezó entonces a idear cómo hacer empresa desde el mismo barco.
Y una emergencia sobrevenida aportó la solución. La vela principal, la genovesa, se rasgó tras dar tres veces y media ya la vuelta al mundo y a Irigoyen se le ocurrió una idea que resultó ser “oro molido”. En lugar de tirarla a la basura decidieron fabricar bolsos con la tela, que ya tenía una historia, y pintarlos a mano, de la manera más personalizada. Lanzaron su idea en las redes sociales para testear el proyecto. En unas horas vendieron casi 100 bolsas y en una semana ingresaron 30.000 euros. Y todo sin tener ni siquiera el producto manufacturado que, curiosamente, fue la llave para que una seguidora, que resultó ser la CEO del grupo textil español Pepe Jeans, se fijara en ellos y decidiera patrocinarlos, fascinada por la manera en la que habían conseguido darle la vuelta a la crisis. La expedición cuenta hoy con financiación de la firma francesa de ropa náutica Façonnable, que encontró en la historia de estos navegantes un argumento perfecto para su márketing y que les paga por posar para sus campañas, por usar su imagen y su experiencia.
Son algunas de las cosas extraordinarias que el capitán Irigoyen asegura que no les pasarían en tierra jamás. Como sus historias del confinamiento, cuando estalló la pandemia. El Aldivi llegó al Mar Rojo desde Tailandia acompañado por el Thor Cinco, el velero del diseñador barcelonés David Ruiz, que ha culminado este año la vuelta al mundo en solitario y allí quedó anclado por la pandemia. “Un día se nos acercó nadando al barco una señora y resultó ser Ana Milena Muñoz de Gaviria, ex primera dama de Colombia y ahora embajadora de su país en Egipto. Vino a comer muchas veces al barco y nos presentó a otros diplomáticos, embajadores y hasta pudimos conocer a Salah Diab, el slim egipcio, una de las mayores fortunas del mundo”, comenta Irigoyen que pudo conocer también a otro magnate suizo y hasta lograr una audiencia con el Papa en Roma.
Lo mismo han subido a yates de cinco pisos con ascensor que a plataformas de pescadores y de todos dicen que han aprendido. La expedición avanza sin grandes incidentes ni graves problemas de salud: algunas caries, una infección gástrico-intestinal y un contagio en la piel que Diego, uno de los niños, tuvo en las islas Fiji. “Vital Alsar siempre me decía que el éxito nadie lo perdona y entiendo que debo ir sorteando piedras en el camino”, explica el capitán que, además de la muerte de su maestro cántabro, pasó navegando también el duelo por su padre. No obstante, festeja encuentros extraordinarios como el que da pie a este reportaje y sigue con el radar abierto para recibir señales de aquí y del más allá, argumenta recordando el carácter místico que también tenía su maestro.
Calculan que llegarán a México en junio del año que viene tras completar su expedición. Y se integrarán de nuevo en la vida de un matrimonio mexicanos con hijos de Puebla que, más allá de la aventura vivida, han encontrado una gran familia y la paz y la libertad que se encuentran sólo en el mar, sin fronteras. Palabra de Vital Alsar.
La próxima singladura
El capitán Alejandro Irigoyen ya piensa en una nueva expedición. Una vez que culminen la vuelta al mundo, descansará un año antes de iniciar otra gran aventura de diez años de navegación por etapas. La idea es bajar por Brasil hasta el sur de América y luego ir subiendo. Fiordos, glaciales, el Cabo de Hornos, la Antártida... Los veranos australes quieren pasarlos en familia y amigos. El Aldivi es un barco guerrero, con un casco de aluminio preparado para navegar por zonas extremas. "Y no me imagino un plan de retiro que no sea navegando en el mar".
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