Sacerdotes e Iglesia Católica en la historia de Comisiones Obreras de Sevilla en tiempos de Franco
El autor, histórico sindicalista, reflexiona sobre el papel en favor de la libertad de varios presbíteros, entre ellos el cura Pedro Ybarra, al que esta semana se le dedican unos jardines en Bellavista
Sevilla/En estos días está previsto rotular una calle del barrio de Bellavista con el nombre de quien durante varios años de la década de los 70 del pasado siglo fue párroco de la iglesia de ese barrio, don Pedro Ybarra, en la que destacó por su apoyo a la problemática social de sus habitantes, la mayoría pertenecientes a la clase trabajadora. Su parroquia fue escenario en diciembre de 1975 del encierro de la mayoría de los trabajadores de la empresa Megesa, en protesta por el cierre ilegal de este centro de trabajo.
Por eso me parece oportuno, con la perspectiva que da el transcurrir de los años, dar a conocer a los lectores de este periódico algunas consideraciones sobre la participación y colaboración de personas ligadas a la iglesia católica, a la creación y consolidación del movimiento sindical de las Comisiones Obreras sevillanas en su lucha contra la dictadura franquista. No se pretende con este escrito sentar base de documento histórico sobre el asunto.
Trato de hacer un relato de vivencias, de memoria histórica, de sacrificios y dificultades, que puede interesar a quienes no vivieron los difíciles años de la dictadura y dar valor a unas actuaciones humanas beneficiosas, para los trabajadores y para la mayoría de los ciudadanos.
La Iglesia Católica española fue un soporte fundamental, en lo ideológico y en lo material, del régimen franquista. Por ello la renovación ideológica y organizativa que supuso la celebración del Concilio Vaticano II fue decisiva para que jóvenes sacerdotes y laicos en el seno de la misma tuvieran una nueva visión de su papel en la sociedad; su acercamiento a los problemas de los trabajadores fue una de sus más inmediatas consecuencias. Y ese acercamiento vino acompañado en bastantes ocasiones por permitir que los trabajadores pudieran reunirse en locales de la Iglesia sin el hostigamiento de la actuación de la Brigada Político Social de la Policía.
Es a partir del año 1964 cuando algunos sacerdotes comienzan a colaborar con el incipiente movimiento organizativo de Comisiones Obreras. No hay que olvidar que algunos fundadores de éstas eran trabajadores afiliados a HOAC y alguna otra organización obrera de la Iglesia. En dicho año, y en un local del Palacio Arzobispal, sito en la calle Don Remondo, el padre José Robles organizaba charlas para los trabajadores, donde acudíamos quienes estábamos tratando de organizar aquellas Comisiones Obreras. En ese tiempo, el entonces sacerdote Jesús RuizCarnal, fue detenido en la Isla Mayor por su defensa de las reivindicaciones laborales de los recolectores de arroz.
En el año 1965, el párroco de la iglesia de las Casitas Bajas del Polígono Sur, Santos Juliá, quien años después se convertiría en un conocido historiador y periodista, dio acogida en los locales de su parroquia a trabajadores de Comisiones Obreras, despedidos en una huelga en la empresa Hytasa, en el Cerro del Águila. Allí se constituyeron varias Comisiones Obreras de ramas y empresas y fue lugar de reuniones clandestinas durante años, ya que su sucesor en la parroquia, José María Valmiza mantuvo la misma línea de actuación que su antecesor.
El Palacio Arzobispal, fue escenario de la primera gran movilización abierta de centenares de trabajadores en Sevilla, con motivo del Primero de Mayo en el año 1967. El cardenal arzobispo Bueno Monreal, bastante afín al régimen franquista, permitió la celebración en un amplio salón del mismo de una conferencia sobre esta conmemoración, realizada por el dirigente sindical de los obreros viticultores del Marco de Jerez, Emilio Fábregas. A la salida del acto se organizó una numerosa manifestación que fue abortada por centenares de miembros de la Policía Armada, produciéndose detenciones de varios manifestantes asistentes al acto.
En ese mismo año, tuvo lugar una reunión en la sede del periódico católico, El Correo de Andalucía, fundado y mantenido por el Arzobispado de Sevilla, de miembros de la oposición democrática y los dirigentes sindicales Fernando Soto y Eduardo Saborido, con su director Rafael González, para que en dicho diario tuviesen cabida noticias de la actividad sindical de los trabajadores en las empresas sevillanas. Poco después y siendo ya Director del periódico el sacerdote José María Javierre, se creó una página fija titulada Mundo Laboral, que era elaborada por el sacerdote jesuita Eduardo Chinarro, con un claro mensaje de apoyo a la lucha de los trabajadores en las empresas sevillanas.
José María Javierre estuvo de director de El Correo de Andalucía hasta 1970, pero el 30 de Abril de ese año y tras la detención y tortura en la comisaría de la Plaza de la Gavidia del militante de Comisiones Obreras, Jaime Baena, publicó al día siguiente con su firma en primera página, un enérgico artículo contra los métodos policiales del Régimen, que provocó la retirada por la policía de los ejemplares del periódico de los quioscos de prensa.
También en el año 1967 en un local de los jesuitas sito en la calle Jesús del Gran Poder, regentado por el sacerdote de esta congregación, Bermudo de la Rosa, se produjo la detención de tres sindicalistas de Comisiones Obreras cuando preparaban octavillas para repartir en las empresas. Este local, desde hacia tiempo, era lugar de encuentro de militantes obreros, se daban conferencias, se hacían reuniones y era un buen soporte para las actividades legales y clandestinas de nuestra organización.
