Sevillanos en el 'Piolín'
fuerzas de seguridad | quejas por la comida y por la tardanza en el cobro de los servicios
Casi medio millar de policías nacionales y guardias civiles de Sevilla llevan mes y medio en Cataluña
La vida en los barcos no reúne las mínimas condiciones de salud e higiene
Alrededor de medio millar de policías nacionales y guardias civiles de Sevilla han sido desplazados a Cataluña desde los días previos al referéndum ilegal del 1 de octubre. La mayoría de ellos viven en dos barcos atracados en el puerto de Barcelona, los ferris Rhapsody y Moby Dada, y en otro en el de Tarragona, el crucero Azzurra. La vida en los barcos es bastante dura y ninguno de ellos reúne unas mínimas condiciones de higiene, salubridad y comodidad. El Piolín que decora la fachada del Moby Dada se ha convertido en el símbolo de la resistencia de estos hombres y mujeres que en principio partieron para una semana y llevan ya más de un mes y medio. Tanto es así que hasta han diseñado logos con el canario y los escudos de la Policía y la Guardia Civil, que muchos de los agentes han colocado en sus perfiles de WhatsApp y en sus redes sociales.
La comida es pésima y a veces se halla en mal estado, aunque en las últimas semanas ha mejorado. Se han encontrado gusanos en el pescado y en las lechugas y los huevos revueltos que ofrecen en el desayuno presentan un aspecto verdoso, señal inequívoca de que hace mucho tiempo que perdieron la frescura. Algunos agentes han sufrido vómitos y diarreas. El menú invariablemente contiene un plato de pasta, generalmente macarrones con tomate, por la mañana y por la tarde, y de segundo suele haber una carne o un pescado. "Los guardias civiles no somos mucho de quejarnos, pero aquí hay motivo. Del 1 al 10, la comida puede ser de un 2. Y sí, es cierto que ha mejorado en las últimas semanas, pero no pasaría del 2,5", dice un funcionario sevillano consultado por este periódico.
"Cuando vas a pedir carne, los mismos que te sirven te dicen 'pide lo otro, que la carne no hay quien se la coma", asegura otro. Ensaladas hay, con suerte, una vez por semana, y hay noches en las que el menú contiene un plato de lentejas. "Nunca vi lentejas para cenar, pero es que a veces el plato es una sopa con 60 ó 70 lentejas flotando. Si no, sopa de pimiento, literal, unos trozos de pimiento verde, rojo y amarillo flotando en un plato con un caldo que mejor no te digo el color que tiene".
Esta situación ha llevado a muchos agentes a comer fuera del barco o a organizar expediciones a los supermercados más próximos para comprar comida, especialmente lácteos, que no hay en los barcos. Y, por tanto, a gastar parte del complemento con el que han sido recompensados. Aunque se pidieron voluntarios, la práctica totalidad de los policías y guardias civiles de Sevilla están en Cataluña obligados. El Ministerio del Interior les está dando unas dietas de 95 euros brutos al día, a las que si se les quita el IRPF se quedan entre los 75 y los 80 euros. A algunos se les ingresaron 900 euros al principio de la crisis, pero es un dinero que luego han de devolver, por lo que hay funcionarios a los que, de momento, les está costando el dinero este servicio extraordinario. En otros casos han percibido únicamente 700 euros brutos y otros sí han percibido ya dos nóminas extraordinarias con un total de 1.800. La mayoría de los consultados por este periódico coinciden en que económicamente no es un trabajo que merezca la pena.
Guardia Civil
"Los primeros días había mucha tensión, no exagero si digo que había un ambiente de guerra civil"
La higiene también deja mucho que desear. Hay policías y guardias civiles a los que no les han limpiado los cuartos de baño en un mes. "Hemos comprado lejía para limpiar el baño, limpiamuebles para quitar el polvo y limpiacristales para limpiar los espejos. La aspiradora, con suerte aparece cuando cambian las sábanas, o sea, una vez a la semana y durante cinco minutos".
