La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
La recuperación tras la pandemia
El gobierno local sostiene que en Sevilla ni ha habido turistificación –esto es, exceso de turistas– ni tampoco un movimiento de turismofobia real. No obstante, sí es consciente de la necesidad de reordenar los flujos turísticos para evitar el colapso de determinadas zonas del casco histórico y encontrar el equilibrio entre los hábitos de los residentes y los de los visitantes que vienen a disfrutar de la ciudad. Y ha aprovechado los meses de pandemia para reflexionar sobre ello y preparar a la capital para afrontar de nuevo la alta densidad de turistas que se prevé para los años 2022 y 2023.
Dentro de esta estrategia, el área de Turismo ha encargado a un catedrático universitario un estudio para conocer cuáles son los límites de sus competencias y, con el respaldo jurídico necesario, abordar una regulación de las actividades turísticas en la vía pública. Ya lo ha hecho con las viviendas de uso turístico y ahora se trata de encontrar el encaje para fijar unas normas de obligado cumplimiento para los grupos de visitantes. Según confirman fuentes municipales, la intención es homogeneizar los servicios que actualmente prestan tanto los guías oficiales, a quienes se les ha escuchado con interés en este proceso, como otras empresas del sector que organizan actividades en la calle para evitar un tránsito elevado por el casco histórico de los grupos, un colapso que genera rechazo y dificulta la convivencia.
El argumento del que parte del Ayuntamiento de Sevilla para buscar una fórmula jurídica que ampare su pretensión apunta a la protección con la que ya cuenta el casco histórico, la zona monumental por la que se mueve mayoritariamente el turista. Su carácter de Bien de Interés Cultural obliga a fijar unas normas de respeto, marco en el que se pretende actuar regulando los grupos de visitantes en la calle.
Realmente, el reto es muy complejo porque las competencias que tienen los ayuntamientos en esta materia son exclusivamente de información y promoción turística y sólo pueden regular otras actividades que están sujetas a la concesión de licencias y bien a informes de calificación ambiental.
El crecimiento exponencial que el turismo había experimentado en Sevilla antes de la pandemia ya había abierto algunos debates sobre la necesidad de regular distintas actividades, entre ellas, la vivienda de uso turístico. Y la pandemia ha sido el momento de fijar esta regulación, corregir los posibles errores del pasado y preparar a Sevilla lo mejor posible para recibir de nuevo al turismo, una vez que regrese la normalidad. La regulación de los pisos turísticos se puso en marcha a primeros de año, no sin polémica en el sector, pues algunas asociaciones de gestores y propietarios alegaron. El gobierno local ha tardado años en dar este paso y se ha armado de argumentos jurídicos para evitar que la norma, como ha ocurrido en otras ciudades, fuera tumbada en los tribunales. De hecho, también encargó estudios a catedráticos de la Universidad, como ha hecho ahora. La regulación en estos momentos está todavía en trámite.
En el último año, Sevilla ha avanzado mucho en esta materia. De entrada cuenta con una herramienta municipal, el Plan 8 de impulso del turismo, y también un nuevo Plan de Grandes Ciudades donde se sientan las bases para el turismo que viene. Y ahora el Ayuntamiento de Sevilla quiere subirse al carro de la sostenibilidad, un concepto manido al que el gobierno de Juan Espadas quiere dar una vuelta para convertirlo en un arma poderosa de posicionamiento del destino. De hecho, Sevilla aspira a tener un plan de sostenibilidad turística, un programa que ya se ha concedido por el Gobierno a otros destinos y que viene acompañado de financiación.
Sin duda es una ayuda más en todas esta estrategia para regular los flujos en la ciudad e intervenir en barrios como el de Santa Cruz, que a nadie se le escapa que tiene una alta densidad de turismo. Así, en paralelo, el Consorcio de Turismo viene trabajando también en la creación de un laboratorio de sostenibilidad urbana que actuará sobre el centro histórico de la ciudad y que tendrá su sede en Fibes, dentro de los nuevos usos previstos de la empresa gestora del palacio de congresos.
