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"Es falso que Sancho Panza hable como un auténtico manchego analfabeto del XVII"

Antonio Narbona Jiménez. Catedrático de Legua Española en la Hispalense

Miembro de Buenas Letras y correspondiente de la Real Academia Española, ha dedicado gran parte de sus trabajos científicos a estudiar las infinitas formas de hablar de los andaluces.

Foto: Juan Carlos Vazquez
Luis Sánchez-Molini

26 de junio 2016 - 05:03

Antonio Narbona Jiménez (Aguadulce, 1949) se formó en la Universidad de Granada con una leyenda de la Filología española, don Manuel Alvar, impulsor del monumental Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía. Posteriormente lo siguió hasta la Universidad Autónoma de Madrid, donde empezó su carrera como docente universitario, para luego, ya emancipado del maestro, ocupar cátedras en la Universidad de Extremadura y en la Hispalense, donde lleva ya más de treinta años enseñando. Hijo de una mujer analfabeta, ha dedicado gran parte de sus esfuerzos al estudio de las hablas andaluzas. Es autor de los libros Sobre la conciencia lingüística de los andaluces y El español hablado en Andalucía, entre otros. Asimismo, sus numerosos discípulos y compañeros, desperdigados por universidades españolas y americanas, escribieron en homenaje a su figura los dos volúmenes de Sintaxis y Análisis del discurso hablado en español. Su trayectoria ha merecido el premio Fama de la Universidad de Sevilla y el Plácido Fernández Viagas de investigación en Humanidades de la Junta de Andalucía. Es miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y correspondiente para Andalucía de la Real Academia Española.

-¿Hablamos andaluz o español? -En Andalucía hablamos español, pero de unas maneras específicas -así, en plural-, al igual que pasa en Burgos, Panamá o México. A mi entender, la manera más exacta de denominarlo es como titulé un libro muchas veces reeditado aunque muy poco leído: El español hablado en Andalucía, pero es muy largo y por eso digo "el andaluz".

-¿Y hay un catálogo, un número exacto de hablas andaluzas?

-En absoluto. En andaluz sólo hay diferencias, divergencias. Sin embargo, es cierto que, pese a la pluralidad, hay una cierta homogeneidad. Las diferencias son, fundamentalmente, de pronunciación y léxico, no gramaticales o sintácticas. Al hablante andaluz se le reconoce inmediatamente por la prosodia, por la entonación, pero la gente se fija muy poco en la sintaxis.

-¿El español de América y Canarias es hijo del andaluz?

-Está demostrado que la influencia de las hablas meridionales, del sur, no sólo las andaluzas, tuvieron una gran influencia en bastantes de las modalidades americanas del español. El castellano llegó al Nuevo Mundo en varias fases y, en la primera, después de la conquista, la mayoría de personas que participaron en la colonización provenían de estas regiones meridionales y, lógicamente, conformaron las formas de hablar en estos lugares.

-¿Hay un complejo del andaluz por su forma de hablar?

-No debería haberlo. Lo que pasa es que aquellos que se acomplejan suelen ser, por cuestiones sociales, los menos privilegiados en la competencia idiomática oral y escrita. La frase "aquí hablamos muy mal" la he oído en Andalucía, en Ávila, en México... Normalmente en zonas rurales y marginadas, en hablantes que no son los más instruidos. El complejo no es idiomático, sino que es previo y se refleja en la forma de hablar y escribir.

-¿Las características de las hablas andaluzas son previas al castellano o se forjan con él?

-Se forjan con el castellano, de eso no hay dudas. No hay nada previo.

-¿Ya existía el seseo en las mesnadas de Fernando III?

