La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Patrimonio
Pulverulencia y suciedad acumulada, pérdida de dorado, desprendimientos, manchas de humedad, grietas, repintes... son algunas de las afecciones que presentan las fantásticas yeserías y pinturas murales que decoran la iglesia de Santa María la Blanca, que ahora se atajan durante la tercera, y última, fase de restauración del templo. La más lucida y vistosa. Los trabajos, que finalizarán en noviembre, tras ocho meses de intervención y un presupuesto de 473.982,79 euros, de los que 100.000 serán aportados por el Ayuntamiento, devolverán a la decoración la tercera dimensión que el tiempo ha borrado.
Ese efecto tridimensional será el gran atractivo de la iglesia una vez concluidas las tareas que lleva a cabo la empresa Ágora, siguiendo el proyecto de Juan Manuel Macías Bernal (arquitecto técnico) y Fátima Domínguez Fernández (licenciada en Bellas Artes). Así lo explicó ayer Juan Aguilar, uno de los responsables de Ágora, durante una visita para explicar el avance de los trabajos: "Gracias a la limpieza de todos los elementos se va a recuperar esa tercera dimensión de las pinturas murales que la suciedad había dejado en dos. Las pinturas son una ampliación de las yeserías en las paredes y ese gran trampantojo debió perderse rápidamente. Es una pintura muy compleja que crea volúmenes y efectos jugando con la luz".
Las filtraciones de agua y la humedad por capilaridad, principales afecciones solucionadas en las primeras fases de la rehabilitación integral, han causado mucho daño en las pinturas, perdidas en gran parte, con repintes en muchas zonas para sustituir el pan de oro original cuya misión es dar más profundidad al conjunto: "La intervención consiste en recuperar lo que queda original y reintegrar cromáticamente, aunque hay faltas que no se podrán recuperar. La propia obra irá dictando lo que hay que hacer".
De las tres naves, la del evangelio (norte) es la que se encuentra en peor estado y es en la que antes se ha empezado a actuar. La reintegración cromática de esta zona se hará en función de lo que se haya conseguido en el resto. "La erosión de las pinturas murales ha ocasionado el deterioro de la forma de las pinturas. Aparecen como difuminadas y es por la pérdida de la capa pictórica, que aquí es del 80%, algo que no ocurre en la nave de la epístola (sur)".
La limpieza de la nave central avanza con agilidad. Para ello, como en el resto de la iglesia, primero se actúa con pinceles hasta llegar a los estratos originales, se continúa con gomas de distinta dureza y, en algunas zonas, se aplican distintos disolventes. Donde el estado de conservación es más delicado se limpia con láser. Algunas piezas se encontraban sueltas por los movimientos propios de la edificación y las perdidas se reproducirán con impresoras 3D. "Las yeserías se recuperarán en su color, textura, relieves y volúmenes".
En la iglesia trabaja un equipo de diez restauradores; historiadores y químicos. Incluso participa un biólogo en concierto con el CSIC. Cuando concluya la restauración, este templo, uno de los máximos exponentes del barroco andaluz y español, habrá recuperado todo el esplendor de una decoración que el catedrático Teodoro Falcón atribuye a los hermanos Borja (yeserías) y Pedro Roldán (vaciado y modelado de grandes figuras); mientras que las pinturas murales probablemente serían de Alonso Pérez, si bien pudo participar también el propio Murillo.
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