Sevilla da lustre al desfile del Día de las Fuerzas Armadas
Los sevillanos han podido asistir a un espectacular evento en el que han visto a las principales unidades del Ejército
Mucho público se ha congregado en la zona del Paseo de Colón, bajo un fuerte calor y extraordinarias medidas de seguridad
La Legión ha cambiado la cabra por un pony y Felipe VI se percató de que algo iba mal en el izado de la bandera
Falta una hora y media para el desfile del Día de las Fuerzas Armadas y hay una riada humana bajando por la calle San Fernando hacia el Paseo de Colón. El tráfico está cortado en el Prado. Dos policías locales dirigen los coches hacia la avenida de Carlos V y permiten a las motos acceder hasta la puerta de la Universidad para que aparquen. "Pero no en la acera", avisa uno de los agentes. Si no fuera porque es temprano, hace calor y hay mucha gente empuñando banderitas de España, podría tratarse de un Domingo de Ramos cualquiera.
Hay ambiente de algo grande, de festividad importante. La marea de gente llega hasta la Puerta de Jerez y sigue hacia la Torre del Oro, donde la Policía Nacional va parando a todos los que llevan bolsos, mochilas o cualquier bulto que pueda resultar mínimamente sospechoso. "Caballero, por favor, la mochila me la tiene que enseñar".
Pasado el primer corte, se topa uno con el público que espera ver el paso de las tropas en el Paseo de Colón. A las once menos cuarto de la mañana ya hay mucha gente esperando, al sol. Dos policías organizan, en el semáforo del Cristina, el cruce, uno a uno, de las personas que necesitan llegar a la otra acera, la de la Torre del Oro. Hay quien viene desde Arjona y tiene que dar un rodeo por la calle Betis. Afortunadamente hay tiempo de sobra.
La seguridad de la Casa Real vuelve a mirar las mochilas, equipos y bolsos de los periodistas, que son colocados en una grada ubicada en la puerta de la Maestranza, casi enfrente de la tribuna real a la que un rato después llegarán los Reyes, Don Felipe y Doña Letizia. La estructura está al sol, pero éste no castiga tanto como el que hace dos días taladraba a los asistentes que vieron una de las demostraciones en el río Guadalquivir.
Corre aire y no se está del todo mal. Hay quien saca crema protectora factor 50, quien va cargado de botellas de agua, quien lleva sombrero y gafas de sol y quien aguanta el tirón sin nada de eso. Llega una escuadra de la Guardia Real y forma delante de la Tribuna Real. Cabeza alta, pecho orgulloso y barbilla al aire.
Van llegando las autoridades. La ministra de Defensa en funciones, Margarita Robles, se acerca a la tribuna de prensa. Saluda a los periodistas y comenta el calor que hace. "Voy a ver si os pueden traer unos sombreros". Se agradece el gesto. Al rato viene un empleado del Ministerio con cuatro sombreros. No son suficientes para todos, pero buenos son.
Robles comparte estrado con el ministro de Exteriores en funciones, Josep Borrell; el delegado del Gobierno en Andalucía, Lucrecio Fernández; el presidente de la Junta, Juanma Moreno; la presidenta del Parlamento Andaluz, Marta Bosquet; y el alcalde de Sevilla, Juan Espadas. En las tribunas de autoridades hay consejeros, concejales, diputados... Y ex alcaldes. Monteseirín charla con el arzobispo, Juan José Asenjo, que le ha tocado de compañero de graderío.
A las doce en punto aparece el coche de los Reyes por la calle Arjona. A lo lejos resuenan los aplausos de los asistentes al desfile. El vehículo oficial llega hasta la zona de autoridades y se baja el Rey. Viste el uniforme blanco de la Armada. Doña Letizia lleva un vestido rojo con los zapatos y el bolso del mismo color.
Comienza el acto. Resulta que el aire que alivia el calor de la tribuna es viento de Levante y no saltará el paracaidista que trae la bandera. "Es que puede saltar aquí y caer en los Caños de Meca", explica uno de los militares que acompañan a la prensa en la tribuna. La bandera viene en una bandeja. Se iza, muy cerca de la Puerta del Príncipe de la Maestranza y a unos metros de la estatua de la abuela del Rey, Doña María de las Mercedes. Felipe VI se da cuenta de que algo no va bien y tuerce el gesto. Pero se iza.
Le sigue el homenaje a los caídos. Impresiona La muerte no es el final, interpretada por la banda de la Guardia Real. Cantan los soldados y también el Rey en la tribuna. Felipe VI baja y cruza el Paseo de Colón para colocar la corona de laurel a los pies de la bandera. Rinde así homenaje a los 180 militares fallecidos en en las misiones de paz en el extranjero. Muchos de los familiares de estas víctimas están ubicados en otra de las gradas habilitadas en el Paseo de Colón.
Se retira la Guardia Real con una marcha de granaderos y comienza el desfile aéreo. La Patrulla Águila hace una primera pasada y dibuja la bandera de España en el cielo de Sevilla, azul y sin una nube. Abren el desfile aéreo cuatro Eurofighters que cruzan desde el Paseo de las Delicias hacia Torneo, por encima de la plaza de toros. Le siguen más de 40 aviones de combate, de transporte y 36 helicópteros.
El desfile aéreo pasa en un suspiro. Algunas de las aeronaves despegaron una hora antes de sus bases y esperaban para hacer la pasada sobrevolando el espacio aéreo próximo a Sevilla. Pasa otra vez la Patrulla Águila y por Torneo se intuyen las motos Harley Davidson de la Guardia Real, que encabezan el desfile terrestre.
Tras las motos pasa el mando del desfile y un grupo de veteranos. Después vienen los carros de combate Leopardos, los Pizarro y la artillería antiaérea. Son 177 los vehículos que participan. Entre ellos los patrulleros de la Guardia Civil y los camiones de la Unidad Militar de Emergencias.
Lo más vistoso es el desfile a pie. La infantería de marina, el Ejército del Aire y el de Tierra despliegan sus tropas por el Paseo de Colón. Se oyen los Vivas en la tropa cuando la unidad se acerca a la tribuna real. El banderín se inclina y las cabezas se giran al unísono. El Rey saluda. Pasa la Guardia Civil, la UME y el regimiento de cazadores de montaña.
Se abre un hueco y se silencia la música. A lo lejos se ve a la Legión, que viene a su paso específico, el de 160 por minuto "de un solo corazón". No hay cabra sino pony. Tiene su explicación. Los legionarios que desfilan son de una unidad de Caballería que tiene su base en Ronda y su mascota es el pony, que recorre el Paseo de Colón al mismo ritmo que su guía.
Los regulares vienen a paso más lento, también con su propia banda. Es una antigua legión extranjera, compuesta por personal irregular, que era regularizado cuando entraba en el Ejército. Cierra el desfile la caballería de la Guardia Civil y los preciosos percherones de la Guardia Real. Pasa de nuevo la Patrulla Águila y concluye el acto central del Día de las Fuerzas Armadas, al que Sevilla ha dado lustre.
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