Sánchez Saus ingresa en Buenas Letras con un revelador discurso sobre la relación de los trastámara y el Alcázar de Sevilla

El catedrático de Historia Medieval repasa los 108 años de historia que van desde al ascenso de Enrique II en 1369 a la primera visita de Isabel la Católica en 1477

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Sánchez Saus ingresa en Buenas Letras con un revelador discurso sobre la relación de los trastámara y el Alcázar de Sevilla.
Sánchez Saus ingresa en Buenas Letras con un revelador discurso sobre la relación de los trastámara y el Alcázar de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Una época de transición en la que el Real Alcázar de Sevilla no perdió su importancia como actor principal en la vida sevillana y fue testigo del gran crecimiento de la ciudad. El medievalista Rafael Sánchez Saus ha ingresado este domingo como académico de número de la Real Academia Sevillana de Buenas letras con un revelador y certero discurso en el que ha analizado la relación de la dinastía trastámara con el Real Alcázar. Sánchez Saus, colaborador de Diario de Sevilla, se ha detenido en el siglo largo que se extiende entre 1369, cuando aconteció el magnicidio en Montiel de Pedro I, último rey borgoñón, y el consiguiente ascenso al trono de su hermanastro Enrique II; y 1477, año en el que la reina Isabel hizo entrada en la ciudad. En esta disertación, el ya académico de número analizó la función del conjunto palaciego como residencia regia, el papel del palacio como elemento urbano, su función como espacio de poder en una época de gran conflictividad interna en Sevilla y se detuvo en escudriñar la relación de cada uno de los monarcas con esta residencia que sigue acogiendo a los reyes de España.

El catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Cádiz ha comenzado su intervención con un agradecimiento a Dios, a los académicos que presentaron su candidatura, Rafael Manzano y Manuel González Jiménez; y repasando la trayectoria de José María Alberich, cuya vacante venía a cubrir. "Formar parte de esta Real Academia Sevillana de Buenas Letras no es solamente un gran honor, también es una alta responsabilidad en virtud de hechos de público dominio: su antigüedad y la extraordinaria personalidad intelectual de sus componentes a lo largo de los siglos, lo que le ha otorgado un reconocimiento que la sitúa, sin discusión, entre las más prestigiosas de España", ha señalado.

La sesión celebrada en la Academia Sevillana de Buenas Letras.
La sesión celebrada en la Academia Sevillana de Buenas Letras. / Juan Carlos Vázquez

Antes de analizar en profundidad el periodo de la historia que daba nombre a su discurso, Sánchez Saus ha repasado la relación de Fernando III, Alfonso X, Alfonso XI y Pedro I, reyes que podrían recibir el apelativo de sevillanos, con el Real Alcázar. De San Fernando, que tomó posesión del palacio el 23 de noviembre de 1248, ha destacado es quizás el monarca que por más tiempo y de manera más continuada ha habitado el Alcázar. Lo hizo hasta su fallecimiento en 1251. Su hijo Alfonso realizó la primera gran intervención en el conjunto. De 1271 data la primera mención a la construcción del cuarto del caracol. Sánchez Saus se ha aventurado a afirmar que esta nueva construcción pudo hacer la función de patio de armas en un deseo real de aumentar las condiciones defensivas del recinto.

Con Alfonso XI vivió el Alcázar una nueva época de esplendor. A este rey se debe, probablemente, la realización de la Sala de la Justicia en un estilo mudéjar que casaba con el Palacio del Yeso al que se adosa. "Su construcción muestra cómo, casi un siglo después de la conquista castellana, la relación de los nuevos poseedores y habitantes con Sevilla había evolucionado hacia una aceptación de la herencia andalusí recibida; y ello a pesar de la dureza que en esos mismos años revestía la guerra contra las potencias musulmanas en las fronteras del reino", ha abundado el ponente.

Pablo Gutiérrez-Alviz, director de la Academia, se dirige al público antes de comenzar la sesión.
Pablo Gutiérrez-Alviz, director de la Academia, se dirige al público antes de comenzar la sesión. / Juan Carlos Vázquez

El último rey de la casa de Borgoña, Pedro I, sintió siempre una fascinación por el Alcázar que le llevó a realizar una obra colosal: el palacio mudéjar. "Además de una obra capital del arte mudéjar, también representa un elocuente testimonio ideológico que iba a chocar frontalmente con la idea de monarquía y con la praxis política de la dinastía surgida en 1369 a raíz del fratricidio de Montiel. Las consecuencias que este choque pudo tener sobre el destino y uso de los Alcázares sevillanos durante los reinados de los Trastámara y hasta los Reyes Católicos, nos obligarán a reparar en la significación de esas tan diferentes concepciones del poder regio", ha advertido Sánchez Saus.

La figura casi faraónica de Pedro I y su poder absolutísimo son fundamentales para entender las propias obsesiones de los trastámara. La "revolución trastámara" pasa por huir del personalismo de Pedro I y basa su concepción del poder en el deber del rey con el reino, un rey sometido a la voluntad de Dios y la creación de organismos como la Audiencia, el Consejo o las propias Cortes para garantizar y responsabilizarse de las decisiones del monarca. "Los Reales Alcázares, una vez custodiados y habitados por los trastámara, se nos aparecen siempre envueltos en la contradicción que suponía el poco grato origen de sus palacios más recientes y esplendorosos y, por otra parte, el hecho de ser el núcleo del nuevo poder regio en la ciudad más floreciente de los reinos de Castilla en el siglo XV".