-Podemos decir que, entonces, ya estaba en marcha la evolución de un montón de sonidos sibilantes difíciles de distinguir que se agruparon en dos:la s y la z, el seseo y el ceceo. En Andalucía este proceso se aceleró, de manera que en unas zonas se decantaron por la s -que no es la s castellana- y otras por la z -que tampoco es la z castellana-. Hoy en día, en nuestra comunidad existen tres zonas: seseantes, ceceantes y distinguidores. Pero ojo, porque en Andalucía son más los que distinguen la s y la z que los que no la distinguen, lo que pasa es que no lo hacemos igual que en Valladolid o Burgos.

-¿Ha cambiado mucho la forma de hablar de la Edad Media a la actualidad?

-Totalmente, aquí en Andalucía y en todas partes. Las lenguas nunca cesan de variar mientras se usan y la nuestra es una de las más usadas del mundo. Las diferencias entre el siglo XIII y el actual son notables.

-¿Pero un castellano del siglo XIII se podría entender con un español del siglo XXI?

-Se podrían entender sin problemas. Las dificultades serían las mismas que cuando ahora una persona viaja a México y se encuentra con importantes diferencias léxicas que dificultan la conversación. Las palabras cambian según la geografía y el tiempo. Si yo ahora le tuviese que explicar a un niño qué es un arado tendría que pintárselo, porque ya no existen prácticamente. Sin embargo, el Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (ALEA), que realizó mi maestro Alvar hace algo más de medio siglo, dedica muchísimos mapas a los arados, a sus piezas, a las labores del campo, a sus usos y tradiciones... Ese mundo ya casi ha desaparecido y con él sus palabras: barzón, cebero, quintana... El 90% de las palabras que aparecen en el AELA ya han dejado de usarse.

-¿Y qué significa la pérdida de una palabra?

-Lo único que significa es que la sociedad está cambiando. Las palabras nacen, tienen una vida -algunas muy largas, otras muy cortas- y terminan desapareciendo. Pero, más que desaparecer, las palabras cambian de significado.

-Ha mencionado ya el Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía, obra titánica realizada gracias al conocimiento y al tesón de don Manuel Alvar, uno de los grandes filólogos españoles de todos los tiempos.

-Para hacerlo, don Manuel y sus colaboradores tuvieron que viajar por toda Andalucía, muchas veces a lomos de una mula, porque apenas había carreteras para llegar a los pueblos y aldeas. A don Manuel Alvar lo llegaron a confundir alguna vez con un bandido y avisaron a la Guardia Civil.

-Usted fue su discípulo. ¿Cómo era?

-Sí, fui su discípulo en Granada y después lo seguí hasta Madrid. Trabajaba muchísimo, a todas horas: en los hoteles, en los aviones... Quizás demasiado. Como persona, era entrañable, aunque tenía un carácter muy fuerte. La Junta hizo muy bien en darle la Medalla de Oro de Andalucía y, sobre todo, de hacer una edición facsímil del AELA.

-¿Cuál cree usted que será la evolución de nuestra forma de hablar? ¿Cómo hablará la gente dentro de dos siglos?

-El lingüista no debe ser nunca profeta. Es muy difícil predecir los usos lingüísticos dentro de unas décadas, porque todo se acelera y las formas de hablar también. Hace poco, una compañera me comentó que se había dado cuenta de que su hijo adolescente sólo le obedecía cuando le daba las instrucciones por Whatssap, por lo que había optado por comunicarse siempre con él por este medio, aunque lo tuviese delante en la mesa. Con esto quiero decir que cualquier nuevo factor o tecnología puede alterar nuestra forma de comunicarnos.

-Muchos se quejan de que los Whatssap, como antes los SMS, está estropeando la forma de escribir de los más jóvenes.

-Sí, dicen que escriben sincopadamente, sin respeto a la ortografía... No hay que temer nada, porque la tecnología sigue avanzando y dentro de poco dejarán de escribir. Tecnologías como la de Whatssap no afectarán mucho al futuro de la lengua. Hay que tener en cuenta que nunca se la leído más que ahora.

-Ya ha sacado el tema de la ortografía. Hace ya un tiempo hubo una polémica importante cuando Gabriel García Márquez pidió prácticamente su abolición. ¿Qué opina usted de esto? ¿Podríamos aspirar a un español escrito más libre?

