San Leandro: El milagro de llegar a fin de mes
Patrimonio | Las penalidades de la clausura
Las monjas afrontan una obra urgente de más cien mil euros
La venta de yemas y dulces durante la campaña de Navidad supone su principal sustento para todo el año
San Leandro reclama de nuevo ayuda. Las religiosas agustinas de este enorme convento diseminado entre la plaza de San Ildefonso y las calles Zamudio, Imperial y Caballerizas lanzan otro SOS. Apenas tienen recursos para llegar a fin de mes y tienen que realizar de urgencia unas obras en la Casa del Portero, que Urbanismo obligó a apuntalar el año pasado, con un desembolso próximo a los 110.000 euros. El día a día de las 18 monjas agustinas que ocupan el cenobio, tres de ellas españolas y 15 africanas, es angustioso. Tienen que hacer frente a los pagos ordinarios de la luz, el agua o el teléfono, mientras surgen de manera más que frecuente diversas obras que hay que acometer para salvaguardar la integridad del edificio. Gracias a la ayuda del Banco de Alimentos y a algunas entidades y hermandades, pueden comer y realizar sus tareas cotidianas. Ahora, que llega la Navidad y la época de más venta de yemas y otros dulces que elaboran en su obrador, quieren llamar la atención de los sevillanos para que no las dejen caer en el olvido. Este periódico visitó el pasado jueves el convento con una de las personas que mejor conoce la clausura sevillana, el médico y académico de Buenas Letras Ismael Yebra, autor junto al fotógrafo Antonio del Junco del libro Sevilla en Clausura, para comprobar el estado del convento y conocer las inquietudes de las monjas.
La situación del convento de San Leandro es delicada, pero las religiosas de la comunidad no han perdido la sonrisa y, por supuesto, la fe en las muchas personas que se vuelcan en su ayuda. Ahora es cuando obtienen los principales recursos económicos para ir tirando durante el resto del año. Hace unas semanas se lanzó una campaña de petición de ayuda a través de las redes sociales y de Whatsappque están agradeciendo: "La verdad es que no sabemos de dónde ha partido, pero lo hemos notado. Ahora tenemos que hacer yemas todos los días porque vienen constantemente a comprar. Necesitamos que vengan a comprar porque nos hace mucha falta", asegura sor Natividad, superiora de la congregación.
En Sevilla son muchos, por no decir todos, los conventos de clausura que afrontan su día a día con importantes problemas y estrecheces. Cada vez hay menos vocaciones, las monjas son mayores y tienen que conservar unos edificios grandiosos que presentan todo tipo de afecciones derivadas de sus muchos siglos de existencia. El de San Leandro es uno de los que más vicisitudes ha atravesado en los últimos tiempos. La comunidad ha tenido que afrontar un juicio por unas obras de reforma para construir un apartamento que se desviaron un 400%. Hasta hace poco han estado pagando parte de esa deuda de 39.000 euros a la federación de la orden, que les concedió un préstamo. El siguiente reto son las obras que deben realizar en la Casa del Portero, la biblioteca y otras dependencias que dan a la calle Caballerizas.
Es ésta la zona que se encuentra peor, apuntalada por el riesgo de derrumbe de los tejados. "Ahora nos ha cogido esto sin prácticamente nada. Nuestro arquitecto ya ha hecho el proyecto y está en Cultura y pronto debe ir a Urbanismo. Nosotras queremos empezar la obra cuanto antes para que la gente lo vea y nos ayude". El portero de la comunidad se tuvo que marchar en mayo del año pasado cuando la Gerencia obligó a apuntalar toda un ala. También se encuentran muy mal los tejados de la biblioteca, que tuvo que ser desalojada. La idea de la comunidad, como han hecho ya otros conventos, es hacer una hospedería en la Casa del Portero una vez que concluya la rehabilitación: "Es nuestra intención, así nos podría rentar algún dinero con el que poder tirar".
El principal ingreso de estas religiosas es la venta de dulces, especialmente entre octubre y Navidad. Lo que recaudan en estos meses, con unas ventas de entre 40 y 50 kilos al día, lo guardan en el banco para pagar los recibos: "Y a duras penas podemos llegar a final de año con ello". Para aumentar los recursos, las monjas empezaron hace ya algún tiempo a pintar figuras de nacimiento, Niños Jesús y otras imágenes religiosas que venden a muy buen precio. También confeccionan ropas litúrgicas, como estolas o casullas, que se pueden adquirir en el torno. Todos los artículos están expuestos allí. Aunque el producto estrella son las yemas, también elaboran magdalenas y, en cuaresma, torrijas y pestiños. Son muchos los turistas que acuden a comprar, en buena parte por el reclamo en inglés, francés y alemán que colocó en la puerta uno de ellos y junto al precioso torno, "el más bonito de Sevilla", asegura Ismael Yebra, donde es apreciable igualmente el nombre de los productos en distintos idiomas.
Mientras buscan recursos para la próxima obra, la última rehabilitación que se realizó corrió a cargo de Urbanismo. Fue durante el pasado mandato de Juan Ignacio Zoido y supuso el arreglo de los tejados de la iglesia y la pintura de la fachada de la calle Zamudio. Esta actuación ha dejado algunos daños en el coro alto: "Habían colocado unas vallas de protección para evitar desprendimientos en la vía pública. Esas vallas, cuando llovía, conducían el agua directamente por las ventanas al coro alto. El chorro era tremendo. Todavía está la pared con daños y tuvimos que quitar una Virgen por los destrozos que le produjo el agua". Por si esto fuera poco, la obra ha dejado una importante e inesperada factura que pagar, lo que ha supuesto un nuevo revés para la comunidad: 8.600 euros: "Nos dijeron que teníamos que pagar el coste de la retirada de las protecciones. Me fui a ver al alcalde, Juan Espadas, que no me recibió. Lo hizo su secretaria. Llamó a Urbanismo y Hacienda y le dijeron que había que pagarlo. Nos lo aplazaron a tres años, pero hay que pagar".
Con la ilusión de ver pronto rehabilitada la Casa del Portero y convertida en hospedería, las monjas agradecen toda la ayuda que les pueda llegar para afrontar su complicado día a día sin perder la sonrisa.
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