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Sevilla trabaja para lograr la Zona Franca mayor del país

Visita al recinto fiscal portuario

Medio millar de personas están empleadas en las empresas ya instaladas en este recinto portuario que facturan más de 72 millones de euros

La ampliación autorizada y prevista duplicará las cifras a corto plazo

Los retos de la Zona Franca de Sevilla.
María José Guzmán - Fotos y vídeo: Antonio Pizarro

04 de agosto 2019 - 06:15

Sevilla cuenta con una Zona Franca desde octubre de 2017. Es la fecha en la que entró en funcionamiento efectivo en el Puerto este territorio fiscal delimitado por una valla que encierra a empresas que gozan de determinados beneficios tributarios, como la exención del pago de derechos de importación de mercancías, entre otros. Es una definición simple, pero ayuda a entender el significado de una estrategia de la que se viene hablando hace algunos años más, pues la Zona Franca se fraguó en 2013 de la mano del ex alcalde Juan Ignacio Zoido. Sin embargo, más de un lustro después, poco ha trascendido del potencial de un proyecto que, de entrada, es único en España.

¿Qué la diferencia de las otras seis zonas francas que existen en el país? Fundamentalmente, su emplazamiento en el único puerto marítimo interior y su enclave estratégico, que permite fáciles comunicaciones por carretera, tren, barco y avión, un gran nudo logístico. Y esto supone un ventaja de partida en el reto de convertir a la de Sevilla en la mayor Zona Franca de España, pues se ubica en un territorio poblado y con el segundo tejido empresarial mayor, después de Barcelona. Las empresas ya están instaladas, no han acudido motivadas por las ventajas fiscales, por lo que el trabajo consiste ahora en convencerlas de las bondades que supone quedar dentro de la cerca.

Zonas Francas de España

En el país existen siete recintos fiscales como el de Sevilla y se sitúan en Barcelona, Vigo, Cádiz, Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria y Santander

No es fácil. Ningún cambio cultural lo es. A ello se dedica desde hace un año el delegado especial del Gobierno para la Zona Franca de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín.

Monteseirín, en la Zona Franca. / Antonio Pizarro

El que fue alcalde entre 1999 y 2011 es el encargado de desplegar un plan estratégico que persigue transformar industrialmente la ciudad en la próxima década. Ya se han dado pasos importantes. Hace poco más de un año la Zona Franca de Sevilla tenía aún vallas de alambre, suministros precarios, no había fuente de financiación ni más referencia física que un apartado de correos. Cuesta creerlo.

Cosas del destino, la publicación en el BOE del nombramiento de Monteseirín, que relevó al ex concejal Javier Landa en esta función, coincidió con la publicación del proyecto presupuestario donde se incluía el recurso financiero para la Zona Franca de Sevilla. Ésa era la clave y la razón para que este proyecto, que algunos ya veían muerto, comenzase a revivir. “El pan lo fabricaron otros, es cierto, pero me lo encontré debajo de mi brazo cuando llegué aquí”, comenta Monteseirín. El recurso financiero no es más que la puerta que se abre para que la Zona Franca se pueda autofinanciar y tenga futuro. ¿Cómo? Un porcentaje del Impuesto de Sociedades que las empresas pagan en territorio franco se destina a financiar la Zona Franca, que hasta ahora ha funcionado con una subvención que se agota.

Alfredo Sánchez Monteseirín: “La importancia de la industria en Sevilla no se pone en valor”

La Zona Franca de Sevilla aporta “un elemento de imagen de primera magnitud para la gran metrópolis”, apunta Alfredo Sánchez Monteseirín, delegado especial del Estado. El que fue alcalde de la capital entre 1999 y 2011 lamenta que Sevilla sea conocida mundialmente por muchas razones, desde el punto de vista cultural, histórico, monumental..., pero que no se ponga de manifiesto la importancia de su industria suficientemente. “Hay empresas que producen, tecnológicas, innovadoras, pero que no se ponen en valor”, apunta. Según él, este reto es una asignatura pendiente de la capital, “donde el brillo de la Giralda hace sombra a otras cosas”. Una espinita que puede ayudar a sacar la Zona Franca, “que sirve como polígono y parque industrial de excelencia que demuestra que en Sevilla la inversión industrial no sólo es posible, sino que es rentable”.