-Esa libertad sería anarquía. Hay un solo ámbito en el uso lingüístico en el que es necesario e imprescindible el consenso: la ortografía. La tontería que dijo García Márquez en el I Congreso de la Lengua Española debe pensarse mucho. Precisamente, la gran noticia del último Congreso de la Lengua Española fue que habían escrito en un cartel magestad con g. Es decir, una falta de ortografía. Es importante que se respete la ortografía. La gente quiere códigos.

-¿Le ocurrirá al español lo que le ocurrió al latín? ¿Se disgregará en una galaxia de idiomas?

-No lo creo, porque las circunstancias son muy distintas. Hoy en día hay muchos factores de todo tipo que apoyan la cohesión del español. Estoy convencido de que la unidad del idioma español será cada vez más fuerte y mayor. En gran medida, esto se lo deberemos agradecer a ese código en común que es la ortografía, la escritura. Si uno llega a México y empieza a hablar con alguien, tiene que preguntar por el significado de muchas palabras, pero si coge un periódico y empieza a leer lo entenderá prácticamente todo. La escritura es un elemento de cohesión irrenunciable y, como cada vez hay más personas que saben escribir y leer...

-Usted ha investigado sobre la traducción del lenguaje oral a la escritura. Es lo que tendré que hacer yo cuando transcriba esta entrevista. Mi experiencia me dice que el lenguaje hablado y el escrito son muy distintos y que es muy complicado pasar de uno a otro.

-Sí, son cosas casi distintas. Hay una gran diferencia entre las actuaciones orales, incluidas las cultas, y la escritura. Poner por escrito lo que se habla es dificilísimo, por no decir imposible. Eso de "escribo como hablo" es mentira. Nadie puede escribir como habla ni hablar como escribe, porque las coordenadas en las que se mueve una conversación son muy distintas a la escritura. Cuando hablamos, participamos de un contexto que nos permite callar, eludir... pero, sobre todo, tenemos la prosodia, la entonación, la curva melódica, el ritmo, los gestos, que nos permiten decir con las mismas palabras una cosa y la contraria. Pasar la oralidad a la escritura es algo dificilísimo que sólo lo han conseguido más o menos algunos escritores, como el Arcipestre de Talavera en El Corbacho o Francisco Delicado en La lozana andaluza. Actualmente, tenemos el ejemplo de Elvira Lindo en sus columnas.

-Cuando se habla de El Quijote se suele resaltar la diferencia entre el habla del propio don Quijote, que es culta, y la de Sancho Panza, que es popular.

-Eso es falso. Podemos decir con casi total seguridad que un analfabeto manchego de la época de Cervantes no podía hablar como lo hace Sancho Panza en El Quijote. Si observa bien, desde el punto de vista sintáctico, Sancho habla igual que su amo, el cura y todos los personajes cultos del libro. No hay apenas diferencias más allá del uso de los refranes y de alguna palabra mal dicha o no entendida por parte de Sancho.

-Creo recordar que Luis Berenguer, el autor de El mundo de Juan Lobón, decía algo parecido a que escribir el habla popular es imposible e intentarlo sería igual a querer describir con palabras una sinfonía.

-La oralidad nunca se puede calcar, pero sí se puede captar. Ahí están algunos diálogos de los personajes de Carmen Martín Gaite.

-Últimamente está muy de moda en los colegios el bilingüismo. ¿Qué opinión le merece?

-Este bilingüismo no es real, porque todavía no hay suficientes profesores preparados para que las asignaturas se impartan en inglés. Lo que pasa es que queda muy bien poner ese tipo de nombres a los programas educativos. La enseñanza de idiomas es muy importante, pero no creo que la competencia oral y escrita en lenguas extranjeras avance porque asignaturas que se deberían de dar en español se expliquen, por ejemplo, medio en inglés y medio en castellano, que es al final lo que ocurre.

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