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Seguridad: Una fiesta en paz

La alerta antiterrorista y la lucha contra la delincuencia común marcaron el plan de seguridad.

Policías nacionales en el control de acceso de una de las puertas de la Exposición Universal. Foto: Agesa
F. Pérez Ávila

19 de abril 2012 - 18:38

La Expo 92 supuso quizás la mayor operación coordinada de las Fuerzas de Seguridad del Estado en la historia de Sevilla. Más de 10.000 agentes –entre policías nacionales, guardias civiles, policías locales y vigilantes de seguridad– participaron en el espectacular despliegue que protegió la ciudad durante los seis meses que duró la muestra. Pero antes, desde mediados de los ochenta, ya había un intenso trabajo en dos frentes: la erradicación de la delincuencia común y la prevención del terrorismo.

La delincuencia ordinaria era muy alta en la Sevilla de los años 80. Ladrones de coches, carteristas, tironeros y traficantes de droga actuaban no sólo en los barrios marginales sino también en el centro de la ciudad. Era la Sevilla que se recrea en Grupo 7, una película que recuerda la pre Expo pero que poco tiene que ver, según los responsables gubernamentales, con el trabajo de la Policía en aquellos años.

“Había que limpiar la casa. Cuando alguien invita a su casa a otra persona, lo normal es que la limpie, la ordene, compre buena comida, porque lo que quiere es quedar bien. Eso es lo que hicimos, pero desde un mayor refuerzo de la presencia policial, no con unos métodos ajenos a cualquier Estado de derecho”, explica el que fuera delegado del Gobierno en Andalucía entre 1987 y 1993, Alfonso Garrido.

La lucha contra los delincuentes habituales fue quizás la parte más fácil del plan de seguridad. Laboriosa pero sencilla. Lo que más preocupaba a las autoridades era el terrorismo. La Expo 92 podía servir de reclamo no sólo a las organizaciones terroristas españolas sino a otras internacionales que pudieran realizar algún acto contra sus propios mandatarios. En 1991 ETA había cometido el mayor atentado de su historia en Andalucía, el de la cárcel de Sevilla I, que se saldó con cuatro muertos. El año antes, la Guardia Civil había detenido a Henri Parot en Santiponce, cuando se disponía a volar la comisaría de la Gavidia.

“Eran los años de plomo de ETA. Pero en España también teníamos los Grapo y otros grupos como Terra Lliure y el Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceive”, apunta Garrido. “Y en el plano internacional estaban las Brigadas Rojas, la Baader-Meinhof, el IRA y un incipiente terrorismo islámico que estaba ya dando la cara en Argelia”. Cualquiera de estas bandas podía marcarse la Expo como un objetivo porque sus actos obtendrían una repercusión mundial.

En la pre Expo se detuvo a un grupo de activistas relacionados con ETA –uno de sus integrantes fue después miembro activo de la banda– a los que se acusó de colocar una serie de artefactos explosivos en la ciudad. En abril de 1990, una carta bomba dirigida por correo ordinario al entonces comisario de la Expo, Manuel Olivencia, amputó la mano a una funcionaria.

La alerta antiterrorista era máxima. Tanto que se revisó al milímetro el subsuelo de la ciudad, se crearon protocolos para cerrar las entradas y salidas en menos de 15 minutos en caso de atentado, se inspeccionó uno por uno a todos los trabajadores de todos los pabellones y los buzos de la Guardia Civil patrullaban hasta bajo las aguas del canal y del lago de la Expo. El policía Antonio Muñoz estaba en el departamento de Cartografía de la Policía y recibió el encargo de revisar el alcantarillado de la ciudad. “Hicimos planos al milímetro de todos los conductos que había en los alrededores de los hoteles en los que se quedaban las delegaciones internacionales. También revisamos los de la cárcel”.

El delegado del Gobierno fue a explicar el plan de seguridad a los dos países que más preocupados andaban entonces con la integridad de su personal: EEUU y Gran Bretaña. “El trabajo fue tan exhaustivo que supimos que un trabajador del pabellón británico tenía un familiar preso del IRA. Esto no quería decir nada, pero les dijimos que lo sabíamos y que por favor revisaran su personal. Ellos no tenían ni idea de esto”.

Para la Expo se creó una comisaría propia de la Policía Nacional y había un directorio presidido por el propio delegado del Gobierno en el que trabajaban mano a mano el jefe superior, José Luis Morales Blázquez, conocido como el Chato Morales, y el general de la Guardia Civil Luis Calvo. Dentro del recinto se optó más por policías de paisano para intentar no dar una sensación de control agobiante. También había agentes uniformados, pero menos que fuera. Los primeros días la Policía colocó una tanqueta en el puente de la Barqueta, en lo que supuso una demostración de fuerza y de imagen de unas fuerzas del orden modernas y alejadas de otros tiempos no tan lejanos.

El control de acceso mediante la huella digital supuso una innovación tecnológica sin precedentes. Los tornos funcionaban incluso en los días más tórridos de verano. Todavía hoy, veinte años después, a la Policía Científica le resulta difícil tomar huellas con una temperatura ambiente superior a los 35 grados.

El trabajo de la Policía Local se centraba en el traslado de las delegaciones. Cada jornada se dedicaba a un país y venían a Sevilla jefes de Estado, primeros ministros y funcionarios de alto rango. La Policía Local se encargaba de escoltar a cada comitiva desde el aeropuerto o la estación de Santa Justa hasta el hotel en el que pernoctara –generalmente el Alfonso XIII– y de ahí a la Expo. A veces coincidían en la ciudad la delegación saliente, la del día en cuestión y la del día siguiente. “Fue una de las veces que funcionó a la perfección la coordinación entre las distintas policías”, recuerda el que fuera concejal de Seguridad, Manuel García.

Los escoltas internacionales no podían entrar con armas en el recinto, donde mandaba la Policía Nacional. Cada delegación traía su personal de seguridad que se quedaba en una zona VIP. Todos los mandatarios siguieron este protocolo a rajatabla y sólo hubo una excepción: Jesús Gil. El alcalde de Marbella entró con sus escoltas armados de la Policía marbellí y éstos llegaron a ser reducidos y detenidos por policías nacionales en pleno recinto.

El delegado del Gobierno durante el evento resume el objetivo del plan de seguridad con una frase. “Tengamos la fiesta en paz. Esta expresión tan coloquial era perfecta para condensar lo que queríamos. Y sinceramente creo que la tuvimos, gracias a unos policías a los que aún no se les ha reconocido tanto trabajo”.

Algunos datos

061 El teléfono del servicio de emergencias sanitarias fue una experiencia pionera. Se implantó para la Expo y terminó quedándose para toda Andalucía.

1 millón de personas identificadas por la Policía durante los seis meses que duró la muestra.

3.240 diligencias policiales dentro del recinto. Destaca la ausencia total de robos de o en el interior de coches en los aparcamientos. Cero denuncias en los seis meses.

183 detenidos en el recinto y sus inmedaciones. Se denunciaron también 14 robos con intimidación, todos ellos sin testigos y 216 sustracciones o pérdidas de bolsos y carteras.

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