"Sevilla es una ciudad plural y diversa"
El rastro de la fama: Soledad Becerril
La ex alcaldesa de Sevilla repasa algunos de los momentos de su dilatada vida política
Soledad Becerril (Madrid, 1944) aparece en la rotonda del Hotel Palace de Madrid y no cabe duda de que está acostumbrada a pisar sus alfombras mullidas. Elegante y sobria, saluda escuetamente al entrevistador y al fotógrafo, posa sin demasiado convencimiento y se pide un té. Pese a que ha vivido más de cuarenta años en Sevilla, sigue con un insobornable acento mesetario y un carácter que no hace ninguna concesión a la galería. Estamos ante una de las mejores alcaldesas de la historia de Sevilla, pero también ante una política que no ha cedido ni un sólo centímetro ante la tentación populista. Para quitarse el sombrero.
-En el AVE me he encontrado con un amigo y le he comentado que venía a entrevistarle. Me ha dicho: "Soledad Becerril... una larguísima trayectoria y ni un escándalo. Irreprochable".
-He estado muchos años en la vida pública, más de treinta, y sólo hace unos meses llegué a la conclusión de que había llegado la hora de mi retirada, cuando acabó mi mandato como Defensora del Pueblo. Durante este tiempo no sólo he intentado hacer las cosas lo mejor posible, sino también ajustarme siempre a la ley. También he procurado escuchar la voz de los funcionarios cualificados que he tenido alrededor y me advertían de lo que se podía hacer y de lo que no. Eso me ha facilitado mucho actuar acorde con la legalidad.
-Usted no es sevillana de nacimiento. Tampoco entra dentro de lo que el tópico marca como el carácter sevillano. Sin embargo, tiene un crédito enorme en la ciudad. Quizás sea la alcaldesa más valorada.
-Siempre procuré servir a todos los ciudadanos, no sólo a los que me habían votado. Había paseado y estudiado a fondo la ciudad y había comprendido que Sevilla es una ciudad plural y diversa. Como ha dicho algún autor, hay varias Sevillas dentro de Sevilla. Yo procuré atender a todas ellas y ceñir mis actuaciones a lo que es estrictamente competencia de una alcaldesa. No me metí en asuntos de política internacional, como he visto que hacen en otros ayuntamientos. Me limité a procurar mantener bien la ciudad, que los vecinos estuvieran satisfechos con el estado de sus barrios, con la limpieza muy especialmente, con el transporte público, con las cosas necesarias de todos los días. Creo que ésa es fundamentalmente la función de una alcaldesa. Aunque nunca es posible alcanzar la perfección, la ciudad estaba bien y hubo respeto hacia mí. Sentí un enorme aprecio.
-Hay un símbolo que creo que identifica su mandato. Me refiero al eucalipto de Catalana de Gas, en El Porvenir, que iban a cortar porque entorpecía el trazado de una calle. Usted se opuso y obligó a rectificar el proyecto. Hoy sigue ahí, colosal. Esa sensibilidad no siempre se da en la política.
-Es cuestión de fijarse y cuidar la ciudad de todos los días, lo contrario de esa ciudad de las obras colosales, megalómanas, absurdas... Como esas setas que son un ejemplo de arquitectura inadecuada.
-Llegó a Sevilla a principios de los años 70. Me imagino que aquella ciudad poco tenía que ver con la actual.
-La Expo fue fundamental para la transformación de Sevilla, la modernizó, la abrió... Se construyeron nuevas rondas, nuevas avenidas, se pudo ver el río...
-¿Cree en aquello de Sevilla sin sevillanos?
-Tengo un magnífico recuerdo y gratitud hacia los sevillanos. Me acogieron, me entendieron, me acompañaron... Sólo puedo tener buenas palabras y gratitud infinita. En mi época de alcaldesa recorrí toda la ciudad y, lógicamente, unas veces te recibían mejor y otras peor, pero siempre, y esto es muy importante, con buenos modales.
-Usted perteneció al grupo de personas que en el tardofranquismo y los inicios de la Monarquía empezaron a construir un espacio político liberal-conservador netamente democrático.
-Yo participé en la Federación de Partidos Demócratas y Liberales, que fundó en 1976 Joaquín Garrigues Walker. Además, en Sevilla, con un grupo de personas vinculadas al servicio de estudios del Banco Urquijo, que dirigía el profesor Jaime García Añoveros, fundamos la revista La Ilustración Regional, de la que fue director Ignacio Romero de Solís, sevillano que había estado exiliado en Francia por motivos políticos.
-¿Cuál era el objetivo de la revista?
-Informar sobre la situación política, económica, social y cultural de Andalucía. Siempre con la idea y la perspectiva de transitar hacia la democracia y el Estado de Derecho. España no podía seguir siendo diferente a su entorno. Fueron tiempos de muchísimo interés en los que pude conocer a personas de distintas tendencias políticas. Yo era y sigo siendo una liberal.
