Técnicas empleadas en la tumba de Tutankamón revelan los secretos de la Giralda
Los estudios realizados sacan a la luz una cimentación de ocho metros
El Cabildo Catedral ha realizado un esfuerzo sin precedentes para conocer a fondo el monumento y acometer una restauración integral que finalizará el día 26 con el desmontaje del gran andamio de la cara norte
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La Giralda es uno de los monumentos más y mejor estudiados del mundo y gracias a ello se están conociendo todos sus secretos. Por las últimas investigaciones se ha podido comprobar que el monumento levantado por los almohades cuenta con una cimentación de ocho metros. Este importante hallazgo, que es fruto del interés del cabildo Catedral por conocer a fondo el alminar de la antigua mezquita, desmonta la creencia popular difundida hasta la fecha de que la torre prácticamente se apoyaba directamente sobre el suelo; o la de los expertos que pensaban que contaba tan sólo con una cimentación de poco más de tres metros. Esta es sólo una de revelaciones aportadas por la gran cantidad de estudios que se están haciendo desde el año 2015, cuando gracias al plan de conservación preventiva se conocieron los signos de alarma y el Cabildo decidió que había que restaurar a fondo la Giralda. Tras los primeros análisis los trabajos de consolidación, ejecutados por la empresa Kalam, comenzaron en el año 2017 por la cara oeste y están próximos a finalizar en lo que respecta a su fachada norte. En este tiempo han aflorado, entre otros, restos de la decoración almagra original almohade, revestimientos dorados aportados en la intervención de Hernán Ruiz II en el siglo XVI; se ha conocido que los muros son macizos de ladrillo; y se han sacado a la luz grafismos y epigrafías bajo los paños de sebka. Pero lo más importante es que los técnicos están desmarañando el monumento al detalle y comprendiendo cómo fue el complejo proceso constructivo de este emblema de Sevilla.
Antes de la Semana Santa la Giralda quedará desprovista del impresionante andamio que cubre su cara norte, la más afectada por el paso del tiempo y las inclemencias meteorológicas, y la última en ser restaurada en profundidad. Una vez desmontada esta colosal estructura, el cuerpo almohade de la torre lucirá en sus cuatro caras un aspecto renovado que ha permitido la recuperación de la forma y del dibujo de los paños de sebka gracias a la reintegración hecha, la consolidación de los elementos o una limpieza general de toda la piel. Como destaca el canónigo Francisco Román Castro, delegado de Administración y Patrimonio del Cabildo, “ahora podemos ver la Giralda seguramente como sólo sus constructores pudieron verla”. Eso sí, sin la decoración almagra y blanca. La instalación de este gran andamio, y las nuevas técnicas, han permitido que por primera vez se hayan podido realizar toda una serie de estudios y análisis totalmente innovadores que están proporcionando una ingente cantidad de datos que ahora se están procesando, cruzando y desmenuzando con todo el rigor necesario antes de sacar las conclusiones.
Uno de esas investigaciones ha deparado un gran hallazgo que supone un desmentido a la extendida idea de que la Giralda contaba con unos escuetos cimientos. Nada más lejos de la realidad. La torre se sustenta sobre una base de ocho metros. Así lo explica el arquitecto responsable de la intervención Eduardo Martínez Moya: “La cimentación llegaba hasta los ocho metros, no a tres como se ha venido sosteniendo hasta ahora. Lo hemos podido saber gracias a los estudios únicos que hemos hecho. Es lo que debe tener una torre de esta altura. Hay que destacar la excelencia constructiva de la Giralda. Los almohades sabían muy bien lo que hacían”.
Una serie de estudios sin precedentes
La intervención que el Cabildo ha promovido en la Giralda es de una entidad casi sin precedentes. Tan sólo se puede equiparar a la realizada por Fernández Casanova a finales del siglo XIX o a la acometida por Alfonso Jiménez y José María Cabeza entre 1979 y 1988. El salto de calidad lo aportan la posibilidad de realizar toda una serie de estudios muy novedosos. Desde el Cabildo tenían claro que esta era la hoja de ruta a seguir: conocer para intervenir. Para ello se constituyó un comité con lo más destacados expertos y se decidió dedicar grandes recursos a estos análisis singulares. A ello hay que sumar la intención de que las obras no ocultaran al completo la torre, por lo que se optó hacerlo por caras, pese a que era más costoso y complejo.