Cuantas más empresas estén dentro de la valla y mayor sea el volumen de negocio de éstas, más recursos tendrá la Zona Franca. Las cifras de dimensión actuales ya apuntan alto: ocho empresas que emplean a más de 400 personas, que suman una cifra de negocio de 73 millones de euros, realizan operaciones de 1,7 millones de toneladas actuales y se instalan sobre un territorio de 720.000 metros cuadrados.

Las empresas son CEN Solutions, productora de cuadros eléctricos de media y baja tensión que se exportan en un 80%; Jannone, referente en el sector de la madera desde hace 80 años y que comercializa y distribuye también tuberías y otros accesorios; Transformados Huevar, TRH, productora de mallas para la construcción con una terminal portuaria en la propia esclusa; Hispalense de líquidos, factoría de productos químicos y fertilizantes; Sevitrade, gran empresa dedicada a la importación y exportación marítimas y terrestres; Terminal Portuaria Esclusa, dedicada a actividades anexas al transporte marítimo y por vías navegables interiores; Ingles Steel, dedicada a la recuperación de residuos metálicos y chatarra; y VIR Farmacéutica, especializada en medicamentos genéricos y última empresa que ha entrado en la Zona Franca, donde levantará un centro.

Visita a la Zona Franca de Sevilla / Antonio Pizarro

Son números atractivos y en continuo movimiento, según se observa en las chuletas a mano que lleva encima Monteseirín. “A corto plazo la Zona Franca pretende ampliar sus metros a disposición de la inversión productiva y lo vamos a hacer de manera inmediata con la ampliación hacia el Polígono Astilleros”, explica el delegado. Cuando llegó al cargo la ampliación no estaba aún resuelta y eso era una situación que ponía en riesgo la viabilidad de la Zona Franca actual. Ganó el pulso y en sus apuntes ya figuran 15 empresas que convertirán a la de Sevilla en el mayor de los siete recintos fiscales de estas características en España en número de empresas.

Instalaciones de GRI en los antiguos astilleros. / Antonio Pizarro

A las citadas anteriormente se añadirán, en el Polígono Astilleros, GRI, industria multinacional que fabrica en el Puerto de Sevilla torres y bridas para el sector de la energía eólica; Tecade, enfocada a grandes estructuras metálicas; otra metalúrgica, Megusa, que hace puentes; Astilleros del Guadalquivir, que construye y repara buques; Apimosa, de pintura, acristalamiento y acabados de edificios; Ditecsa, que proporciona soluciones integrales y medioambientales al mundo de la ingeniería; y Gmetal. Estas empresas ocuparán 43.000 metros cuadrados que, sumados a los que ya configuran la actual Zona Franca, forman un recinto de 1.150.000 metros cuadrados de parque de excelencia.

Casi la mitad de los terrenos de Torrecuéllar, donde primero se ha constituido este recinto fiscal, están por urbanizar y presentan una imagen deplorable. Una línea de alta tensión que atraviesa el solar encarece la operación. Monteseirín avanza que ése es un objetivo a largo plazo, pues tendrán que encontrar vías de financiación.

De momento, los números son positivos. A medio plazo, para 2021, la Zona Franca ganará un centro de investigación, pieza que ayudará a diversificar y a tender lazos con la industria tecnológica. Pero en unos meses la ampliación al Polígono Astilleros, donde conviven viejas naves abandonadas con otras remozadas, como las que ocupa GRI, comenzará a ser realidad. Ya se ha licitado la obra para establecer el vallado. Y se ha invertido en el arreglo del viario y suministros como la fibra óptica.

Monteseirín está convencido de que Sevilla, que representa el 25% del tejido empresarial de Andalucía, puede situarse a la vanguardia de las ciudades portuarias y aeroportuarias si apuesta por la Zona Franca. Una de las amenazas que se cernía sobre este proyecto ya ha desaparecido, al cambiar su modelo de financiación. La coyuntura económica comienza a ser más favorable para las empresas exportadoras; hay mejoras en las conexiones a la vista, pues las obras que se harán en el Puente del Centenario evolucionarán también los accesos a estos terrenos. El resto es voluntad política e institucional.

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