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Sevilla pierde más de un 25% de sus grandes empresas en siete años

Las pymes mantienen el tipo y la crisis sólo afecta a un 7%. Las que más sufren la extinción son las que poseen entre 50 y 100 empleados.

Sevilla pierde más de un 25% de sus grandes empresas en siete años
Diego J. Geniz, Sevilla

18 de agosto 2014 - 05:03

Puleva, Roca, Danone o Cargill. Son sólo algunos de los ejemplos de las fábricas que ha perdido Sevilla desde que se inició la crisis. En siete años el tejido industrial sevillano se ha reducido más de un 25%, lo que debilita aún más este sector, que ya antes de que se iniciara la debacle económica tenía una pírrica representación en la provincia. Su peso no ha hecho más que menguar durante dicho periodo, algo que no ha ocurrido en el caso de las pequeñas y medianas empresas (pymes), que mantienen el tipo, puesto que el cierre sólo ha afectado a un 7% de las que existían en 2007. Otra cuestión distinta es la sangría de parados que han sufrido a consecuencia de la crisis.

El último Directorio Central de Empresas que publica anualmente el Instituto Nacional de Estadística (INE) deja claras dos cosas: Sevilla aún no reúne las condiciones necesarias para convertirse en polo de atracción de las grandes compañías y el negocio fomentado por autónomos se ha consolidado como una alternativa al desempleo.

Los datos constatan esta realidad. Desde 2007 las empresas que cuentan entre 100 y más de 500 empleados han menguado un 26,5%. Si hace siete años el número de estas compañías en la provincia era de 449, a principios de 2014 dicha cifra se reducía a 330. Por contra, en el amplio grupo de negocios que abarca desde los que no poseen ningún asalariado a los que tienen hasta casi un centenar, la merma no ha llegado ni al 7%.

Es evidente, por tanto, que las políticas de las distintas administraciones públicas para que las grandes empresas no sólo se instalen en los municipios sevillanos, sino que no se marchen, han caído por ahora en saco roto. Tanto es así que este tipo de sociedades apenas superan un 0,30% de representación en el conjunto empresarial de la provincia.

Si se realiza un análisis pormenorizado de la evolución de cada tipo de empresa según el número de asalariados, se evidencia que la estabilidad -aunque con ciertas variaciones- se ha conseguido en aquellas de menor número de trabajadores. Una conclusión rápida que podría hacerse es que cuantos menos empleados, mayor garantía de permanencia. Pero dicho análisis es erróneo, o, al menos, no del todo cierto. Durante la crisis han sido muchas las pymes que se han visto abocadas al cierre, principalmente las vinculadas con el sector inmobiliario, el primero en desplomarse tras los años de bonanza. Sin embargo, dicha extinción se ha visto "recompensada" por la creación de nuevos negocios (con reducida plantilla o de autónomos) por parte de emprendedores, que luego han tenido distinta fortuna en su desarrollo.

La puesta en marcha de este tipo de empresa ha venido propiciada en muchas ocasiones por el dinero recibido a través de las indemnizaciones por despido. Así se explica, en parte, que el número de negocios sin ningún asalariado, es decir los creados por los autónomos, se haya mantenido casi igual desde 2007 y algunos ejercicios haya aumentado. Si en el año previo a la crisis la provincia contaba con 59.878, en el cuatrienio posterior han seguido creciendo, un periodo de auge que constituye la excepción frente al resto de empresas. De hecho, el pico más alto lo alcanzó en 2011 (uno de los años más críticos en cuanto a economía), con 63.463 negocios en los que sólo figuraba su dueño.

En los últimos tres años esta cifra se ha reducido hasta situarse por debajo de la de 2007, aunque pese a ello sigue siendo el grupo más numeroso -y con gran diferencia- en la clasificación de empresas por dimensión de la plantilla. Otra cuestión distinta es la duración de estos negocios, que suele ser muy dispar, debido a que en muchas ocasiones la necesidad de encontrar otra vía de financiación por sevillanos que se quedan en paro conlleva que no se realice un estudio previo de mercado para analizar los nichos emergentes. En muchas ocasiones (por no decir la mayoría) se recurre a ámbitos económicos ya saturados, como suele ser el de la hostelería, que vive un auténtica burbuja -especialmente en la capital andaluza- similar a la que tuvo el sector inmobiliario antes de desplomarse a finales de 2007.

Las ayudas públicas de distintas administraciones, no obstante, van en dirección contraria y persiguen crear nuevos nichos de mercado. Adquieren en este terreno gran importancia los negocios asociados a las nuevas tecnologías y a las energías renovables, donde Sevilla empieza a sacar cabeza, aunque no lo suficiente para convertirse en referente. Hacia este objetivo se encaminan los diferentes programas puestos en marcha por entidades como la Confederación de Empresarios de Sevilla (CES), la Cámara de Comercio o por la Junta y los ayuntamientos.

También en este auge de los negocios autónomos han influido las normativas regionales y locales que facilitan su creación al reducir los plazos para su puesta en marcha, debido a la disminución del proceso burocrático.

En el amplio abanico de pymes sevillanas, las que han mostrado mayor estabilidad en número de empresas son las que poseen una plantilla de entre uno y dos empleados y las de entre cinco y tres. El descenso más acusado se ha producido en aquellos negocios que tienen contratadas entre seis y nueve personas, que han mermado un 32,5%, y especialmente las pymes de mayor tamaño, en las que plantilla oscila entre los 50 trabajadores y el centenar. En este grupo la disminución se ha situado en el 44,5%, sin duda, el descenso más acusado dentro del grupo de las pymes.

Pero, en conjunto, donde la extinción ha afectado más ha sido en el grupo de empresas que cuentan con más de 100 empleados. Aunque ya en 2007 se partía de un número bastante reducido (449), a lo largo de este periodo la cifra ha disminuido más de un 25%, por lo que actualmente apenas supera las 300. En este grupo las más numerosas son las que poseen entre 100 y 199 trabajadores, de las que han llegado a desaparecer casi un centenar en siete años. Entre las que tienen entre 200 y 499 también se ha registrado una merma considerable, superior al 20%, incluso hubo años en los que casi se redujo a la mitad con respecto a 2007.

Cifras aparte, lo cierto es que el desmantelamiento de la industria sevillana constituye una realidad que ha ocupado muchos titulares de periódicos los últimos años. Ahí están los nombres de Danone o Puleva, fábricas que han cesado su actividad, con el consiguiente perjuicio que supuso no sólo para las personas que trabajaban en ellas, sino para las empresas auxiliares que dependían de su producción, y que también se han extinguido o han visto reducidos sus ingresos.

El desempleo ocasionado por estos cierres se ha convertido en un auténtico drama para muchos municipios. Un informe de CCOO indicaba en 2013 que durante la crisis el número de personas que habían dejado de trabajar en las fábricas sevillanas se había elevado por encima del 60%, al pasar de los más de 14.000 parados industriales en 2008 a los 23.000 del año pasado. El sector de la metalurgia resultaba el más perjudicado, puesto que en dicho periodo se había destruido un 35% de empleo.

El cese de la actividad en muchas de estas factorías se produce después de recibir ayudas públicas para su renovación tecnológica. Este desmantelamiento también obedece a la apertura de nuevas fábricas en países con una mano de obra más barata y en unas condiciones laborales imposibles de ofertar aquí.

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