Hace un mes, el Ayuntamiento firmó un acuerdo con la compañía Bosch Security & Safety Systems para poner en marcha un proyecto pionero en Europa. El objetivo es aplicar la inteligencia artificial a la gestión de los flujos turísticos y desarrollar o usar soluciones tecnológicas destinadas a analizar de forma automática la presencia y el tránsito de los turistas y adoptar decisiones ágiles, mejorando la experiencia de los visitantes y, asimismo, reduciendo las molestias de estas aglomeraciones.
Dicho observatorio, abierto a la participación de las universidades y el tejido de startups sevillanas, será un escenario para diseño, pruebas, validación, adaptación y mejoras de soluciones tecnológicas. Entre otras tareas, contempla el diseño de modelos predictivos del comportamiento, el análisis de pautas y consumo, la búsqueda de ahorro de costes que no sean visibles con métodos convencionales, la mejora de los servicios que se ofrecen al turista mediante una mayor personalización e información en tiempo real para poder tomar decisiones relevantes de forma rápida y eficaz. Por ejemplo, las soluciones tecnológicas que se adopten tendrán de permitir un análisis de emociones durante y tras la visita, el tiempo medio de cada visita, un ranking de las infraestructuras turísticas más visitadas, zonas de mayor tránsito y permanencia, densidad de cada espacio y tiempo de permanecía medio en él, mapas de calor por espacios y zonas infra visitadas.
Sevilla está recién incorporada a la Red de Destinos Inteligentes, se encuentra en proceso de certificación como destino inteligente por parte de la Sociedad Estatal para la Gestión de la Innovación y las Tecnologías Turísticas (Segittur) y ha realizado una gran apuesta por la innovación y la tecnología aplicadas a la industria turística a través de la organización durante diez años consecutivos del congreso Tourism Innovation Summit (TIS).
Además, Sevilla acaba de entrar en el Consejo Global de Turismo Sostenible, paso que refuerza a la ciudad como destino comprometido con la calidad medioambiental y el desarrollo sostenible y que forma parte de las acciones que está desarrollando el Ayuntamiento para contar con nuevo modelo de gobernanza turística.
Otro de los retos, y en ello hacen hincapié todos los planes ya aprobados, es poner en valor nuevas zonas turísticas para extender los flujos de visitantes. Ahí será clave la restauración de la muralla de la Macarena, pues la intención es abrir un eje que una la Encarnación con la zona norte del centro a través de la calle San Luis y sus templos hasta la sede del Parlamento andaluz, el antiguo hospital de las Cinco Llagas. Es una de las alternativas que tiene la capital, con margen aún de crecimiento y enclaves por explotar como Triana, a pesar de ser un barrio más popular para el visitante.
Otro de los enfoques básicos sobre los que el Ayuntamiento trabaja es una mejor comunicación para erradicar falsas percepciones sobre el turismo y su impacto en la ciudad. Así, el desafío más inmediato es explicar a los residentes que la apertura de nuevas rutas y conexiones de Sevilla en el mundo no sólo son una herramienta para atraer a turistas a la ciudad, también para que el sevillano pueda volar sin escalas a un mayor número de destinos. Entre ellos, figuran algunos de largo radio como es el de Nueva York, idea que no se ha abandonado pese a las dificultades añadidas por la pandemia.
Una de las claves para regular los flujos turísticos es también la colaboración policial. Una unidad de la Policía Local, especializada en este tipo de actividades, trabaja desde hace más de un año en la sede de Contursa, en los bajos del centro municipal de Marqués de Contadero. Dentro de las oficinas se ubican unas dependencias policiales para la ahora denominada Policía Turística, heredera del Grupo Giralda, que patrullaba de paisano por la zona monumental y tenía estrecha colaboración con los comerciantes del centro. La oficina que ocupa ahora, anexa al área de Turismo, no son una comisaría propiamente, más bien unas dependencias integradas dentro de dicho organismo municipal. De hecho, es un guarda de seguridad quien se encarga de la apertura y cierre de las mismas; y, aunque en un principio se colocaron unos vinilos que identificaban la unidad policial, luego se retiraron por desavenencias que los agentes achacaron a la presunta pugna entre los responsables del área de Gobernación y la de Turismo, los concejales Juan Carlos Cabrera y Antonio Muñoz, respectivamente. A pesar de ello, la unidad empezó a funcionar antes de la pandemia en dicho local junto al río y ambas delegaciones han realizado declaraciones en el mismo sentido.
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