Poco después y desde el Seminario Salesiano de Sanlúcar la Mayor nos ofrecieron una valiosa ayuda algunos sacerdotes profesores de esta orden religiosa, entre ellos el rector, del que no recuerdo su nombre y apellido y Samuel Camba. Allí celebramos asambleas clandestinas, regionales y provinciales de Comisiones Obreras; de su imprenta salieron escritos y panfletos elaborados por nuestra organización dirigidos a los trabajadores.
No puedo dejar de mencionar un acontecimiento que afectó de nuevo al cardenal arzobispo Bueno Monreal y que le obligó a actuar a favor de los represaliados por la Dictadura, a pesar de sus simpatías por el General Franco: En el año 1971, en Pleno Estado de Excepción, cuando en la Comisaría de Policía de la Plaza de la Gavidia, estaban detenidos cerca de cien militantes antifranquistas, en su mayoría pertenecientes al Partido Comunista y a Comisiones Obreras y muchos de ellos sometidos a torturas, un grupo de más de cincuenta personas del mundo de la cultura y de la intelectualidad sevillana, encabezados por Asunción Milá de Salinas y don Ramón Carande, activistas de la organización episcopal Justicia y Paz, mantuvieron una tensa entrevista con el cardenal arzobispo. En la Plaza de la Virgen de los Reyes había un importante despliegue policial. Los reunidos expusieron y exigieron a Bueno Monreal que hiciese gestiones inmediatas ante las autoridades franquistas para terminar con los violentos métodos de interrogatorio de la Brigada Político Social contra los detenidos, que se estaban realizando en las dependencias policiales de la Gavidia. El cardenal arzobispo, en medio de la crispación reinante, realizó una llamada telefónica a la Jefatura Regional de Policía. Esa llamada surtió efecto. A la salida de la reunión no hubo detenciones y a partir del día siguiente cesaron las torturas contra los detenidos.
Asunción Milá que era también activista de Amnistía Internacional realizó una ejemplar labor solidaria con las familias de los presos políticos sevillanos entre las que se encontraban las de los componentes del Proceso 1001. Pocos saben que en mayo del año 1976, cuando aún las Comisiones Obreras eran perseguidas por el régimen franquista, el sacerdote y en ese momento rector del Seminario de San Telmo, José María Valmiza, nos cedió una amplia sala de este palacio para celebrar clandestinamente una asamblea de cerca de cien delegados de nuestra organización en la provincia de Sevilla.
Quiero destacar especialmente al jesuita Julio Sanchez Rodríguez, que ejerció de sacerdote en la iglesia de Bellavista junto a don Pedro Ybarra, cuando el encierro de los trabajadores en dicha parroquia. Una vez terminado el encierro se incorporó al aparato organizativo de Comisiones Obreras de Sevilla, desde 1976. Todavía estábamos en la clandestinidad. Puso en marcha una infraestructura de elaboración y reparto de propaganda clandestina en la calle Aurora, e hizo posible con su buena gestión el alquiler de nuestros primeros locales sindicales semilegales de la calle Alhóndiga, de la calle Morería y la calle O´Donnell. Volvió a ejercer de párroco en un pueblo de colonización en el área de Los Palacios y regresó a Canarias, su tierra natal, donde es una reconocida personalidad religiosa y cultural de la Iglesia de las Islas.
Tuvimos reuniones clandestinas de Comisiones Obreras en el palacio de verano del Arzobispado de Sevilla en la localidad de Umbrete, en la sede de la organización católica de las Hermandades del Trabajo y en la Parroquia de la Candelaria, donde celebramos una asamblea regional en septiembre de 1976 con la asistencia de unas trescientas personas. En 1970 los trabajadores despedidos por una huelga en Astilleros Elcano se encerraron durante un buen número de días en la parroquia del Salvador, con gran repercusión en la ciudad. Otro importante encierro de trabajadores se produjo en la parroquia del Sagrario, en el año 1976.
Además de los sacerdotes citados no puedo dejar de mencionar la aportación en materia de militancia antifranquista, bien a través de Comisiones Obreras o del Partido Comunista de España, coincidentes ambas organizaciones en la lucha contra la dictadura, de sacerdotes como Juan Bosco Díaz-Urmeneta, Manuel Mallofret, Félix Galindo, Antonio Paredes, Manolo Barrios o José Antonio Casasola. Por su cercanía con nuestra lucha y su influencia cultural en las actuaciones progresistas de muchos sacerdotes debo mencionar a don José María Garrido Luceño.
Para concluir y dar veracidad a lo expresado anteriormente, el que escribe estas líneas fue detenido, encarcelado y procesado por el Tribunal de Orden Público por participar en reuniones de Comisiones Obreras celebradas en Madrid, la primera en un convento de monjas en la urbanización de La Moraleja en Madrid en 1970, la segunda en el convento de los Padres Oblatos de Pozuelo de Alarcón, que daría lugar al conocido Proceso 1001 contra dirigentes de la organización.
En 1976 fui de nuevo detenido por la Policía Política, por mi asistencia a una asamblea clandestina de trabajadores en una iglesia de Morón de la Frontera. Meses más tarde en septiembre volví a ser detenido junto a Fernando Soto y Eduardo Saborido, por nuestra participación en la asamblea regional de Comisiones Obreras en la Parroquia de la Candelaria.
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