La sesión celebrada en la Academia Sevillana de Buenas Letras.
La sesión celebrada en la Academia Sevillana de Buenas Letras. / Juan Carlos Vázquez

El grueso de la exposición de Sánchez Saus se ha centrado en analizar esa relación de los trastámara con el Alcázar entre 1369 y 1477, un periodo que supone un paréntesis en la idílica relación de la monarquía con este palacio. Pese al vínculo que Enrique II tenía con la ciudad a través de su madre, la sevillana Leonor de Guzmán, mantuvo una relación ambigua con una ciudad que apenas visitó en 3 ocasiones, una de ellas para trasladar los restos de su padre a Córdoba. "Con ello se inauguraba una actitud que tuvo amplio seguimiento en sus sucesores ¿Pudo influir en ello la ligazón del Alcázar sevillano con la figura de su odiado medio hermano Pedro?", se ha preguntado Sánchez Saus.

Su sucesor, Juan I, no mantuvo una mejor relación con una ciudad que visitó en 3 ocasiones y en penosas situaciones. Su hijo, Enrique III no se alejó de esa tónica, aunque dos de las tres visitas que realizó, las de 1402 y 1406, duraron varios meses. "No obstante, a pesar de todos estos indicios de desafecto, lo cierto es que, para estos tres monarcas, así como para sus descendientes, la conciencia de sus ancestros sevillanos se mantuvo vivísima y fue cultivada con verdadera piedad".

Alfonso Guerra saluda el nuevo académico de número.
Alfonso Guerra saluda el nuevo académico de número. / Juan Carlos Vázquez

El infante don Fernando, llamado el de Antequera, hermano de Enrique III, corregente de Castilla tras la muerte de este en diciembre de 1406, conservó la misma relación enquistada con el Alcázar hasta el punto de calificarlo como insano y adquirir un "gran aborrecimiento hacia el mismo" debido a que enfermaba cada vez que lo visitaba. Este hecho le llevó a tomar la decisión de alojarse en otras residencias cuando visitaba Sevilla. "Los problemas de salud del infante en Sevilla, achacados directamente a la presunta insalubridad del Alcázar, pudieron marcar la suerte del palacio como residencia real en las décadas siguientes; pues, recordemos, se añadieron a los que ya habían afectado a Enrique III, quien salió de él en gravísimo estado en 1406 para poco después fallecer, y aun antes a Juan I, quien también enfermó gravemente durante una de sus breves estancias", ha revelado Sánchez Saus.

Puede que todo ello, ha insistido el historiador, justificara que Juan II no visitara durante todo su reinado el Real Alcázar. Se trata de un hecho paradójico cuando este rey puede ser calificado como "uno de sus conservadores más celosos". No en vano, fue el promotor de la gran cúpula de media naranja que corona de manera majestuosa el Salón de Embajadores. "Se trata de una ausencia verdaderamente sorprendente, toda vez que Sevilla se alzó durante esas décadas, de manera indiscutible, como la más importante ciudad de la Corona", ha señalado el académico.

Esa misma situación se mantuvo, aunque no de manera tan acentuada, durante el reinado de su hijo y último de los monarcas que consideró Sánchez Saus en su discurso: Enrique IV: "Sólo con el reinado de los Reyes Católicos volvió el Alcázar a ser Corte y residencia regia; y es sintomático que entonces fuera preciso realizar obras de acondicionamiento de consideración, que mejoraron mucho su habitabilidad. Con los Reyes, los Alcázares sevillanos recuperaron el rango de verdadera Corte de la nueva monarquía que auspició su insuperable labor política e institucional".

El director de la Academia, Pablo Gutiérrez-Alviz, impone la medalla de la corporación a Sánchez Saus.
El director de la Academia, Pablo Gutiérrez-Alviz, impone la medalla de la corporación a Sánchez Saus. / Juan Carlos Vázquez

Sánchez Saus ha finalizado su intervención analizando el desempeño del Alcázar como elemento urbano en la vida de la ciudad, como polo de atracción para otras instituciones y poderes; y su papel como espacio de poder a lo largo de un siglo. "A pesar de la escasa presencia de los reyes entre sus muros, el Alcázar fue siempre un importante actor de la vida sevillana. En esos mismos años, y a pesar de las turbulencias políticas, se asistió a un gran crecimiento de la ciudad en todos los aspectos. Ese crecimiento se hizo más firme e intenso en las décadas siguientes, cuando el poder real, del que el Alcázar era precisamente símbolo inconmovible, logró imponerse sobre quienes, en la ciudad o en los reinos de Castilla, lo mediatizaban o intentaban desconocerlo", ha finalizado.

Antonio Caballos contestó en nombre de la Academia.
Antonio Caballos contestó en nombre de la Academia. / Juan Carlos Vázquez

Antonio Caballos, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Sevilla, ha sido el encargado de contestar el discurso de Sánchez Saus. Además de repasar la trayectoria y las muchas cualidades de de Sánchez Saus, calificó su discurso de "novedoso y revolucionario" por sus aportaciones y se congratuló por su ingreso. "Para el futuro necesitamos a los mejores, por eso el ingreso de Sánchez Saus convierte este día en un día grande para nuestra corporación", ha dicho.

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