El cambio de sábanas y toallas se hace una vez a la semana, siempre a primera hora de la mañana. Hay ocasiones, sobre todo si los agentes han estado trabajando de noche, en las que éstos piden al personal que no les cambie las toallas ni las sábanas hasta la tarde, para poder dormir. Sin embargo, ya por la tarde no hay cambio y hay que esperar hasta la semana siguiente. En los barcos hay un servicio de lavandería, pero la mayoría de las veces la ropa vuelve sucia e incluso deteriorada. Muchos de los agentes optan por buscar lavanderías en las que lavar su ropa a diez euros la sesión.
Los camarotes son muy pequeños, de apenas un par de metros cuadrados, y apenas hay espacio para dos personas y sus ropas. Los baños también son muy estrechos. "No tienen ventilación, no puedes airearlos salvo que dejes la puerta abierta. La ropa está en los pasillos colgada, al igual que los zapatos. No hay ventanas en los camarotes, ni espacio físico para dos personas. Tienen una medida de 3,80 metros de fondo por 2 de ancho para gente que mide como mínimo 1,85. Tampoco hay armarios para guardar la ropa. Habitualmente o la dejas en la maleta o la medio colocas donde puedas, pero armarios no hay en ningún camarote".
Los agentes coinciden en que los barcos eran una buena solución para pasar una semana, a lo sumo dos, pero no para más de un mes y medio. Tanto tiempo está generando ansiedad y problemas de insomnio para algunos. "Estamos viviendo como marinos de ultramar. Los olores de heces y pis en la popa del barco son exagerados. Al lado tenemos una fábrica química, imagina lo saludable que es el aire que respiramos". La vida es muy aburrida en los barcos y es imposible desconectar del trabajo. Además, los policías tienen que estar permanente localizables y con los teléfonos encendidos para poder presentarse en el trabajo en media hora. Los ferris tienen wifi, pero únicamente está disponible en los bares de los barcos y en los rellanos de las escaleras entre plantas. En muchas de las habitaciones no hay ni siquiera cobertura. La climatización también es un problema. "El aire acondicionado o funciona caliente o no funciona, y no veas el calor que hace en un camarote sin ventanas al que le da todo el día el sol". Lo único que se puede hacer es salir a correr por el puerto.
En cuanto al trabajo, especialmente en los primeros días percibieron la hostilidad de los independentistas. "Se nos identifica fácil por el acento andaluz, y en el momento que íbamos a cualquier acto en el que hubiera independentistas nos llovían los insultos. Ahora sí es cierto que la situación está más calmada". El 1 de octubre y los días siguientes fueron muy tensos. Hubo un rumor insistente de que los Mossos d'Esquadra iban a tomar el aeropuerto de Barcelona y se movilizó a policías y guardias civiles para evitarlo. Sólo fue un rumor. "Otro día nos montamos en un coche con las armas largas. Y veíamos a nuestros compañeros de otros grupos con armas que no hemos visto en nuestras vidas. Nos preguntábamos dónde íbamos. Afortunadamente no saltó ninguna chispa, pero hubo días en los que el ambiente que se palpaba era de guerra civil".
No todo han sido malas experiencias. Ha habido gente que les ha mostrado su cariño y les ha pedido perdón. "No todos los catalanes son iguales, nos ha dicho gente que ha venido al puerto a vernos". Especialmente llamativo es el caso de un joven que ha puesto su vehículo a disposición de los policías y guardias civiles para llevarlos a cualquier sitio sin coste alguno. Lo hace porque la ilusión de su vida era ser guardia civil y no pudo entrar en la academia de oficiales porque una profesora independentista lo suspendió a conciencia para que no pudiera acceder. Uno de los agentes lamenta especialmente el uso de niños en las manifestaciones y la traición de los Mossos d'Esquadra. "No puedo concebir dejar tirado a un compañero. Por eso no me entra en la cabeza que no estuvieran junto a nosotros el día del referéndum". Al menos sabe que está en un momento histórico. "Esto se estudiará en los libros de Historia. Y yo estuve aquí".
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