-¿Qué fue de La Ilustración Regional?
-Salió regular. La revista no tuvo larga vida, la fundamos en el 73 y dejó de salir en el 76. Tuvimos problemas económicos y con la censura. En esos momentos sacar una publicación era muy complicado. Admirábamos mucho a Cambio 16, que era la gran revista del momento, dirigida por Juan Tomás de Salas.
-Fue elegida diputada en las primeras elecciones democráticas en 1977 y pertenece por derecho a lo más selecto de la generación que hizo la Transición. Ahora, voces políticas y mediáticas ponen en duda la bondad del proceso.
-Como dicen varios ilustres historiadores españoles y extranjeros, la Transición fue el periodo más interesante y fructífero de la Historia de España. Pasar de una dictadura a una democracia de forma pacífica es algo que ocurre en muy pocas ocasiones. La Constitución, que es el gran pacto social de nuestra historia, es la culminación del afán y el empuje de la gran mayoría de los españoles. No se olvidó el pasado y el dolor que provocó la Guerra Civil, pero se miró al futuro con generosidad.
-Ahora, ese gran pacto social, como usted dice, también es centro del debate. Muchos quieren reformarla.
-Nuestra Constitución permite su reforma, pero bajo unas normas, como en cualquier Estado de Derecho. Y esas reglas dicen que hace falta una mayoría suficiente para acometer dicha reforma.
-Usted colaboró también en la redacción del Estatuto de Autonomía de Andalucía.
-Sí, en la primera etapa.
-El Gobierno de UCD, donde usted militaba, se opuso. ¿Fue una gran equivocación?
-Nos opusimos a la vía rápida, porque así lo había aconsejado un informe del Centro de Estudios Constitucionales suscrito por siete cualificados profesores. En éste se advertía de los peligros de pasar de una Administración centralizada a otra totalmente descentralizada. El Gobierno prefirió que la autonomía llegase gradualmente. El resultado del referéndum del 28-F fue adverso para las posiciones del Gobierno y la UCD, lo que fue un auténtico revés para nosotros.
-Hoy en día las autonomías también están en el punto de mira. Hay una corriente en la sociedad que pide la recentralización.
-No creo que haya que volver atrás, aunque seguramente sea conveniente que la Administración General del Estado pueda supervisar materias como la educación o la política lingüística de las autonomías... Que se garantice que se cumple la Constitución, los derechos que a todos nos asisten. Pero, insisto, no se trata de volver atrás, sino de que el Estado use algunas de las facultades que tiene sobre determinadas competencias.
-Uno de sus hitos políticos fue su paso por el Ministerio de Cultura con Calvo Sotelo. Fue la primera mujer ministra desde la II República.
-Fue un año y medio de una actividad un tanto enloquecedora. Nada más llegar tenía sobre la mesa más de doscientas peticiones de entrevista en medios nacionales y extranjeros. Lo querían saber todo: los proyectos a medio y largo plazo, dónde iba a vivir, dónde iba a pasar las vacaciones de Navidad... Absolutamente todo. Y yo aún no había podido ni hablar con los altos cargos del Ministerio.
-Hay gente que cree que el de Cultura es un ministerio menor.
-La cultura es algo fundamental en la vida de una nación, porque no estamos hablando sólo de las bellas artes, sino aquello que proporciona al ciudadano respeto, comportamiento, aceptación de las normas y convivencia. La cultura es lo que nos hace ser ciudadanos de primera; convivir y entendernos. Es fundamental comprender que no es el Gobierno el que tiene que dirigir o hacer la cultura. Por supuesto, tampoco tiene que ejercer censura alguna. Su papel es el del fomento.
-Su apuesta por el patrimonio histórico fue importante. En Sevilla, en su época, se hicieron importantes inversiones para restaurar numerosos monumentos.
-Sí, dedicamos todo el presupuesto posible, que era muy escaso en aquellos momentos, a la conservación y rehabilitación del patrimonio. También a grandes exposiciones, como las del Greco o Murillo.
-El turismo es uno de los principales consumidores de patrimonio histórico. Ahora, tanto en Sevilla como en otras ciudades, hay un auténtico problema por la saturación de turistas. ¿Qué opina del fenómeno?
-El turismo es una industria muy importante para muchos países, pero requiere una ordenación, unas normas. En Sevilla no deberíamos permitir que las calles sean un puro anuncio, o que los veladores ocupen todas las avenidas y calles pequeñas del centro, lo que hace la vida insufrible para los vecinos. Hay que lograr compaginar el turismo con la vida cotidiana de los ciudadanos, porque si no el centro histórico se convertirá en un teatro, en una escena para extranjeros. Se corre el riesgo de que los cascos antiguos, ante las incomodidades para los vecinos, se queden despoblados.
-Y como primera mujer ministra de la Democracia, ¿qué opina del resurgir del movimiento feminista de los últimos tiempos?
