Sevilla se vuelca en el envío de comida y medicinas a Ucrania
Labor humanitaria
El primer contingente de ayudas de la iglesia ucraniana parte hacia el país en guerra
Un centenar de personas colaboran estos días con la comunidad parroquial de la calle Santa Clara
Ayuda a Ucrania: el Hotel don Pedro de Sevilla recoge material de urgencia
Medicamentos, ropa y comida. En bolsas y cajas. Así llega este material al número 12 de la calle Santa Clara, donde se encuentra la sede de la Iglesia Católica Ucraniana en Sevilla capital. Irina y Anatolis se encargan de recepcionar la ayuda que les van dejando sevillanos y compatriotas. Resulta difícil hablar con ellos. No por el idioma, pues el manejo que tienen del español es perfecto, sino porque carecen de tiempo para atendernos. En pocas horas, todo los víveres deben ser llevados a Alicante, de donde partirán hacia la frontera de Ucrania con Polonia. Hacen turnos de 12 horas estos días.
Anatolis se encargará de transportar la ayuda a la ciudad levantina. Este ucraniano lleva 20 años viviendo en España, de los cuales 15 los ha pasado en la capital andaluza. Trabaja como autónomo en la construcción. Su uniforme lo delata. Estos días saca tiempo de donde no lo tiene y hasta desatiende encargos laborales para ayudar a los que se han quedado en su país de origen. "Ahora mismo nos sentimos todos como una gran familia", confiesa.
En el interior de la iglesia ucraniana y de sus dependencias apenas queda un pasillo libre de cajas. En un solo día no ha habido momento en que no se hayan recibido bolsas y paquetes con el material solicitado para surtir a un país donde los suministros básicos empiezan a escasear. Una vecina acaba de entregar mantas y otra, cacao en polvo. Una tercera llega en bicicleta con medicinas. Y un joven, que desafía los 15 grados mañaneros con pantalón corto, se ofrece de voluntario para echar una mano en la clasificación de los productos.
Desde que el pasado domingo se pusiera en marcha este operativo, por dichas dependencias ha pasado un centenar de colaboradores. La labor más ardua es la de organizar los productos por género. Especialmente, los medicamentos. Justo Suárez se ha sumado bien temprano a esta actividad. Iba en bici con su amigo Pedro cuando lo llamó su vecino Anatolis para que vinieran a ayudar. La ruta ciclista cambió de rumbo y ya son varias las horas que han pasado en la iglesia ucraniana.
Pedro acaba de llenar una caja con medicamentos. Están a la espera de que llegue un profesional para que los clasifique. "Lo que más han traído son analgésicos, antiflamatorios y suplementos nutricionales, de gran necesidad para quienes combaten allí. Luego también hay desde vitaminas hasta tiritas", detalla este sevillano, que asegura haber abierto "un montón de bolsas" a lo largo de la mañana.
Junto con este templo, los otros dos puntos de recogida de material para el pueblo ucraniano son la barriada de la Oliva y la Avenida de la Paz, ambas en el Polígono Sur. Se pide, especialmente, que los productos alimenticios sean conservas o vengan enlatados y que, en la medida de lo posible, no haga falta cocinarlos, ya que muchos se destinarán a los militares o personas que se encuentran en refugios y no pueden prender fuego.
Según Anatolis, en Sevilla hay una comunidad de más de 3.000 ucranianos. De ellos, la mitad conforman la parroquia situada en la calle Santa Clara, que tuvo su primera sede en el templo de Santa Cruz. El de ahora, de traza neogótica, los acoge ahora y sirve de improvisado almacén estos días en los que sus feligreses viven con especial angustia lo que les está ocurriendo a sus compatriotas tras la invasión rusa.
Victoria Zabrotsky tiene 18 años. Es sevillana de padres ucranianos, que se vinieron a vivir a la capital de Andalucía en el 2000. De acentuados rasgos eslavos, emplea un perfecto andaluz al hablar. Ha empezado este curso a estudiar Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Sevilla (US). Su padre es el principal responsable, tras el sacerdote, de la comunidad parroquial. "Algo así como el hermano mayor de una cofradía", explica Victoria, quien no pasa por alto que es Miércoles de Ceniza.
La joven ha podido hablar los últimos días con familiares que viven en Ucrania, los cuales se vieron obligados a salir de sus casas en Kiev y buscar refugio en una localidad cercana a la frontera con Polonia, donde llega toda la ayuda que ahora embala. "Nunca pude imaginar que en pleno siglo XXI vería una situación así", refiere. Sus amigos sevillanos le están prestando toda la ayuda necesaria.
A Analotis también le cuesta comprender lo que está pasando en su país de origen. "No tiene justificación alguna lo que Putin están haciendo con Ucrania", lamenta mientras enseña los vídeos que le han enviando por whatsapp con los bombardeos de la última noche. Misiles, explosiones y edificios devastados se suceden en unas imágenes que dibujan en el rostro de este ucraniano la impotencia. Anatolis guarda un momento de silencio para contener las lágrimas. "Lo que hagan a uno de allí es como si nos lo hicieran a todos nosotros. Ante este ataque injustificado, nos consideramos ya una gran familia", afirma mientras se dirige a unas dependencias donde se encuentran las cajas precintadas e identificadas. Muchas de ellas ya están apiladas.
En pocas horas se pondrá en camino hacia Alicante, donde llevará el primer contingente de ayudas recogidas en toda Sevilla. De allí se trasladará a Ucrania, cerca de la frontera con Polonia, una zona en la que se usa una nave para reunir el material de procedencia internacional. No se sabe cuánto durará la contienda bélica, de ahí que todo lo que se entregue es poco. Con tal fin, y ante la situación de urgencia, la iglesia ucraniana, en el número 12 de la calle Santa Clara, estará abierta todos los días de 8:00 a 21:00, sin interrupción.
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