¿Está Sevilla más sucia?
Puntadas con hilo
El gobierno local dice que Lipasam cuenta con más recursos, pero la percepción ciudadana es de menos limpieza. La denuncia logra que se limpie “a demanda”. ¿Qué es lo que no funciona?
Suele ser una denuncia constante en cada mandato: la ciudad siempre puede estar menos sucia de lo que está. La limpieza viaria es una preocupación recurrente en cualquier encuesta que se haga en Sevilla, un problema derivado en parte, dicho sea, de la conducta de los propios ciudadanos, que no es precisamente ejemplar en este sentido. Para que Sevilla se asemeje a cualquier urbe nórdica, de esas que parecen decorados en los que no se ve ni un papel, ni una colilla, ni una hoja en el suelo, haría falta un batallón de barrenderos en las calles insoportable en cualquier estructura municipal.
Pero hay otros estados intermedios y situaciones mejorables. Todavía hay muchos que recuerdan a Soledad Becerril como la alcaldesa que tuvo más limpia y ordenada que nunca una ciudad que empezó a conquistar escobas de oro y platino, galardones que distinguen los esfuerzos de gestión de las empresas de limpieza más que el aspecto exterior de las ciudades.
Pero hoy la percepción ciudadana actual es que la capital está muy lejos de ese escenario. Que las calles, las de Los Remedios y las de Cerro-Amate, están más sucias. Que no es un problema de centro y periferia, que se extiende por igual. Y no hace falta pasear por toda la ciudad. Basta con hacer un click y encontrar en internet decenas de fotos de contenedores desbordados, regueros de plásticos y botellas en las aceras y muebles abandonados que adornan la vía pública hasta tres y cuatro días.
¿Es simplemente percepción general o una campaña en las redes sociales? Aunque a veces pudiera parecerlo, no todo el mundo convive en esa comunidad virtual donde hoy se quejan tantos ciudadanos. Y la falta de limpieza en las calles es un tema también de barra de bar, cola de frutería y puerta de colegio. Una deficiencia que al gobierno municipal de Juan Espadas se le empieza a ir de las manos y que denota que algo no se está haciendo bien en Lipasam.
Sevilla vivió en 2013 una durísima huelga en esta empresa que sirvió, al margen de temas sindicales, para reestructurar el servicio de la limpieza viaria. El pulso que claramente Juan Ignacio Zoido ganó a los sindicatos de Lipasam permitió iniciar una nueva etapa en la gestión de la empresa, que el gobierno del PSOE recibió saneada y que es uno de los escasos referentes de empresa pública de limpieza que quedan en España.
La reestructuración de este servicio llenó las calles de barrenderos, baldeos y sopladoras. Y el resultado se notó. Como ahora se nota su ausencia. El relevo en la Alcaldía se tradujo en un cambio en la dirección de la empresa, una nueva forma de organizar al personal y los turnos que no está dando los mejores resultados. Ante las críticas de la oposición, el gobierno de Espadas responde que Lipasam cuanta ahora con más medios, inversiones y estabilidad. Pero no con más eficacia. Al parecer, se ha aumentado la frecuencia de limpieza en algunos barrios: donde se iba dos veces ahora se va tres, por ejemplo. Y ya no hay zafarranchos. Pero, siendo así, el resultado no es el más óptimo, pues las quejas vecinales no disminuyen.
Es más, hay vecinos que hartos de esperar se han puesto a limpiar escoba en mano en algunas calles. En barriadas como Hermandades del Trabajo, la comunidad ha contratado a empleados para estas tareas.
El PP, en una nueva etapa municipal en la que se está reivindicando como alternativa real de gobierno, va a centrar una de sus líneas estratégicas de oposición en el tema de la limpieza. Los populares ya han hecho su particular diagnóstico, denunciado esta semana por la concejal Evelia Rincón: se han reducido los baldeos y barridos mixtos con sopladoras, también el turno de repaso y no se recogen las papeleras con tanta asiduidad ni se limpian los contenedores; el servicio de recogida de muebles y enseres se ha visto reducido, al pasar parte de su plantilla a la limpieza viaria; y siguen sin solución muchos contenedores de recogida neumática averiados.
El juego, de momento, es de la acción-reacción. Algunas zonas se están limpiando a demanda, esto es, al ritmo que marcan las denuncias. Basta una llamada a los servicios municipales o un tuit oportuno para que Lipasam acuda y resuelva el problema. El nuevo portavoz municipal, Beltrán Pérez, está dispuesto a hacer limpiar al gobierno de Espadas.
Y en la plantilla de trabajadores de la limpieza existe mucha desazón. El barrendero es el que da la cara ante los vecinos indignados por lo mal que se limpia, que no siempre entienden que el problema no son los trabajadores (aunque de todo hay y el juego sindical tiene también sus bazas), sino de quienes les dirigen con una planificación que parece muy insuficiente para dejar las calles como una patena. Y ya hay quienes temen incluso que se esté dejando ahora morir a la empresa para acabar externalizando el servicio. ¿No le atribuían ese fantasma de la privatización también a Zoido? No entraría eso en la hoja de ruta del gobierno de Espadas. Tampoco el deterioro de servicios públicos.
El verano, época propensa a la proliferación de plagas, ha agravado aún más el problema de la limpieza. Es la pescadilla que se muerde la cola: si hay más basura, se baldea menos... aparecen más roedores. Y haberlos haylos, aunque el alcalde diga que son los del PP quienes van buscando por ahí ratas y ramas caídas. ¿En serio? Está grabado. Aunque así fuera –la acusación es del propio Espadas, que asegura que hay algún árbol que no se cayó estos meses atrás, sino que alguien los puso encima de un coche–, no parece el mejor argumento, ni el más serio, para defenderse de las críticas.
Cuando hay un problema no hay que negarlo, hay que afrontarlo. La frase es del alcalde, que asegura que lleva también meses trabajando para solucionar el que es, sin duda, el primer motivo de queja de los sevillanos: la falta de poda. Nada se pone en duda, pero los resultados están visibles y son malos. Algo están haciendo mal. Y es algo más que una percepción, más o menos inducida por el PP. Es un problema que se mide en bolsas de basura y que es clave en esa micropolítica del banco y la papelera que suele dar y también quitar votos.
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