-Nunca he pertenecido a una organización feminista como tal, pero sí he participado en muchas reformas que equipararon a la mujer en derechos y libertades. La situación de la mujer a principios de la Transición era aberrante y decimonónica, pero gracias a esos cambios se avanzó mucho.
-¿Cree que ya está todo arreglado?
-Hay dificultades todavía. La mujer ha alcanzado los derechos y las libertades, pero de facto, en el día a día, sigue teniendo grandes dificultades. Hay una razón fundamental: la dificultad para conciliar la vida familiar y la profesional. Es la mujer la que fundamentalmente se ocupa de los hijos y las personas mayores, y esto provoca que le sea muy difícil ascender en las empresas. El reparto de tareas entre el hombre y la mujer sigue sin ser justo y equitativo.
-Volvamos a su época de alcaldesa de Sevilla. ¿De qué se siente más orgullosa?
-Me alegra que cuando voy a Sevilla, algo que hago bastante, la gente me reconoce por la calle y me habla bien de aquellos años, me recuerda las mejoras que hicimos en sus barrios... Todo esto me reconforta. En fin, también cometimos errores...
-¿Como cuál?
-Fue un exceso para aquellos momentos el Estadio Olímpico en la Cartuja, una obra absolutamente desmesurada...
-Eso fue más bien un empeño de Rojas-Marcos.
-Pero yo me siento partícipe.
-Su relación con Rojas-Marcos no fue muy buena...
-Fue complicada, sí, fue complicada. Eso pasa a veces en las coaliciones.
-Pero, insisto, dígame un logro.
-Me gusta pasear por el Prado de San Sebastián, porque es un bonito jardín y porque luché mucho por él. Todas las corporaciones querían hacer cosas disparatadas, toda clases de centros culturales, pero a base de hormigón. Sin embargo, yo me empeñé en hacer un prado, un paseo, como su propio nombre indica. Lo hicimos con poco dinero, que eran fondos europeos, y estoy muy orgullosa de ello.
-Una parte estuvo amenazada por el proyecto de la Universidad de construir allí su biblioteca.
-Aquello también era un disparate, porque era ilegal y lo advertimos varias personas, entre otras Emilio Molina, que había sido gerente de Urbanismo y conocía muy bien el PGOU.
-Generó una gran frustración.
-Lo que generó fue un coste; se invirtió mucho dinero pese a que desde el principio se sabía que aquello no era legal.
-El momento más duro de su mandato fue sin duda el asesinato de Alberto Jiménez Becerril y su esposa.
-Eso no es comparable a ningún otro momento.
-ETA se ha disuelto sin pedir disculpas de verdad.
-No merecen ninguna gratitud por nuestra parte. Han causado un inmenso dolor a cientos y cientos de familias. Lo que debemos conseguir es transmitir a las generaciones jóvenes la verdad. ¿Quiénes fueron los autores? ¿Quiénes son los que están huidos? ¿Cuántos casos quedan por resolver? Yo me alegraría mucho de que prosperase la iniciativa de una juez de Madrid de encauzar a los cabecillas de ETA por delito de lesa humanidad. En la Audiencia Nacional, en juicios a los que asistí en mi calidad de Defensora, he escuchado de sus bocas las cosas más terribles, como cuando decían: "Levantad a un concejal, ya, de inmediato". Era su manera de decir que había que matarlo.
-La gente dice que el Defensor del Pueblo no sirve para nada.
-Sirve para mucho, como bien saben las decenas de miles de personas que se dirigen al año al Defensor del Pueblo para denunciar que alguna administración ha vulnerado alguno de sus derechos: un impuesto que no le corresponde, el excesivo retraso en una operación o en un juicio...
-¿Y de qué se quejan más los españoles?
-En los años más duros de la crisis, de los desahucios y de la venta por parte de las cajas de ahorros de productos financieros absolutamente engañosos. Los instrumentos informáticos actuales nos permiten requerir a las administraciones que contesten inmediatamente. Y cuando no lo hacen, sacamos unos anuncios muy grandes recordando el retraso. Y cuando este retraso es ya excesivo, lo ponemos en conocimiento de la Fiscalía General del Estado. Acabo de ver en la prensa que el fiscal ha requerido a un ayuntamiento catalán por no contestar al Defensor en el requerimiento de un ciudadano para que pusiesen la bandera de España en el Consistorio. Los alcaldes se suelen asustar muchísimo y responden inmediatamente.
-¿Se acabó la política?
-Participo como voluntaria en varias ONG, pero ya me he retirado de la vida pública.
-¿Sigue siendo militante del PP?
-Lo tuve que dejar al ser elegida Defensora del Pueblo.
-¿Ve salida a la crisis del PP?
-Los grandes partidos, los que fueron protagonistas de la Transición, están pasando momentos difíciles, como otros similares en la Unión Europea. Espero que tengan capacidad de reacción.
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