El primer paso fue hacer una relectura crítica de todo lo publicado sobre la Giralda en cualquier época. A continuación se hizo un análisis geométrico mediante láser con tecnología llamada de “nube de puntos”. Es la misma técnica empleada, por ejemplo, en la tumba de Tutankamón. Para ello se recurrió a la empresa internacional Factum, responsable de estas tareas en el antiguo Egipto. Esto ha aportado una información milimétrica que ha permitido reconstruir virtualmente los distintos momentos históricos del monumento.
Aplicado a la piel de la Giralda ha permitido la reconstruir los paños de sebka devolviéndole su geometría y dibujo original. “Hemos podido reinterpretar los planos, los distintos niveles de la forma. Estos nos ha permitido entender la maravilla de decoración almohade que aquí llega hasta su máximo esplendor y calidad”. Además de recuperar las formas almohades, como las lágrimas o los lazos, se han reinterpretado los restos de colores existentes. Los resultados saltan a la vista cuando el sol baña la torre por los juegos de luces que se producen.
Los ensayos y pruebas de laboratorio son habituales en este tipo de trabajos, pero en el caso de la Giralda destacan por su elevado número. Se han hecho en los ladrillos, la piedra, los metales, los morteros, la cerámica, los acabados... en total, han sido más de 150 ensayos físicos y químicos; más de 20 ensayos con Carbono 14 sobre muestras de madera y fases carbonatadas de mortero; o más de 20 ensayos de identificación de maderas. “Nos están sirviendo para ser capaces de encontrar las distintas fases temporales. La Giralda ha tenido muchas intervenciones en 850 años”, señala el arquitecto. Las dos más importantes fueron la propia construcción y la reforma de Hernán Ruiz en el siglo XVI: “Él trabajó en toda la torre. La reparó. Hemos encontrado esas trazas”. Otras actuaciones importantes tuvieron lugar a finales del XVII y principios del XVIII o tras el terremoto de Lisboa.
El estudio dendrocronológico sirve para identificar y datar las maderas. Se ha realizado sobre más de 40 muestras. Se trata de madera de cedro y citrus procedentes del norte de África que se colocaban como elementos estructurales. Se han realizado análisis sobre la conductividad y resistividad del terreno sobre el que se asienta la Giralda, con elaboración de perfiles de tomografía eléctrica y sísmica y ejecución de sondeos eléctricos verticales.
Grafismos y epigrafías en los paños de sebka
Otro aspecto importante ha sido la elaboración de más de 20 catas de reconocimiento de análisis constructivo. Han sido fundamentales para saber dónde están los mechinales de ejecución e intervención sobre la torre y la construcción de la fábrica o cómo se hicieron los paños de sebka. En este último caso apunta a que fueron varias las cuadrillas que trabajaron por las distintas características de cada una.
Los paños de sebka escondían en su fondo una serie de grafismos. Algunos de ellos contaban incluso con epigrafías que se están estudiando. “Para ello hemos recurrido al arabista José Miguel Puerta Vílchez, catedrático de la Universidad de Granada y máximo referente internacional”.
Las perforaciones hechas en las fábricas han revelado que los muros de la Giralda son macizos. Esto significa que nos encontramos con un machón central y una caña envolvente: una torre dentro de otra. Muchos de estos sondeos se han realizado fundamentalmente en el encuentro entre el cuerpo almohade y el renacentista para averiguar cómo fue el trabajo desarrollado por Hernán Ruiz.
Tras la primera de las intervenciones en la cara este se comprobó fehacientemente lo que ya se conocía por fuentes documentales: la existencia de retos de la decoración almohade. Ahora se han realizado estudios específicos del color sobre los ladrillos, la piedra, los morteros o los metales. “El color almagra se mantuvo hasta principios del XIX. Hernán Ruiz también pintó el campanario en un tono dorado”. Desgraciadamente, las pruebas realizadas en la cara norte no han encontrado restos que se puedan recuperar de las decoraciones realizadas primero por Luis de Vargas (siglo XVI) y posteriormente por Domingo Martínez (siglo XVIII).
El Cabildo, como sostiene Román, destaca la importancia de esta intervención y el mimo y cuidado con el que siempre se ha tratado a la Giralda, como a la propia Catedral: “Una muestra de ese respecto es que hasta 1356 no se quita el yamur y fue porque se cayó por un terremoto. Sabíamos que teníamos algo muy importante y que no se podía actuar de cualquier manera. Por eso se creó el comité de expertos y se decidió que necesitábamos todos estos estudios”. Por su parte, el arquitecto Eduardo Martínez ensalza todo el conocimiento que se puede extraer de los análisis: “Tenemos cartografiado cada centímetro cuadrado. Toda esta información permitirá saber cómo se fue desarrollando la Giralda a través de los siglos. Llevará años. Estamos sólo al principio”.
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